VALÈNCIA. Si algunas ausencias siempre son lacerantes, en Navidad la herida parece recrudecerse todavía más. Los espumillones y las copas de cava se alían para lanzar una suerte de cruel “¿Qué hace una silla vacía como tú en una reunión festiva como esta?”.
Al sentimiento de pérdida se le suman, a golpe de pandereta, incómodos compañeros de viaje como la tristeza, la negación, la incomprensión, la soledad, los reproches o arrepentimientos y una, a menudo, infructuosa búsqueda de sentido.
Fallecimientos de familiares, amigos o parejas. Separaciones sentimentales, rupturas amistosas. Grandes tragedias y desgracias cotidianas. Cada recodo del duelo chirría angustiada entre la maraña de luces navideñas, los villancicos machacones y la felicidad por decreto que lo invade todo en estas entrañables fechas.
Decididos a sobrellevar los rincones más sombríos de la pérdida, desde Culturplaza hemos pedido a algunos agentes culturales que compartan sus propuestas para acompañar, reconfortar, tratar de encontrar respuestas o, al menos, descubrir que no estamos solos en nuestras preguntas. Libros, películas, creaciones escénicas y muchos otros artilugios que ofrecen consuelo y refugio ante la desaparición de nuestros seres queridos.
Spoiler: Joan Didion y, en especial, su libro El Año del pensamiento mágico se erigen como los protagonistas de este encuentro. Y es que, como ella misma narra: “La vida cambia en un instante.Te sientas a cenar y la vida que conocías se acaba”.
“El duelo es un proceso bastante cinematográfico. Proyectamos en nuestra mente los recuerdos de quienes hemos perdido y revivimos las emociones de esos momentos. Nos gustaría poder retener a las personas que se van como cuando te quedas viendo los títulos de crédito y no te apetece volver a salir a la ciudad.
Personal Shopper no sé si ayuda a pasar un duelo, pero sin duda aborda el tema de la manera más interesante. La película habla de una mujer que transita el duelo de su hermano mellizo, trabaja de personal shopper por el día y de médium por la noche. Este trabajo de médium es la traslación del recuerdo de su hermano, un recuerdo que se resiste a dejar ir. En tono de thriller o drama fantástico, Olivier Assayas crea un mundo donde te puedes comunicar con el más allá directamente por WhatsApp y donde se combina el proceso del duelo con el ritmo de la vida capitalista.
En La Quimera, Alice Rohrwacher podría habernos ofrecido una comedia romántica maravillosa entre Josh O’Connor y Carol Duarte, con tintes mágicos y ambientada en Italia, si no fuera porque él se pasa la película transitando el duelo por su anterior novia. Está, lo que podría decir,“emocionalmente no disponible” mientras busca tesoros etruscos.
Otro personaje incapaz de superar un duelo no resuelto es Scottie, de Vértigo. Hitchcock construye, en la segunda parte de la película, una trama profundamente inquietante, en la que el protagonista intenta vestir y peinar a su nueva pareja como si fuera la mujer que perdió en trágicas circunstancias.
Por suerte, también a Nora Ephron, que en Algo para recordar nos enseña otra manera de pasar el duelo, de forma bastante menos tóxica. Un padre y un hijo pasan sus primeras Navidades sin su madre después de la muerte de ella. En una muestra increíble de inteligencia emocional, el hijo llama a la radio para ayudar a su padre, a quien ve deprimido desde su viudedad. Ephron nos presenta el recuerdo de la mujer ausente como alguien fantástica, cariñosa e inteligente, y a este padre e hijo intentando acompañarse en el duelo. Lo interesante es ver la evolución de ambos respecto a un nuevo amor, sin que este signifique renunciar al recuerdo de la mujer y madre que han perdido, sino casi como una manera de honrarla.
Volviendo al entorno europeo, Céline Sciamma en Petite Maman nos propone combinar el cine de espectros, los viajes en el tiempo y la fantasía infantil para transitar el duelo de una madre. Manejando todos los mecanismos cinematográficos de manera muy sutil, nos presenta a una niña con la oportunidad de conocer a su madre, también de niña. Una película lúcida y tierna para poder combatir la pérdida y decir ese adiós que se quedó sin pronunciar.
En el cine español, encontramos dos ejemplos destacados. Rendir los Machos de David Pantaleón, una comedia observacional combinada con drama, donde dos hermanos que se odian deben cumplir la última voluntad de su padre: llevar siete machos cabríos durante 100 kilómetros por Fuerteventura. Por otro lado, La Casa, película de Álex Montoya basada en el cómic de Paco Roca, sigue a tres hermanos que se reúnen para decidir si vender o no el chalet de sus veranos tras la muerte de su padre. La excusa inmobiliaria les sirve para reencontrarse entre ellos y sanar su propio duelo por la muerte de su padre en familia”.
