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“LO TENGO REPE”  

El fotógrafo Liberto Peiró lanza un álbum de cromos que resume tres décadas de conciertos en València

22/12/2022 - 

VALÈNCIA. València estrenará en enero un juego de coleccionismo cien por cien analógico y muy de aquí. Un álbum de cromos “como los de toda la vida”, pero que en este caso resume tres décadas de música en vivo en la ciudad y alrededores. El impulsor de esta idea es un personaje archiconocido de la escena musical valenciana, el fotoperiodista Liberto Peiró. Seguro que lo has visto por ahí, con su chaleco de mil bolsillos y la bolsa negra que le acompaña a todas partes, escurriéndose entre el público hasta llegar al pie del escenario y sacando la lengua a lo Gene Simmons. Exacto, ese es.

Peiró lleva desde 1989 ganándose la vida con la fotografía de conciertos, lo que significa que ha sido testigo de la inauguración y el cierre de muchas salas de la ciudad, así como del debut y la disolución de muchas bandas locales. En su papel como fotógrafo oficial del FIB desde sus inicios en 1995, también ha vivido desde dentro la eclosión de los festivales de música en España y el consiguiente cambio de paradigma que significó la consolidación de esta forma masiva y bulímica de consumir música en directo. Muchas de las imágenes seleccionadas para este álbum se tomaron en festivales de todo pelaje, desde los grandes hasta los minúsculos. 

La compaginación de su trabajo como freelance durante tres décadas con la dirección de la revista especializada Mondosonoro en la Comunidad Valenciana ha llevado a Peiró a generar un archivo fotográfico inmenso. Muy probablemente, el más amplio, variado y prolongado en el tiempo que existe sobre la evolución de la música en este territorio. Aunque sus gustos personales se aproximan sobre todo al punk, el garage y el rock and roll, su cámara no le ha hecho ascos a ningún género ni formato. A Peiró le interesa inmortalizar un macroconcierto de Madonna en Cheste, pero también -o sobre todo- un grupo underground en un centro social autogestionado.

Durante los últimos años, el fotógrafo valenciano ha aprovechado su archivo personal para desarrollar varios proyectos retrospectivos, como la exposición fotográfica En clau femenina. Dones a l’escenari, que acogió en 2017 el Colegio Mayor Rector Peset, o los fotolibros Grandes Festivales y Festivales Pequeños y gamberros, ambos publicados por Osadía Ediciones. Esta pequeña editorial valenciana, comandada por Ubaldo Fambuena, es también la que está detrás del álbum de cromos Tres décadas de música en València (1990-2020), cuya presentación oficial tendrá lugar el 20 de enero en la sala 16 Toneladas con una fiesta que, como es de esperar, incluirá conciertos. La banda madrileña Sex Museum y el dúo benidormí La Moto de Fernan serán los cabezas de cartel de una noche que culminará con una sesión de pinchadiscos a cargo del propio Peiró y Belle de Jour. Con la entrada -que tiene un precio de 18 euros en taquilla- regalan un sobre de cinco cromos.

Cómo funciona el juego

El arco temporal que cubre las más de doscientas imágenes que hay que conseguir para completar el álbum termina en 2020. Esto se debe a que la idea primigenia de este proyecto se le ocurrió a Liberto Peiró durante los más de 40 días de encierro que sufrió en los primeros compases de la pandemia, cuando le tocó atravesar el Covid-19 a pelo, sin vacuna y en el momento de mayor pánico colectivo frente a una enfermedad que todavía era muy desconocida. “Estaba solo en casa a punto de darme cabezazos contra la pared, cuando empecé a repasar mi archivo. Tuve la idea y llamé a Ubaldo, que enseguida se sumó al carro”. Una de las decisiones que tomaron juntos fue crear un formato muy específico, el clásico de los vinilos de doce pulgadas, que pudiese guardarse cómodamente junto al resto de tus discos. 

La idea de fondo de este proyecto -que en principio iba a lanzarse en 2021, pero tuvo que retrasarse en diversas ocasiones debido a que la normalidad tardó en llegar más de lo que se pensaba- es crear una excusa para que la gente se encuentre, se mezcle y lo pase bien. “Tanto el álbum como los sobres de cromos se venderán en tiendas de discos, pubs y salas de conciertos. Nuestra intención es hacer quedadas mensuales en distintos locales y pubs de València para intercambiar cromos repetidos”. El álbum tendrá un precio de 20 euros y vendrá por defecto con diez sobres de cromos. Cada sobre individual de cinco cromos tendrá un precio de dos euros.

Liberto nos cuenta que el principal criterio de selección de las fotografías ha sido la diversidad de estilos musicales, de formatos de concierto y espacios. Muchos de los 74 locales en los que se tomaron estas imágenes ya han desaparecido: Sonora, Nueve Tragos, Papillón, Bésame Mucho, Arena Auditorium, Cormorán, Durango, Heineken Greenspace, La Edad de Oro, Magazine Club, La Caverna, Wah Wah… De alguna manera, este álbum nos recuerda la fragilidad de salas de conciertos como modelo de negocio, sobre todo desde que encauzamos el nuevo siglo y cambiaron los hábitos de consumo de música.

