VALENCIA. Una exigencia que cabe plantearle a todo certamen que se precie es su función de divulgador de cultura, su voluntad de aproximar al público propuestas dignas y significativas que sean de difícil acceso. Es obvio que en la era digital la disponibilidad de las producciones audiovisuales es mayor que nunca, pero se trata de un espejismo ya que, en paralelo, las innovaciones han permitido multiplicar las producciones independientes al abaratar los costes de filmación y montaje. Es por ello que se da la paradoja de que buena parte de la producción sigue lejos del acceso de los espectadores, al estar los medios de comunicación masivos condicionados por la dictadura de las modas, las urgencias de beneficios de la era neoliberal y los recelos de los espectadores a las novedades no testadas.
En ese sentido La Cabina, el certamen valenciano, que celebra su novena edición hasta el 13 de noviembre, cumple a rajatabla la premisa de acercar lo no conocido, lo nuevo, al ofrecer una selección que de entrada separa el grano de la paja. Ya sólo por su propio concepto, al prestar oídos a un formato alejado de las convenciones de la exhibición, La Cabina corrobora su razón de ser. Una aproximación a la sección oficial y a la artística Amalgama permitirá al espectador descubrir todo un muestrario de las posibilidades del arte cinematográfico, de las que se enumeran cinco como botón de muestra.
1- Cine de emulación: La balada de Ella Plummhoff, Barbara Kronenberg. 30’
Se proyectó en la gala inaugural. La balada de Ella Plummhoff de Barbara Kronenberg es una obra manierista, realizada a la manera de…, en este caso Wes Anderson. La imitación ha sido siempre una de las formas de progreso en el arte y es fundamental en el aprendizaje. Así, aunque es cierto que esta comedia recuerda demasiado al maestro que se imita, hay que contextualizarla como lo que es: un trabajo de fin de carrera, un ejercicio de estilo. De hecho su adscripción al mediometraje es casi azarosa ya que, siendo honestos, se podría haber reducido la duración a corto (menos de media hora) y con ello lograr un producto redondo.
Historia sobre el despertar al sexo de una adolescente alemana durante un verano confuso, la película tiene por protagonistas a Inga Dreger, Lia Huybrechts y Jessica Kosmalla. Como suele suceder en este tipo de trabajos, la carencia de medios es suplida con imaginación y aunque el resultado no es precisamente perfecto, con algunos gags bordeando lo obvio, tiene la suficiente entidad como para distraer a cualquier tipo de espectador y provocar más de una carcajada.
2- El drama cotidiano: Cariño, de Sebastian Schmidl. 40’
Con cierto aire de crítica social, el agrio melodrama austriaco Cariño sobre la destrucción de una relación es una de las joyas del certamen. Amargo, en la línea del cine de Haneke, es un trabajo que indaga en las relaciones de pareja y de padres e hijos con una desazón y un pesimismo lúcido. La historia está protagonizada por Hans, una persona a la que desprecian tanto su padre mayor e inválido como su pareja, y que afronta el último fin de semana juntos de los tres. Ella va a dejarle, a su padre lo va a enviar a una residencia, y la casa en la que viven los tres está puesta en venta.
La solidez narrativa que demuestra Sebastian Schmidl durante los 40 minutos del metraje, su apuesta por un ritmo premioso pero atinado, y el buen hacer de sus tres intérpretes, Andreas Kiendl, Anna Rot y el músico y actor Hannes Thanheiser (a cuya memoria está dedicado el film), no oculta las carencias de producción que se traducen en fallos de iluminación, pero que no minimizan en cualquier caso los méritos de una propuesta que contiene secuencias tan intensas como la del afeitado al padre. De las que dejan poso.
