Por qué identificar y combatir la economía fake es uno de los mayores desafíos de nuestros territorios
Fondos de inversión que compran activos públicos en rebajas. Empresas caza-subvenciones que aparecen y desaparecen. Infraestructuras que crecen al servicio de si mismas y no del territorio. Startups hinchadas de inversión sin un equivalente en número de clientes. Competiciones entre ciudades para ofrecer los más altos y más descabellados incentivos a multinacionales para ubicar allí sus oficinas.
En España hemos sufrido las espeluznantes prácticas de Blackstone comprando vivienda pública a precios irrisorios —aquí una imperdible entrevista al fundador el fondo buitre. EEUU ha presenciado una demencial batalla por acoger las segundas oficinas principales de Amazon a base de beneficios fiscales y una diversa serie de dádivas que algunos analistas han tildado no sólo de vergonzosa, sino también de potencialmente ilegal. Algunos ayuntamientos ofrecían edificios y terrenos gratis, otros llegaron tan lejos como para proponer que Amazon decidiese el destino de los impuestos que la actividad de la empresa generase, lo que supone una directa privatización de parte de la función principal de una administración local.
En València se plantea una expansión megalómana del puerto sin debatir, con el marco actual, los impactos sociales y territoriales, con un proceso de toma de decisiones muy poco transparente por decirlo con elegancia y lo que es más grave, sin discutir ni analizar la relación entre el aumento de los contenedores a almacenar —muchos de ellos en tránsito, muchos otros vacíos— y las necesidades económicas de la ciudad y la comunidad.
Las ciudades y los territorios están continuamente amenazados por proyectos de economía fake, la evolución escalada de la economía extractiva que es más vieja que el carbón. En otro artículo definía la economía fake, haciendo un paralelismo con las fake news, con cinco características: (1) genera beneficios a corto plazo pero lleva acompañados unos costes sociales, económicos o medioambientales mucho más importantes a largo plazo; (2) está fundamentalmente descontextualizada presentando proyectos y servicios absolutamente estandarizados y replicables independientemente del lugar donde se ofrezcan; (3) no tiene como objetivo principal satisfacer una necesidad con un producto o un servicio sino que subordina dicha producción a conseguir otras cosas, como datos de los clientes o inversión de terceros; (4) suele buscar beneficios administrativos, rebajas fiscales y condiciones favorables de regulación y cuando desaparezcan esas condiciones, la actividad económica fake también lo hará; y (5) trae consigo negocios efímeros, volátiles y tiene, a la vez, una tendencia irrefrenable a la auto-réplica y el crecimiento.
Considero que uno de los mayores desafíos a los que se enfrentan las ciudades y los territorios hoy en día es enfrentarse y limitar los brotes de economía fake. ¿Cómo combatirla entonces desde las políticas públicas? Aquí propongo algunas directrices:
En primer lugar, el argumento del empleo ya no es suficiente. No hay que elegir entre medio ambiente y puestos de trabajo, cualquier desarrollo que no sea radicalmente sostenible será contraproducente a largo plazo. Tenemos que evaluar los costes sociales, territoriales y medioambientales de cualquier política económica o nueva implantación productiva.
En segundo lugar, sí le podemos poner puertas al campo. Utilizo esta expresión que se usa para justificar cosas como inevitables: el progreso tecnológico o la globalización justifican sí o sí que debamos aceptar desarrollos que aumenten la desigualdad o vayan también aparejados de duros costes sociales. Pues no. Tenemos agencia, podemos decidir, todavía, que queremos como sociedad en el futuro y tenemos al alcance numerosas políticas para hacerlo.
En tercer lugar, insistamos en lo obvio. Las políticas económicas y las infraestructuras deben estar al servicio de las personas y no al servicio de sí mismas. Debemos preguntarnos cada vez para qué sirve cada euro invertido y qué usos alternativos tiene. El siempre se ha hecho así o las inercias sistémicas tampoco son argumentos.
En cuarto lugar, garanticemos la igualdad total de oportunidades sin la cual el relato de la meritocracia solo es un refuerzo de las desigualdades existentes y entendamos que si el progreso deja a muchos atrás, sufrimos todos.
Y en quinto lugar, promovamos los beneficios económicos a largo plazo tanto de la diversidad y como de la equidad, empezando por la de género.
El hecho de promover una prosperidad diversa e inclusiva, radicalmente sostenible, basada en la capacidad de decidir de las personas y las instituciones y la igualdad de oportunidades puede sonar antiguo, pero hoy en día es todavía más importante que nunca para combatir la apisonadora de la economía fake.