Culturplaza analiza los largometrajes de la Sección Oficial de Cinema Jove 2024
VALÈNCIA. Cuando se hace un acuerdo matrimonial, las dos partes de la pareja prometen estar presentes en todo momento el uno para el otro, en lo bueno y lo malo, en la salud y en la enfermedad y hasta que la muerte los separe. Este pacto se sella con un anillo, un beso y dos palabras: "sí, quiero". El resto es historia. Estos pactos pueden quebrantarse por muchos motivos, siendo la infidelidad uno de los principales, por llevar a la desconfianza y a la traición. Para evitar este fatídico desenlace puede resultar "útil" emplear la mentira como arma, aunque (en según qué casos) no es suficiente para ocultar ciertos sentimientos.
A través de Fly On (2023) Takuya Tatö hace una relectura de las infidelidades a través de la historia de Watako, una mujer casada que tiene que afrontar la muerte de su amante, Kimura, en silencio y frente a su pareja. Para contar esta historia, Tatö plantea un escenario muy hostil para la pareja de amantes: ambos comparten un fin de semana idílico en un resort, pero al volver Kimura es atropellado, quedando Watako como única testigo de su muerte.
Debatiéndose entre su mentira y el amor, la protagonista decide no llamar a los servicios de emergencia, y abandona a Kimura a su propia suerte. Tras esto, Watako vuelve a casa como si nada hubiera pasado y se ve obligada a transitar las fases del duelo junto a su marido, Fuminori, quien permanece totalmente ajeno a esta historia.
Este drama intimista forma parte de la Sección Oficial de largometrajes de Cinema Jove (que se celebra del 20 al 29 de junio), donde los días 26 y 27 de junio el director presenta y analiza los entresijos de una ruptura que no puede ser compartida. La historia transcurre entre tonos claroscuros, flashbacks de la protagonista y mentiras que se van resolviendo conforme avanza el relato, haciendo al espectador cómplice de esta historia de amor destinada al fracaso.
A su vez, a Wanako se le presenta como una persona que replica con Kimura lo que solía hacer con su marido cuando se conocieron, yendo a restaurantes, templos y spas. En estos lugares, Wanako no teme imaginarse junto a Kimura un futuro que jamás podrán alcanzar juntos y sobre el que bromean constantemente, mientras esconden sus alianzas que les conectan con el mundo exterior. Tras la muerte repentina de Kimura, Wanako se ve inmersa en una espiral infinita de visitas al cementerio en las que podría ser descubierta por su marido, demostrando que sus sentimientos cobran más fuerza cuanto más los oculta.
Las mentiras de Watako y los temores de Fuminori se dejan acompañar por la banda sonora de la cantautora nipona Eiko Ishibashi (Drive my car, La espada del inmortal), quien añade un tono de dulzura al dramatismo del relato. Entre flashbacks y retornos al presente desolador del matrimonio, Fuminori deja ver su ansia por un futuro junto a Watako en el que mudarse a una casa más grande para poder tener hijos. En esa mentira de la promesa del matrimonio, Watako se ve consternada por la muerte de su amante, a quien desde hace años le confía sus peores secretos, y deja que el poso de su pena recale en su relación con Fuminori, quien le propone hacer “las escapadas que hacían antes” para reavivar la llama del amor.
Con un tono tierno y sutil, Tatö crea un universo lleno de analogías en el que el peso de la culpa y el secreto hacen que el amor se diluya. Bajo la premisa de “la peligrosidad de la negación”, Watako se deja ver ante marido cuando no le queda otra opción, cuando ve que su otro gran apoyo ya no está para escucharla. En ese momento empieza a sentir el peso de la soledad sobre sus hombros, aunque siempre ha estado acompañada. De manera muy inteligente, Tatö emplea el cine para hablar del imaginario ideal de la pareja, y recuerda cómo todas “comienzan como amantes” y tal vez funcionan mejor antes del primer “sí, quiero”.