ALGUNES NOTES SOBRE ART CONTEMPORANI  

Diana Guijarro: sobre incomodidad y tiempos expositivos

1/05/2021 - 

VALÈNCIA. El tacto de las teclas del ordenador acopla perfectamente con la punta de los dedos. El suelo blando de un parque permite que la niña no se haga daño. El lacado de la pintura del coche lo hace suave. El diván de la psicóloga es blando. La voz del coach suena delicada. Esta noche pido un delivery y que me traigan la cena a casa. Mientras, no paran de llegar correos, whatsapps, mensajes publicitarios, se cierra una página web, vibra el móvil… Un flujo continuo de inputs que necesitan ser cómodos y agradables para que nos podamos acoplar a todos ellos de manera rápida y fácil. Todo quiere ser fácil, rápido y cómodo para su consumo.

Los tiempos se sienten fugaces, las experiencias espectaculares y las digestiones demasiado aceleradas. Esta noche pido un delivery para cenar. ¿En esta contemporaneidad occidental, tan acelerada por los canales del flujo de información, cabe la posibilidad de habitar otros tiempos? Tiempos como la cocción del puchero de la abuela, tiempos como el chup chup de una buena salsa de tomate a fuego lento… No parece que esos tiempos tengan espacio en nuestras vidas vertiginosas y acabarán por desaparecer. Desaparecerán por su incómoda incompatibilidad con nuestros horarios. Nos pone nerviosos esperar, no es cómodo esperar.

"¿En esta contemporaneidad occidental, tan acelerada, cabe la posibilidad de habitar otros tiempos?"

Incluso una tecnología como el museo que siempre ha ofrecido un espacio de digestión lenta empieza a acelerar sus tiempos. Cada vez son más habituales las exposiciones blockbuster. Esa exposición que trae un nombre consolidado y famoso que nos permite volver a ver lo que ya conocíamos. El museo contemporáneo quiere exposiciones que se puedan devorar fácilmente. Se hacen colas en la puerta, se abarrota el museo y se justifica su programación. Fácil, cómodo y rentable. El museo podría ser un puntal contracultural de esta sensación del tiempo rápido y de los acoples cómodos, podría ser una alternativa a la cultura de la inmediatez y del darlo todo mascado. En una cultura del consumo de imágenes aceleradas por Netflix, Instagram o YouTube, el museo podría posicionarse en un consumo de la imagen lento e incómodo. Un espacio pensado desde la investigación y la pausa más que desde el like y el hype.

“La incomodidad de la que hablamos, me interesa pensarla desde el punto en el que tu entras en un espacio y ves o sientes que algo no te encaja. Me parece importante normalizar el no entender ciertas cosas y el no sentirte cómoda”, explica Diana. “Estamos tan acostumbradas, y se nos educa cada día, en un modelo de sociedad de la inmediatez, de la comodidad, de la fluidez y en la que todo tiene que ir bien, que las cosas que incomodan y cuestionan son puntuales”. Diana Guijarro (Alicante, 1980) es curadora de exposiciones, se licenció en Historia del Arte y le interesa ese tipo de exposiciones incómodas, densas y que partan desde la investigación. Sus exposiciones aglutinan referencias, obras y experiencias que no se sienten en una visita rápida, precisan de tiempo dedicado. A Diana le gusta que habites su exposición, entendiendo el habitar desde la lectura de Heidegger, habitar como proceso de construcción de tu espacio. En sus proyectos debes situarte, leer la exposición desde tu posicionamiento e ir estableciendo relaciones propias, que puede que superen incluso a la intención del relato expositivo. 

"ME PARECE IMPORTANTE NORMALIZAR EL NO ENTENDER CIERTAS COSAS Y EL NO SENTIRTE CÓMODO"

Hace unos años la comisaria curaba un proyecto en Las Cigarreras de Alicante que se llamaba Display Me. Una exposición en la que participaban los artistas Alberto Feijóo, M Reme Silvestre, Cynthia Nudel y Ángel Masip. Un proyecto que se planteaba como un marco temporal en el que las piezas iban cambiando. La muestra daba comienzo con unos talleres, aún, con las obras de arte embaladas. “Invitamos a la gente a una actividad en la que escribían unos textos que luego  pasaban a acetato y que más tarde se colgaron en sala. La gente cuando volvía decía: mira esa es mi frase. Busco siempre es punto de conexión entre la espectadora y la muestra” recuerda Diana. La curadora alicantina quiere que todo cuerpo comprendido dentro del espacio expositivo tenga la posibilidad de tener agencia. Por ello, sus exposiciones suelen complementarse con programas de actividades con el público que construyan relaciones que vayan más allá de la experiencia contemplativa. Actividades que trasformen el espacio y que añadan capas subjetivas a las piezas y exposición.

