El oscarizado director de 'The Artist' se atreve con una sátira sobre el cineasta de culto Jean-Luc Godard en 'Mal genio'
VALÈNCIA. Michel Hazanavicius (París, 1967) ha vuelto por sus fueros cómicos. Tras una incursión fallida en el drama en 2004, con The Search, remake de Los ángeles perdidos (Fred Zinnemann,1948), el director francés retoma el género que le dio fama y premios. Pero el resultado ha incomodado a cierto sector de la cinefilia, pues el objeto de su sátira es una bestia sagrada de la nouvelle vague, Jean-Luc Godard. Mal genio, cuyo estreno está previsto el 12 de octubre, está ambientada entre 1967 y 1969. Este periodo convulso de protestas en Francia por parte de grupos universitarios de izquierdas coincidió con la crisis matrimonial, artística y política del cineasta de las gafas de sol. Hazanavicius propone un ejercicio humorístico y pop para relatar el fin del segundo matrimonio del cineasta y el mayor punto de inflexión en su carrera, en el que evolucionó de artista estrella a maoísta extremista antisistema. La película se basa en el libro autobiográfico de la ex mujer de Godard, Anne Wiazemsky, Un año ajetreado, publicado en España por Anagrama. La actriz Stacey Martin, conocida por irrumpir en la gran pantalla en la controvertida Nymphomaniac (Lars von Trier, 2013) interpreta a la musa de Godard. Y Louis Garrel, hijo de uno de los coetáneos del director de Al final de la escapada (1959) y El desprecio (1963), Philippe Garrel, da vida al protagonista.
- ¿Te supuso alguna presión o temor embarcarte en el retrato de un director de culto que además está vivo?
- No tuve ningún miedo. El temor no es un buen motor de creación. Y tampoco sentí demasiada presión. La experiencia ha sido, en cambio, un gran placer. Godard es conocido como una persona plácida y agradable. Y Mal genio no es una película histórica ni un biopic. Es más una fantasía protagonizada por un personaje que resulta ser Jean-Luc Godard. Es un tributo.
- ¿Por qué decidiste abordar un momento de crisis existencial y de ruptura sentimental desde el género de la comedia?
- Si se hubiera tratado de Mel Brooks o de Charles Chaplin, hubiera sido interesante hacer una película seria, pero en el caso de Godard, debía tirar por la comedia. En los sesenta, su cine era muy divertido. Era agudo, irrelevante, libre… La gente ha querido convertir a Jean-Luc en una pieza de museo, pero yo creo que era necesario revivirlo. La comedia es la manera de humanizarlo y de aceptar las paradojas de su forma de ser.
- La película consta de muchos guiños a las películas que Godard rodó en el periodo, hay movimientos de cámara y encuadres muy reconocibles, escenas en blanco y negro, títulos que contradicen lo que estamos viendo… ¿Cómo has trabajado con los responsables de vestuario, fotografía y arte este homenaje?
- Hice a todos partícipes de mis intenciones y les facilité documentación. Sabía por ejemplo, que quería trabajar con colores primarios. Quería que hubiera objetos de color rojo, amarillo y azul, y que los extras fueran vestidos en gris, marrón, blanco, negro. Quería componer el encuadre a partir de estos colores, así que cuando hay escenas de manifestaciones, el color amarillo está en primer plano o compongo a partir de dos personas vestidas en rojo separados del resto. Intentamos tomar inspiración de diferentes películas para diferentes secuencias. Uno de los principales retos fue crear una película coherente con dos fuentes de imágenes muy diferentes, la estética de Godard y las noticias, porque la mayoría de las imágenes de las revueltas y las manifestaciones de ese periodo proceden de los noticiarios. Es televisión en blanco y negro, en formato cuadrado.
- ¿Hay alguna película suya que haya influido en tu carrera?
- Por supuesto. Todo su primer periodo. Las películas de los años sesenta fueron muy inspiradoras. Todos los cineastas posteriores le debemos algo, porque abrió nuevos caminos en el séptimo arte y arrojó libertad y vitalidad, audacia a los modos en que hoy hacemos cine. Fue y sigue siendo muy libre. Tiene 87 años y en la manera en que rueda películas hay mucho coraje y muchos huevos.
- En Memorias de un seductor, unos aliens le reprochan a Woody Allen que sus primeras películas eran más graciosas. A Godard le sucede otro tanto, que el público le pregunta por su cine anterior. Y a ti te pasó algo similar después del éxito de The Artist. ¿Cómo afrontas el cuestionamiento de la audiencia?
- De hecho, no me preguntan por una secuela de The Artist, sino por la tercera película de mi saga OSS 117 (una comedia retro sobre espías protagonizada por Jean Dujardin que tuvo dos entregas, El Cairo, nido de espías, en 2008 y Lío en Río, en 2010). Me la piden constantemente. Y eso es una gran presión, porque por un lado, no quiero decepcionar a la gente, pero por otro, sólo quiero hacer el cine que me apetezca. Así que he de ser egoísta en esa decisión. Tendrán que esperar. Todavía no ha surgido una idea honesta para rodar una nueva parte. Godard resolvió la cuestión. Eso sí, de una forma radical: él sacó a la gente de la ecuación.
- ¿Crees que Mal genio hace justicia con Godard?
- Esta no es la visión definitiva de Jean-Luc. He tomado su figura y la he incorporado a una ficción. En ese sentido es una comedia y quizás hay incertezas, pero se trata de una evocación honesta.
- Louis Garrel parece, de partida, una apuesta metacinematográfica, pues no sólo es hijo de un director de la nouvelle vague, sino que su ópera prima como actor fue Soñadores (Bernardo Bertolucci, 2003), donde también se recrea este periodo. ¿Fueron razones que pesaron en tu elección?
- Es muy difícil hacer una película. Demanda mucho dinero, mucho esfuerzo, así que no le das el papel protagonista de tu film a un tipo por ser el hijo de otro. Es una cuestión de confianza. A Louis lo contraté porque es un actor formidable y trabaja muy duro. Le conozco y tiene un potencial de comedia que hasta ahora sólo habíamos entrevisto. Para él fue un reto. Él suele decir que somos Capuletos y Montescos. Su cine de referencia es la nouvelle vague y el mío, el cine moderno. Y en cierto modo, es cierto.
- El papel de Stacey Martin también es complicado, porque ha de combinar la sensualidad con la inocencia y su pérdida. ¿Cómo te decidiste por ella?
-Stacey tiene muchas virtudes. Tiene un rostro vintage y hay algo trágico en su belleza. Es de una gran hermosura, pero puedes leer muchas emociones en su cara. Además, aceptó salir desnuda y ser filmada como un objeto pop, lo que es una forma de hablar del periodo y de cómo Godard se enamoró de ella. De hecho, quieres que estén juntos gracias a ella, no gracias a él. Y quería que ese vínculo con el público se forjara desde el principio, porque si no quieres que se separen, la ruptura resulta muy trágica.
- ¿Qué lugar ocupa esta película en tu filmografía?
- Mi madre me ha dicho que es la mejor que he hecho, y algunos amigos están de acuerdo. La razón reside en que es una comedia muy divertida en la que hay algo de política. Cuando haces una comedia sin más, a la gente le cuesta valorarla como una buena película. The Artist estaba formalmente muy bien hecha, pero el guión era muy ligero. Era una historia de amor bonita y ya. En cambio, Mal genio es más completa, porque hay romance y una historia más profunda, la comedia lidia con la tragedia y existe un reto formal.