El cambio de carteras en mitad de curso entre Vicente Barrera y José Antonio Rovira, los efectos de la Dana, la ausencia de plan estratégico o el goteo de ceses sin recambio han marcado este 2024 en el área de Cultura de la Generalitat
VALÈNCIA. 2024 ha sido, sin lugar a dudas, un año más que convulso para la Conselleria de Cultura. Con una primera parte liderada por Vicente Barrera (Vox) y una segunda mitad capitaneada por José Antonio Rovira (Partido Popular), el repentino cambio de carteras es la punta del iceberg de un curso marcado por el goteo de ceses y renuncias entre los directores de los principales organismos culturales de la Generalitat, por los problemas en la cobertura de las plazas o la ausencia del prometido plan estratégico. Si ya los propios programas electorales de ambos partidos no desvelaban grandes iniciativas en el ámbito cultural, en la práctica no se ha anunciado o llevado a cabo ningún gran movimiento que mire más allá del agitado presente, un escenario agravado primero por el cambio de gobierno y, ahora, por una Dana que ha acabado encallando la gestión en la urgencia frente a la ambición de futuro.
Presupuesto en mano aprobado y con varios responsables de instituciones culturales ya fuera de sus puestos, el inicio del 2024 iba a suponer la aceleración de la implantación de las políticas culturales de Vox. La propuesta del partido ultra en las cuentas dejaban claras sus prioridades: escorar las ayudas nominativas, ignorar el Any Estellés, dejar caer alianzas importantes como la Acadèmia Valenciana de l’Audiovisual, y crear unas nuevas, como los polémicos 300.000 euros a la Fundación Toro de Lidia para que organizara un Circuito de Novilladas. Esa era la práctica, la teoría se explicó de manera transparente en la presentación del Instituto de Cultura de la Fundación Disenso (think tank de Vox): ahora era el momento de “la obligación moral de defender la cultura grecorromana y los principios occidentales”, declaró entonces Barrera. Esta batalla cultural se libró, sobre todo, con el Ministerio de Cultura, y frente a eso, un Partido Popular intentaba distanciarse a veces y otras no tanto.
Más allá del relato, la transformación en las entidades culturales autonómicas seguían su curso purgando sus organigramas. Tras el cese de José Luis Pérez Pont al frente del Centre del Carme (CCCC) y de las tres direcciones adjuntas del Institut Valencià de Cultura (IVC), llegaría la destitución de Abel Guarinos como director general del mismo, o la renuncia de Nuria Enguita al frente del IVAM frente a las acusaciones del propio Consell de haber recibido trato de favor en el concurso que la eligió. Los concursos públicos dieron también un vuelco. Lejos quedaría el Código de Buenas Prácticas en la configuración de algunos de los nuevos procesos, ahora sin baremaciones ni posibilidad de recurso y con tribunales donde se sustituyeron a las asociaciones profesionales por entidades afines como la Real Academia de Cultura Valenciana.
Esta transformación dejó a gran parte de los organismos culturales en situación de provisionalidad, que se fue solventando en algunos casos -aunque no por mucho tiempo- con la elección de nuevos perfiles, con el nombramiento ‘a dedo’ de Nicolás Bugeda como gerente del Consorci de Museus o la renovación total de la dirección y direcciones adjuntas del IVC. Llegaron entonces, aunque por poco tiempo, María Fuster y Joan Cerveró como directores adjuntos de Audiovisual y Música, quienes en sus proyectos daban pistas sobre el futuro del organismo, apuntando a la “despolitización de las ayudas” y a una “nueva programación” que “priorice solo la música de calidad”. Por su parte, María José Mora, directora adjunta de artes escénicas, accedió desde Dansa València con la idea de iniciar “un nuevo ciclo” en el que tener “al público como parte fundamental del ecosistema”.
En estos meses, una Pilar Tébar, aún como Directora General, centraba sus esfuerzos en el patrimonio histórico, donde sí consiguió desatascar varios asuntos enquistados, unos meses en los que también se apostó por potenciar la Ciudad de la Luz, aunque en este caso con un liderazgo que provenía más de Presidencia que directamente desde Cultura. Por su parte, Paula Añó, Secretaria Autonómica y principal cara visible de la Conselleria, adelantaba que se estaba trabajando en un nuevo plan estratégico que impulsaría los sectores de la música, el libro y el patrimonio.
La ruptura de todos los gobiernos autonómicos PP-Vox en julio, sin embargo, enterró el texto antes de que naciera y abocó al área de Cultura a un reinicio con la legislatura en marcha. La cartera perdía su ‘independencia’ volviendo a integrarse en la ‘macroconselleria’ de Educación, con José Antonio Rovira a la cabeza y manteniendo a Tébar como figura de transición entre una etapa y otra, aunque ahora como secretaria autonómica. Miquel Nadal y Marta Alonso completaban el organigrama como nuevos directores generales en un verano de transición en el que no se llegó a dibujar cuál era el camino que iba a seguir el área.
