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VIDAS CRUZADAS

Cuando Manu conoció a César

  • Fotos: KIKE TABERNER
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VALÈNCIA. Manu vive en el sexto piso de un edificio cualquiera dentro de un barrio obrero de València. César, en el quinto. En su casa -100 m2, distribución clásica, cocina estrecha- prepara la comida para él y su familia, que se compone de tres niños, mujer y perro. Que si arroz, que si lentejas. Por mucho que se dedique a la cocina profesional, prefiere los platos clásicos, con buen producto y mejor mano, que siempre serán los mejores del recetario. De ellos se beneficiaban los suyos, hasta que la pandemia lo cambió todo. Un día, el mundo dejó de ser lo que era y la crisis del coronavirus nos obligó a definirnos como personas, para lo bueno y para lo malo. Por suerte, ha habido más de lo primero. Y la solidaridad ha conferido un nuevo impulso a su proyecto, Vidas Cruzadas, una empresa que antes se dedicaba al catering privado, pero que ahora constituye el salvavidas de muchos de sus vecinos. 

Cada día, Manu prepara de cinco a diez táperes de comida y se los entrega a aquellos que no pueden cocinarse. Sus padres, sus vecinos y otra gente del barrio. Entre ellos, a César, un señor de 81 años que se quedó sin la atención de su cuidadora debido al confinamiento. Se lo contó durante uno de esos cruces de ascensor, de los de 'hola y adiós', y al día siguiente tenía la comida colgando de la puerta. Ensalada, guiso de pescado, pan y una pieza de fruta. 

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