Por su parte, en la nómina de artistas y bandas retratadas encontramos también de todo. Se ha seleccionado a bandas que pertenecen al olimpo de los mitos nacionales del underground -Píldora X, Carmina Burana, Furious Planet, Betunizer o Chewaccas- y también a muchas otras de renombre cuyos conciertos en la Comunitat Valenciana dejaron huella: PJ Harvey, Garbage, The Cure, Damned, David Byrne y muchos otros.

Contexto histórico

Para aportar un poco de contexto, Liberto llamó a tres periodistas de la ciudad para encargarles un pequeño texto explicativo de cada una de las décadas reseñadas en el álbum de cromos: 1990-2000; 2000-2010; 2010-2020.

“En 1990, València abre boca con Primal Scream, The Cramps y The Residents. Dos años después, con aquella vuelta al ruedo de Nirvana en el coso de la calle Xàtiva, el tremendo menú degustación esperaba listo para ser servido sin descanso: Kraftwerk, Iggy Pop, David Byrne, The Godfathers, The Breeders, Peter Murphy, Paul Weller, Pretenders, Therapy?, Rammstein, PJ Harvey, Elastica, Teenage Fanclub, Bauhaus, Manowar, Suede, Manic Street Preachers, Radiohead, Blur, Marilyn Manson, Pantera... Todo ello pudimos disfrutarlo gracias a las gentes de Arena Auditorium (y su hermano pequeño, Garage); durante muchos años, nuestro tres estrellas Michelin”, recuerda César Campoy en su texto, centrado en el tramo finisecular 1990-2000. “Animados por aquella vorágine sonora, pronto surgieron nuevos espacios. Por la mítica Roxy Club se dejaron caer Ocean Colour Scene, Nada Surf, Yatsura, Molotov, Cornershop, Yo la Tengo, Big Soul, Luna, Supergrass… En la efímera Papillón tocaron el cielo con la delicatessen servida por Pulp en noviembre de 1995 (tan solo tres días antes, Thom Yorke y los suyos habían despiezado su “The Bends” en Arena –así de movidito andaba el asunto–) o The Amps. La ecléctica Zeppelin Rock vivió noches de desmadre con The Dickies, The Fleshtones o The Dictators. The Central-Ku Manises, Repvblicca... Incluso el Velódromo Lluís Puig fue dispuesto para para servir platos principales como los de Iron Maiden, Bob Dylan, Sting o, repitiendo, The Cure o Simple Minds”, añade.

Foto: Liberto Peiró.

El resumen de la primera década del siglo XXI le corresponde a Eduardo Guillot, que analiza los factores que anidan detrás de la consolidación de los festivales. “Fueron años de vacas gordas que quizá hayan tenido algo que ver con la decadencia del circuito de salas. Asusta ver la cantidad de espacios que entonces acogían conciertos y han desaparecido: Wah Wah, Durango (Meliana), Roxy, Dub Club, La Edad de Oro, XY (Aldaia), La Caverna, el Colegio Mayor Luis Vives… A cambio, los pequeños festivales locales florecían por doquier, pero fueron un espejismo: casi nadie recuerda hoy el Ceramic (Manises) o el Mimed (Mislata). Y el FRA (Alaquàs) se mantiene, pero no es ni sombra de lo que fue. El virus de la festivalitis se unió a la generosidad con que se gastaba el dinero público, y la MTV se embolsó unos millones por el Winter Festival (The Cure, Franz Ferdinand), Heineken montó Greenspace en un espacio municipal (hoy Las Naves) y la Ciudad de las Artes y las Ciencias se apuntó con el Eclèctic, por donde pasaron Björk, Garbage o, ejem, Miguel Bosé”, escribe Guillot, actual director artístico de la Mostra de València-Cinema del Mediterrani..

Por último, a la periodista que firma este artículo se le encomendó resumir en unas líneas el periodo comprendido entre 2010 y 2020. Podríamos calificarla como la “década del bajón”, aunque eso no significa que no nos haya dado grandes conciertos y bandas estupendas.

Arrancamos la década metidos en el ojo del huracán de una crisis económica y la despedimos en plan apocalíptico, con salas cerradas y conciertos muy raros en los que estábamos obligados a pegar el culo a la silla y cantar los estribillos detrás de una mascarilla. 

Si los primeros dosmiles estuvieron marcados por la alegría del dispendio público y la eclosión de los megafestivales, esta segunda década se definió también por la multiplicación de los microfestivales de nicho (Tagomago, Truenorayo, Festunizer, Wáchina Wáchina); los conciertos “cuquis” en marcos incomparables, por la aparición de nuevos espacios para la música en vivo como el Centro Excursionista (CEX) y la consolidación de otros como La Residencia, principal cantera de la escena hardcore/punk/post-punk de la ciudad, y polo de atracción de bandas internacionales demasiado extremas o poco comerciales para encontrar encaje en las salas de conciertos convencionales. Derrota, Disparo, Trocotombix, Anti-playax, Cementerio, Automuro, Carmonas, Caballo Trípode, Betunizer, Antiguo Régimen, Cuello, Futuro Terror, Mausoleo... Todos son hijos de este no-lugar mágico donde el tiempo se detiene y las horas de éxtasis duran solo un minuto.

Foto: Liberto Peiró.

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