“El año del pensamiento mágico, de Joan Didion (Random House), es uno de los libros más importantes de mi vida. La prosa sencilla, pero a la vez férrea y precisa de Didion me ayudó no solo a comprender qué era el duelo, sino a vivirlo y atravesarlo. Explica la muerte de su marido sin sentimentalismo, pero emociona genuinamente cuando desentraña la complejidad de aceptar cómo la vida cambia en un instante.
También tenemos Irse, de Esmeralda Berbel (Comba). Más centrado en el duelo amoroso de una separación, Berbel hace algo portentoso en este libro lleno de lirismo que es cerciorarse de que algunos duelos son difíciles de vivir porque parten de distancias preexistentes, de heridas por sanar, de preguntas por resolver. Y eso es lo que duele, más que la comprensión de que algo se acaba, o alguien fallece y desaparece de nuestra vida.
Sobre el duelo, de Chimamanda Ngozi Adichie (Random House), resulta especialmente recomendable por ser un muy breve y estricto ensayo vivencial, sin circunloquios ni ficción. Chimamanda afronta el duelo por su padre, con el añadido de la experiencia migrante. El dolor como forma de reconectar con sus raíces, con Nigeria y con lo que la une a la tierra de sus ancestros; la pérdida como proceso de aprendizaje.
Y me gustaría proponer la olvidada serie de animación Undone, de Raphael Bob-Waksberg y Kate Purdy. En ella, exploran el duelo de una hija por su padre con la ciencia ficción como coartada. Tras un accidente de coche, la protagonista empieza a experimentar el espacio-tiempo de forma extraña, como si pudiese viajar por él, en una alegoría de la depresión de la que empezará a salir con la ayuda, precisamente, de su padre fallecido que le pide que investigue su muerte. Una bellísima historia, visualmente muy original, pero muy realista en su forma de tratar la ausencia.
“Un título estupendo: Vivir con nuestros muertos, de Delphine Horvilleur (Libros del Asteroide). Horvilleur es una de las primeras mujeres rabinas de Francia y reflexiona sobre su experiencia oficiando numerosos entierros, incluidos algunos muy relevantes, como los de las víctimas del atentado de Charlie Hebdo. La obra aborda diferentes situaciones relacionadas con el duelo y para ello se basa en casos reales a los que ella se ha enfrentado. Es un libro duro, pero precioso.
Otro volumen destacable es El árbol de los recuerdos, de Britta Teckentrup (nubeOCHO). Se trata de un álbum ilustrado para enseñar a los niños qué es la muerte y el duelo. Constituye una herramienta maravillosa para abordar estos temas de manera sensible y accesible para los más pequeños”.
“Siempre recomiendo Noches Azules, de Joan Didion (Random House). Este brillante escrito da vueltas sobre el luto, la culpa, el amor y la relación de madre e hija. Lo hace desde el intentar comprender. Un libro muy duro pero también poético.
También es una maravillosa opción Poco se habla de esto, de Patricia Lockwood (Alpha Decay), que empieza con unos párrafos que recuerdan a lo frenético de nuestra vida en redes, huyendo de la vida que nos rodea, del cambio climático, las crisis económicas... hasta que se topa con algo que realmente le hace prestar atención al presente: la afección de su sobrina con un raro síndrome. Desde ahí el duelo toma una forma real, tangible.
Como última sugerencia: No Home Movie, película que se adelanta un poco al duelo después de la muerte de una madre. Chantal Akerman habla con su madre y filma sus últimos días. Lo más curioso es que se convertiría en una especie de testamento audiovisual de la propia Akerman: en uno de los momentos de la peli, ella desaparece del plano. La cámara no la sigue”.
“Empiezo con una obra maravillosa de Víctor Sánchez estrenada en Russafa Escénica este 2024: Valparaíso (cuatro días cuatro noches). Habla de tres hermanos muy diferentes entre sí que han perdido a su padre, cuyo último deseo era que ellos se juntaran. El progenitor siempre hablaba Valparaíso, pero como no tienen dinero para viajar a Chile, se van un resort de la costa mediterránea algo kitsch y venido a menos. La pieza retrata cómo cada uno pasa el duelo, los conflictos que surgen… Todo está presentado en clave de humor, pero su dramaturgia tiene también algo muy intenso y muy íntimo.
También propongo la serie estadounidense Somebody, somewhere. Aquí se trata el duelo desde un punto de vista muy natural, con un humor muy fresco. Es la vida de una mujer que no logra superar una pérdida y cómo afecta eso a su día a día y a su contexto.