3- La comedia costumbrista como retrato: Haramiste, Antoine Desrosières. 40’
A veces las relaciones filiales tienen un componente tan ridículamente destructivo, que visto con distancia puede parecer hasta divertido. Especialmente en la adolescencia. Y más si esos adolescentes forman parte de una minoría. A partir de una situación de partida sencilla, dos hermanas adolescentes de origen musulmán en la Francia contemporánea y sus cuitas sentimentales, Antoine Desrosières construye una comedia tan divertida como tierna que tiene como valor principal el recital que dan sus dos jóvenes intérpretes: las novatas Inas Chanti y Souad Arsane que han debutado con este trabajo.
Haramiste, que se proyectó este jueves en programa doble con El secuestrador de perros, forma parte de ese tipo de comedias que toman como punto de partida la realidad inmediata para hablar de temas tan próximos como mundanos. El despertar al sexo, las relaciones de poder que se establecen entre hermanos, el poder de las convenciones, la irrupción de las redes sociales, todo ello subyace en un conjunto disfrazado de retrato cómico costumbrista. Como pasaba con Clerks (Kevin Smith, 1994), entre risa y risa, hallazgo gráfico (ese chateo al ritmo de la canción ‘Moi jo veux creure à l’amour’ de Jocelyne), chistes varios y giros, el espectador tiene la sensación de estar en ese mundo, de que se le ha abierto una puerta a unas vidas tan cercanas como desconocidas. Pese a su tono obviamente amable, el mediometraje ha suscitado una cierta polémica en Francia donde algunos le han acusado de racista y machista, con lo que demuestran no haber entendido nada.
4- El cine como experiencia: Limbo, Konstantina Kotzamani. 30’.
Reminiscencias de El señor de las moscas, mezclado con una estética que recuerda a la de Terrence Malick, apenas diálogos, Limbo es una de las películas más peculiares de la sección oficial; tanto que cabría preguntarse si no habría tenido mejor encaje en la paralela Amalgama. La joven Konstantina Kotzamani, que ha participado en Cannes con este Limbo, podría haber viajado en la historia, quien nos dice que no lo hace, o en el espacio, ídem, pero lo hace a través de la estética. En cualquier caso pretende trasladar al espectador a nuevos horizontes y lo hace con contenido intelectual, o aspiraciones de ello, con alusiones al cristianismo, a Jesús, a la iconografía religiosa y también a la artística.
13 niños, el niño muerto y Los Doce, ¿Jesús y los apóstoles? viven en comunidad en un espacio aislado. A partir de un versículo de Isaías, el 11:6 (‘Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará’), Kotzamani plantea en sus propias palabras “una alegoría”, un viaje por las emociones más básicas, a partir de la aparición de una ballena varada en ese universo cerrado. Como bien señala el director de La Cabina, Carlos Madrid, es una película que o gusta o saca de quicio. No hay término medio.
5- El cine como experiencia intelectual: Mientras hay vida, hay esperanza, Pero Kvesic. 53’
Mediometraje puro, su duración de 53 minutos es la preferida por los canales de televisión temáticos para programar, porque se ajusta a las franjas horarias. Su argumento, sus reflexiones, empero, están muy lejos de las convenciones de la pequeña pantalla. De su director, Pero Kvesic (Zagreb, 1950), se sabe que es el autor de una serie de dibujos muy popular, Los ositos voladores, y del guión de una película muy conocida en Valencia, Sólo se ama una vez (Rajko Grlic, 1981), porque fue la ganadora de la Mostra del Mediterrani de ese año.
Kvesic regresa pues a Valencia con una obra que recuerda al inolvidable Caro Diario (1993), de Nanni Moretti, si bien con un tono mucho más pesimista. Como bien resume la sinopsis, el film entrelaza la rutina diaria, los libros y la muerte, para hablar de la pérdida de fuerzas y de la fuerza para enfrentarse a la pérdida. Las relaciones personales, los vínculos con las mascotas, con el entorno, sirven a Kvesic para reflexionar sobre el paso del tiempo y la fugacidad de la vida. El techo. Es lo último que vemos antes de cerrar los ojos.