“Para mí la espectadora es parte esencial. Al final las participantes también habría que ver qué son. Porque igual alguien que abre tan solo la puerta ya está participando. Cuando hice Totalidad e Infinito en el CCCC, me gustaba cuando los auxiliares de sala me contaban que había gente que abría la puerta y decía: ah! Qué están en obras! Pues ya volvemos otro día y cerraban. Para mí ese tipo de reacciones son la parte esencial de las lecturas del discurso que tu has proyectado. Ese tipo de situaciones me da perspectiva sobre el proyecto, de cómo lo veía yo y cómo lo ve la gente”. 

Diana intenta llevar el proceso (y lo procesual) al espacio expositivo. No solo el desarrollo del trabajo de los artistas sino también trasparentar el trabajo comisarial. Partiendo de ese discurso, en el proyecto Totalidad e Infinito, la hoja de sala era un compendio de trozos de los textos que la curadora había leído para llevar a cabo la muestra. Le interesa compartir en crudo las referencias que han posibilitado llegar hasta la exposición, trasparentar que conceptos e ideas le han hecho reunir las piezas que dispone en sus proyectos. Los proyectos de Diana Guijarro se basan en recoger todo el proceso de investigación, ponerlo sobre la mesa y con la exposición abierta al público, continuar expandiéndolo. 

En el proyecto para el CCCC se creó un grupo de conversación. Una vez al mes se reunía en sala un grupo de diez personas para hablar de las piezas, compartir lecturas y sensaciones. El proyecto estaba pensado para que este grupo tuviese totalidad de intervención e infinitud de posibilidades. Las conversaciones mantenidas en las reuniones acababan trasformando el espacio. En un principio en sala solo encontrabas los textos leídos por la comisaria, después se intervino el espacio añadiendo los textos resultantes de las lecturas del grupo. La exposición ya no pertenecía a la comisaria, ni a los artistas, ni al grupo: se explicitaba que la exposición era una colisión casual de muchas voces que habían compartido unas lecturas, unos tiempos y un espacio. 

“Mostrar esos procesos me parece muy interesante y la manera que yo he encontrado es mostrando el espacio en transformación, obligándome a mí y a la gente con la que trabajo a dejar ciertas cosas como en suspenso, a que se viesen otras maneras… También es verdad que trabajando así a veces incomodo a la gente con la que trabajo y también lo entiendo”. 

En el sistema artístico los procesos de producción obligan a trabajar siempre pensando en un objeto que se visibilizará en futuro. El marco burocrático impone pensar en futuro propuestas que muchas veces cuando se vuelven presente se sienten desfasadas o que ya no casan con los tiempos. Desde su posición, Diana, intenta que sus proyectos no estén completamente cerrados y que tengan capacidad de adaptarse y responder al momento en el que se hacen presentes. Esta necesidad también la empuja a no producir exposiciones conclusas y que no acaben en el momento del desmontaje. 

Diana se siente cómoda con la figura del comisario independiente, sin embargo piensa que “falta un sistema cultural independiente fuerte”. Como agente que trabaja de manera externa para las instituciones, está acostumbrada a lidiar con tiempos que no sintonizan: mientras la institución mira desde un espacio temporal macro, los tiempos que los agentes independientes producen son micro. Por ello la comisaria entiende que “tiene que fomentarse más la relación entre iguales, aunque todos sepamos que no somos iguales. Pero debe haber una comunicación horizontal donde se cuiden a las personas implicadas. Esto es difícil que pase y suele ser parte de la precarización de este sistema”. 

Las relaciones de poder que se establecen con las instituciones llevan muchas veces a la autodefensa a través de lo que Guijarro dice como “el eterno no voy a hacer nada que moleste para que siempre se acuerden de mi”. Esta situación, para la comisaria, acaba dando proyectos cómodos, que no arriesgan y no generan disrupciones que nos lleven a pensar otros formatos, otros modos de ver y otras maneras de pensar y sentir. De este modo se acaba construyendo un sistema cultural basado en la comodidad y lo hegemónico. Un sistema que se aleja del cuestionamiento y de los tiempos que Diana Guijarro conjura en sus exposiciones.

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