Por último, me impactó mucho la exposición Diario de un duelo, de Ismael Marco-Carrillo. La muestra aborda, desde el proceso artístico, las distintas fases tras la pérdida de su padre. La vi este verano en el Centre Octubre e incluía fotografías de objetos del progenitor, notas y también, por ejemplo, autorretratos en los que el fotógrafo aparece afeitándose, pues es una de las últimas cosas que su padre le enseñó a hacer”.
“El tiempo vivido sin su fluir, de Denise Riley (Alpha Decay) es una preciosa y, a la vez, cruda reflexión sobre el tiempo atrapado tras la muerte de un ser querido al que por ley de vida todavía no le toca partir. Este libro aporta un ratito de empatía y acompañamiento. Una muerte demasiado temprana que deja un profundo hueco en el que el tiempo se detiene y a la vez continúa para quien sigue en este mundo.
También recomendaría The show must go on, el clásico de Freddie Mercury que nunca llegó a tocar en directo. Esta canción es esa energía que se necesita para continuar cuando el dolor te detiene y te pesa. Una llamada a seguir viviendo en este mundo en el que todos somos personajes de un gran espectáculo.
Y, por último, El año del pensamiento mágico, de Joan Didion (Random House), uno libro clave sobre el duelo. Didion te lleva de la mano a través de su dolor, de su incomprensión ante ese segundo que lo cambió todo. Consigue acercarte a su sufrimiento sin drama ni tragedia. Hay cierta distancia emocional y no resulta una lectura dolorosa, sino iluminadora. No hay que olvidar que durante un duelo la persona tiene que saber qué contenido puede consumir y cuál es mejor dejar para más adelante”.
“Una propuesta imprescindible es ¿Así es la muerte?, escrito por Ellen Duthie y Anna Juan Cantavella e ilustrado por Andrea Antinori (WonderPonder). Se trata de un libro que recoge 38 preguntas de niños y niñas sobre la muerte a partir de talleres internacionales en los que participaron menores de entre 5 y 15 años. Los autores del volumen deben responder a esos interrogantes. Es un libro tierno, desprejuiciado, riguroso y extrañamente alegre que invita a conversar, reflexionar y preguntarse por la muerte.
Por otra parte, recomiendo Adiós al porvenir, de Manuel Azaña y con ilustraciones de Manuel Flores (Media Vaca). En 1939, perdida la guerra civil, el presidente Manuel Azaña se encaminó al destierro. En cuanto pudo, escribió una extensa carta a su amigo Ángel Ossorio para explicarle sucesos que conviene conocer y que Azaña cuenta de manera emocionante”.
“Mi primera sugerencia no podría ser otra que El año del pensamiento mágico, de Joan Didion. Recuerdo leerlo y entender perfectamente esa sensación que ocurre cuando acabas de perder a alguien muy querido y todavía no lo has asimilado. Todos esos momentos cotidianos en los que piensas que esa persona aparecerá en algún momento y que su ausencia no es más que un sueño. Es completamente irracional, incluso puede parecer cómico, pero lo sientes realmente. Que Didion lo llamara ‘pensamiento mágico’ es un hallazgo maravilloso porque no hay otra forma de describir esa sensación. Para mí también fue fundamental el documental El centro cederá, que gira alrededor de su vida y producción literaria de Didion. En este sentido, su libro Noches azules tiene un prefacio de tres páginas que son sublimes y que recomiendo leer al menos una vez.
Toda esa idea del pensamiento mágico está muy presente en mi novela Cuando ya no quede nadie (Grijalbo). Acaba de morir el padre de la protagonista, Ofelia, pero además ella sobrelleva ya un duelo desde hace años; en este caso, un duelo amoroso después de que su marido le dijera que ya no la quiere. Y hay un momento en que Ofelia, que ha realizado todo un viaje para intentar conocer mejor a su padre, piensa que si hace determinadas cosas (como entrar en su dormitorio) se lo encontrará, ya que necesita hablar con él.
Mi otra propuesta es Nada se opone a la noche, de Delfín de Vigan (Anagrama). Su madre se suicidó tras una vida marcada por profundos problemas de salud mental. A lo largo del texto, descubrimos detalles sobre esta tragedia. La autora intenta diseccionar la vida de su madre no desde el rencor, sino desde el dolor y el deseo de comprender. Es un intento de rescatar los momentos clave que explican el deterioro de su salud mental. Entre esos eventos destacan experiencias como el abuso sexual. También aborda el dolor adicional de crecer con una madre que no fue tradicional ni adecuada según los estándares habituales. Aun así, la autora no deja de considerar que su madre sufrió una serie de injusticias por las que nunca recibió perdón ni reparación, pese a haberlas denunciado. Es un libro duro, valiente y desgarrador, como una autopsia emocional”.