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ERRORES EN LA HISTORIA TELEVISIVA

Cómo vestir en Eurovisión para lograr '0 points'

2/02/2016 - 

VALENCIA. Son los grandes perdedores de la historia de Eurovisión, los cantantes que no consiguieron sumar ni un sólo punto y volvieron a sus países con la cabeza gacha y un “0 points” en el marcador. En los mayores fracasos de Eurovisisión hay una canción mediocre pero también un estilismo merecedor de la mayor debacle.

Un mundo extraño llamado Eurovisión

En teoría, el concurso de Eurovisión lo gana la mejor canción de Europa; en la práctica, años de historia eurovisiva nos han demostrado que gana la canción más pegadiza por muy mala que sea y/o aquellos que monten el espectáculo más llamativo.

A veces -muy contadas-, hay excepciones en las que la canción ganadora se puede escuchar más de una vez y que incluso se recuerda pasadas 24 horas del concurso frente a la amnesia instantánea que generan el resto de canciones eurovisivas. Imposible olvidar, por ejemplo: “Bailar pegados” de Sergio Dalma, el “Europe is living a celebration” de Rosa, David Civera diciéndole que la quería o el Chiki-Chiki de ese experimento freak con el que España partició en 2008.

En el mundo de Eurovisión menos nunca es más y por eso hemos presenciado coreografías imposibles, fuegos artificiales, disfraces, maquillajes carnavalescos, mujeres barbudas y, por supuesto, vestuarios terroríficos. En el eurocirco todo vale para llamar la atención entre la larga lista de países y que los recuerden para ayudarles así a sumar algún punto y huir del temible 0 points. Así, nos sorprendemos haciendo quinielas entre: la cantante vestida de vikinga -o cualquier pseudotraje regional-, el hortera que parece un patinador sobre hielo, los del grupo que van disfrazados de algo, el que lleva un coro de conejitas Playboy y un largo y doloroso etcétera. Cuando la canción es un desastre hay que envolverla como sea, aunque sea con el papel de regalo más horrible, ese parece ser el lema del festival. Ya que al día siguiente, nadie hablará de sus canciones por lo menos que lo hagan de su puesta en escena o del estilismo. La cuestión es, ¿eligen el vestuario tan mal adrede y a conciencia para este propósito o les sale solo? El extraño mundo de Eurovisión está lleno de misterios.


Eurovisión Couture

60 años de Eurovisión dan para mucho y además de estilismos espantosos también hemos podido ver vestidos que ya forman parte de la historia de la moda más reciente y que, en algunos casos, contribuyeron al éxito de las cantantes que los lucieron. Es el caso, por ejemplo, de Salomé que ganó el festival de 1969 enfundada en un diseño de Pertegaz. La valenciana entonaba su “Vivo cantando” mientras con movimientos espasmódicos agitaba los once kilos de moda que pesaba el traje confeccionado con tubos de flecos y adornos de porcelana.


Un año antes era Massiel la que llevaba a España por primera vez al primer puesto de Eurovisión con el “La, la, la” y un diseño pop del recientemente desaparecido Courrèges que la cantante compró en París tras verlo en la revista Marie Claire.

A finales de los años 70, concretamente en 1978 el dúo Baccara, aunque españolas, representaron a Luxemburgo vestidas con diseños de Dior Alta Costura en blanco y negro y con escotes asimétricos. Quizás hoy nos parezca increíble pero la firma Dior ha sido una de las favoritas de las participantes para concursar en Eurovisión.

En la actualidad, el diseñador más eurofan es Jean Paul Gaultier que en 1998 vistió a Dana Internacional la cantante transexual que fue la ganadora de esa edición. En 2012 también Gaultier firmó el diseño de la representante francesa Anggun, un bustier con falda de gasa transparente aunque ésta no tuvo el éxito de Dana. La cosa no queda aquí porque anteriormente el creador francés había vestido a Amina en 1991, a la sueca Elisabeth Andreassen en 1996, a la representante de Grecia en 2006 y al grupo Les Fatal Picards, que actuaron por Francia en el festival de 2007.