Más enfocado en el área de Educación, ciertamente Rovira se presentaba entonces como con un conseller de Cultura más bien accidental. De hecho, en su primera convocatoria de este ámbito, una visita al Centre del Carme en julio, admitió no haberlo visitado nunca antes. “La verdad es que es la primera vez que he venido [al CCCC] y me he sorprendido porque es algo precioso, pero también porque queda mucho por hacer aún. Y tan importante son los contenidos como el continente”, declaró entonces.
No fue hasta octubre cuando el conseller compareció en Les Corts para presentar las principales líneas de actuación en el área, una intervención que llegaba sin grandes anuncios y con el foco puesto en la rehabilitación y protección del patrimonio, un eje que venía marcando la agenda desde antes de su llegada. Su discurso, pues, fue en cierta medida continuista y, de hecho, asumió algunos de los mensajes de Vox, especialmente con respecto al fantasma del pancatalanismo. En este sentido, se encaró con las asociaciones de artes escénicas, que días antes habían emitido un comunicado contra las políticas del Consell, a las que afeó que estuviera firmado con la referencias al "País Valencià". "¿País Valencià?¿Eso qué es? [...] Es una forma amigable de empezar las relaciones con este conseller, ahí lo dejo”, señaló. Meses después, las relaciones con el sector no parecen haber mejorado.
Su comparecencia llegaba unos días después que el President Carlos Mazón anunciara en el Debate de Política General el impulso a un nuevo “plan estratégico de industrias culturales” que se realizará con el apoyo del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE) y que sustituiría al que estaba diseñando Vox, un plan del que hoy en día nada se sabe. También anunció Mazón, por cierto, la creación de una Dirección General de Industria Musical que no parece que se vaya a materializar. Y en este inicio de curso, además, se seguían acumulando las salidas. De manera inesperada, apenas unos meses después de ser elegidos, Cultura comunicaba el cese de María Fuster y Joan Cerveró como directores adjuntos del IVC, aunque sin presentar recambio ni, tres meses después de su marcha, haber iniciado proceso de selección. Álvaro López-Jamar apuntó a discrepancias internas y se volvió a tirar a la basura un concurso público por cuestiones que, supuestamente, deben superar este tipo de procesos.
Estas dos nuevas salidas se suman a los numerosos huecos por completar, plazas que, lejos de resolverse, siguen pendientes, siendo el vacío en las direcciones artísticas del IVAM y el CCCC algunos de los casos más graves. Aunque desde Conselleria se ha insistido en numerosas ocasiones en que ambas instituciones funcionan con “absoluta normalidad”, mensaje que también han repetido con respecto al IVC, lo cierto es que su compleja transición está dificultando el desarrollo de su presente, con numerosos proyectos suspendidos, y la puesta en marcha de un proyecto de futuro que depende de unos gestores que no llegan. En el caso del IVAM, el proceso de selección -que en un primer momento fue frenado por el TSJCV- está a la espera todavía de que Cultura lo desatasque; en el del CCCC, a la negativa de Hacienda a crear la plaza de dirección artística se suma la reciente renuncia de Vicente Samper, quien había asumido de manera temporal las labores. Por cierto, ninguno de los centros ha presentado sus programaciones de 2025.
Y en este escenario, llegó la Dana. La fatídica riada tuvo efectos devastadores en la cultura, anegando teatros, salas de ensayo o librerías, así como el almacén que custodiaba la colección de arte contemporáneo de la Generalitat, además de provocando un freno generalizado en las programaciones. Las pérdidas se cuentan en millones de euros. La respuesta de Cultura, sin embargo, no ha sido la esperada. Esta es la sensación generalizada de los profesionales, que han criticado duramente la “ausencia” de Rovira e “inacción” de una Conselleria que durante las primeras semanas de la crisis mantuvo un perfil bajo frente a un Ministerio de Cultura más activo en sus propuestas y en lo comunicativo. Fue hace unos días cuando, finalmente, se aprobaron las primeras ayudas específicas para las industrias culturales por parte de la Generalitat, dotadas con seis millones. Esta es la última fotografía de un 2024 que se despide con un sector debilitado, entre críticas, con un número inédito de plazas por cubrir, varias programaciones por presentar y la incógnita sobre los futuros presupuestos. Y, después, el largo plazo.
El goteo de ceses y renuncias dejan un escenario inédito en la Generalitat, que todavía tiene por cubrir dos direcciones adjuntas del IVC, la dirección artística del IVAM y del Centre del Carme o el director musical de Les Arts, entre otras plazas vacantes