La ciudad de escarcha adapta la novela Entre visillos, Premio Nadal 1957
VALÈNCIA. Carmen Martín Gaite se definía como una mujer ventanera. Tanto en su prosa como en su poesía, la escritora salmantina refería de manera fragmentada y clandestina sobre el exterior, pero sobre todo, fijaba su escritura en las emociones, los anhelos y las desazones femeninas. Esos paisajes del yo aparecen destilados en su primera novela larga, Entre visillos, como una reverberación de la represión a la que se sometía a las españolas durante la posguerra.
“Hay personas que han descrito su trabajo, sobre todo este libro, como costumbrista. Me parece un insulto. Su estructura puede recordar a la de un folletín, pero es un cliché que usa para cargárselo desde dentro: Carmen se asoma a los interiores de las casas, donde las mujeres estaban recluidas, para llegar al alma de los personajes, a su angustia ante la opresión. La autora no puede asomarse a un conflicto armado o a una reunión política, porque ahí no estaban las mujeres, que en la dictadura permanecían recluidas en los ambientes domésticos”, puntualiza Anna Marí, directora y dramaturga de la adaptación que Crit Companyia de Teatre ha realizado de Entre visillos. Su versión lleva por título La ciudad de escarcha y sube a las tablas del Teatre El Musical los días 18 y 19 de diciembre.
El debut de esta certera observadora de lo cotidiano es un retrato de un grupo de jóvenes casaderas de la burguesía de una capital de provincias. Hay aburrimiento, desilusión, conformismo y terror al que dirán. La novela, Premio Nadal 1957, pertenece a una primera etapa neorrealista, donde lo íntimo se entrevera con lo social y lo crítico con lo testimonial.
“Los chismes son importantísimos en la novela. Los personajes siempre están intentando proteger su reputación para que sus familias no les echen en cara determinados comportamientos. Las chicas debían ir siempre acompañadas por la calle, controlar la hora a la que salían y con quién, vestir de luto si fallecía un familiar… Su ámbito de acción era bastante reducido, muy pocas podían estudiar y la manera más cómoda de vivir era contraer matrimonio con una persona que tuviera posibilidades de futuro. Lo que los padres solían llamar dejarlas bien colocadas”, detalla Marí.
Aunque nunca se revela, el escenario donde transcurre Entre visillos es indudablemente, Salamanca, la ciudad donde nació la inconfundible dama de las letras, que siempre tocaba con una boina ladeada su blanca cabellera. El centro de secundaria al que llega su narrador, un profesor de alemán, plasma la atmósfera del Instituto Femenino de la ciudad castellana donde la escritora cursó bachillerato.
Crit también mantiene la ambigüedad espacial sobre las tablas, con una escenografía conformada por un edificio de València, otro de Valladolid y a los pies de los actores, un mapa de Salamanca extraído de la aplicación Google Maps.
La compañía de teatro tampoco concreta temporalmente la acción. El vestuario, no adscrito a una época concreta, y la música, del artista de música electrónica Moby, trascienden el tiempo en el que el texto fue escrito.
El objetivo de la compañía valenciana es llegar tanto al público adulto como a los adolescentes que tienen a Carmen Martín Gaite en el temario para las Pruebas de Acceso a la Universidad, como representante del grupo de escritores de los años cincuenta que Ignacio Aldecoa bautizó como la generación entre paréntesis.
“De entre todas sus novelas, Entre visillos nos interesó porque podía mantener un vínculo sutil con la realidad. Su reflexión sobre la sociedad de los años cincuenta invita a reflexionar de manera reveladora sobre quiénes somos ahora. Sus personajes están rotos por dentro y la angustia con la que comunican sus emociones tiene un poder muy fuerte en escena que puede conectar con los espectadores actuales”, considera la directora de la obra.
El montaje es una colaboración con Espacio Inestable y la Fundación Centro de Estudios de los Años Cincuenta – Carmen Martín Gaite. Su elenco lo conforman Daniel Tormo, Maribel Bayona, Josep Valero, Rebeca Izquierdo y la misma Anna Marí, quien compara a los personajes de la autora con los de Chéjov, “en su mayoría burgueses con conflictos soterradísimos que apenas afloran a través de las palabras, sino a través de los silencios y de las tensiones entre ellos”.
A pesar del hueco que se abrió en el mundo de las letras, fue una hija de su tiempo, tratada con condescendencia por los medios. Como botón de muestra, el titular de un artículo publicado el 11 de enero de 1958 en el suplemento Blanco y Negro del periódico ABC, con motivo de la concesión del Nadal: “Las tareas del hogar le dejan a Carmen Martín Gaite poco tiempo para escribir”.
La noticia arranca revelando que su marido es Rafael Sánchez Ferlosio, ganador del Premio Nadal por El jarama en 1955. En el primer pie de foto, el parentesco se recalca, la nueva ganadora es Carmen Martín Gaite de Sánchez Ferlosio.
Con su quinta novela, El cuarto de atrás, aquella “muchacha sencilla, madre de una niña de 18 meses”, que dividía su tiempo “entre sus obligaciones domésticas y sus aficiones literarias”, se convirtió en la primera mujer en ser laureada con el Premio Nacional de Narrativa. Y en 1994, el Ministerio de Cultura le otorgaba el Premio Nacional de las Letras en reconocimiento a toda una carrera.
La autora se explayó con la situación de sus congéneres en el ensayo de 1987 Desde la ventana, donde buceaba en su experiencia personal como escritora. A lo largo de su análisis, expone los obstáculos a los que se enfrentaba la mujer para poder dar su punto de vista en un ámbito dominado por los hombres.
Martín Gaite escribe que la ventana es el punto de referencia de que dispone la mujer “para soñar desde dentro el mundo que bulle fuera, es el puente tendido entre las orillas de lo conocido y lo desconocido, la única brecha por donde puede echar a volar sus ojos, en busca de otra luz y otros perfiles que no sean los del interior, que contrasten con éstos”.
En Entre visillos plasmó la estrechez de miras de la posguerra, con protagonistas que acatan el sino desolador que les ha tocado vivir. Pero un personaje ejerce de punto de fuga rompiendo con los convencionalismos.
Daniel Tormo, integrante de Crit, resume a esta rara avis de la trama en una metáfora: “En todo campo de trigo, nacen furiosas amapolas que se agitan y se retuercen en busca de un nuevo horizonte de posibilidades”. Carmen Martín Gaite fue uno de esos brotes que se rebeló contra la abulia y el convencionalismo.