La canción era mala, el estilismo peor

En la historia de Eurovisión hay una página en la que a ninguno de sus participantes les gustaría aparecer, es el ranking de los fracasados o, como dicen los anglófilos, los null pointers, que suena más light. La lista de representantes que se volvieron a casa con un cero en el marcador y encabezando el ranking por la cola es muy extensa y, en los últimos años, España es una habitual en el pelotón de los perdedores.

La canción, la interpretación no fueron afortunadas o, diciéndolo sin medias tintas, fueron desastrosas. Un suplicio para los oídos pero también, no nos olvidemos, para la vista provocado por un vestuario de pesadilla que no ayudó a sacar a flote una actuación que se hundía sin remedio. La canción era mala y el estilismo peor.

Nuestra primera gran decepción llegó, curiosamente, con un representante masculino en 1962. Victor Balaguer suplicaba meloso una llamada con un sobrio traje oscuro y camisa blanca. Aquí la balanza del fracaso se inclina hacia la canción pero tampoco ayudó esa extraña ¿pajarita? negra en un estilismo demasiado clásico para los 60s yeyés del resto de Europa.

Conchita Bautista se marcó también un 0 points unos años después. “Qué bueno, qué bueno” cantaba Conchita pero resultó ser todo lo contrario. Mal, muy mal ese vestido híbrido entre madrina de boda y folclórica. Continuábamos siendo los carcas en una Europa en la que las chicas como Conchita llevaban minifaldas y ellos se dejaban crecer el flequillo.

Una serie de catastróficas desdichas marcó el destino de Remedios Amaya en Eurovisión de 1983. El escenario era negro, como el vestido que Amaya pensaba lucir en la actuación. Para evitar que se confundiera con el fondo le pidieron que se lo cambiara por lo que se puso un vestido largo rayado tipo túnica y, como los zapatos que llevaba preparados no le combinaban con éste, decidió actuar descalza y así fuera líos. La barca de Amaya navegó directa hasta la deriva del festival.

Soraya Arnelas

También descalza y con vestido largo rayado, actuó Lydia en el certamen de 1999. Rayas multicolores a mitad camino entre colcha y payaso y remate en el escote con forma de labios, un diseño de Ágatha Ruiz de la Prada que no acompañaba la balada tristona de la cantante que corrió la misma suerte que Remedios Amaya una década antes.

Una brujería cantaban tres hermanas vestidas -disfrazadas- de zíngaras con telas muy brillantes que parecían sacadas del peor de los Carnavales. Eran Son de Sol y yo tampoco me acordaba de ellas.

Son de Sol

Soraya Arnelas se presentó con una canción titulada “La noche es para mí”. Sin embargo, la noche de Eurovisión 2009 no fue su noche. Posiblemente ninguna canción por muy buena que sea podría defenderse con un look a mitad camino entre una gimnasta rítmica y una vedette como el que llevó Soraya.

Era 2011 pero el vestido fucsia drapeado con mini falda con volumen de Lucía Pérez, nuestra representante ese año, nos trasladó en un viaje temporal hasta los años 80s y al puesto 23 de la clasificación. “Contigo hasta el final” entonaba El Sueño de Morfeo sobre el escenario del eurofestival de 2013 y así fue, fuimos con ellos hasta el final de la tabla. Todo por no hacer caso a Molière, no se debe salir al escenario vestido de amarillo y menos cuando es un amarillo eléctrico y cegador. Más refinada, aunque sólo en lo que a gama cromática se refiere, apareció el año pasado Edurne con un vestido bordado con 8 kilos de paillettes cuya inspiración era una mezcla entre diosa griega y Juego de Tronos. La pronunciada abertura de la falda le jugó una mala pasada a la cantante cuando en uno de los pasos de su baile un tanto místico, dejó ver más de la cuenta descubriéndonos que la lencería de Bridget Jones es también muy eurovisiva.

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