Hoy La Habitación Roja no actuará en la Sala Moon. Tal y como no lo hizo ayer en Barcelona, ni anteayer en Madrid
VALÈNCIA. Serían las seis de la tarde del martes pasado cuando, a través de las redes sociales, se lanzaba el mensaje: “Lamentamos comunicar que Jorge Martí, vocalista de La Habitación Roja, ha sido ingresado hoy de urgencia en Valencia por un tromboembolismo pulmonar y, aunque se encuentra estable permanecerá en observación hospitalaria durante los próximos días”.
La noticia se viralizó en redes como la pólvora y de las pantallas saltó a las páginas de los periódicos, digitales primero y en papel a la mañana siguiente. “Este tipo de noticias son las que más atraen a los lectores”, afirmó un periodista valenciano. Nunca falla: primer lugar en el ranking de ‘lo más leído’.
El pasado 16 de marzo, vio la luz Memoria, el nuevo álbum de La Habitación Roja. Un buen disco en el que Jorge Martí ha vuelto a volcar el alma; un álbum que continente canciones que desatan una viral reacción en cadena dentro de uno. Y ahora, un mes después, nos merendamos con este susto. A Jorge, ese tipo que lleva tanto tiempo cantándonos sus sinceras historias al oído, le ha pasado algo. En mi caso, nuestra relación ha traspasado hace tiempo la línea de lo profesional a lo personal; es un amigo al que quiero. Y me doy cuenta de que no estoy solo: miles de seguidores (muchos de ellos músicos/amigos) muestran en las redes su desasosiego, su amor por el cantante. Hay un hilo invisible pero resistente entre un artista al que admiras, al que has dedicado infinitas horas, y nosotros.
Entro en la habitación blanca del Hospital de Manises. Jorge luce estupendo. Pelo y barba bien recortados, tiene buen color y, oye, hasta le sienta bien el azulado pijama del lugar. El resto de la banda está junto a él, son familia. Imagino a su amada Ingrid y a sus dos hijas allí, en los paisajes nevados de Molde, deseando abrazar al papá.
Jorge lee abrumado los incontables mensajes de cariño que ha recibido a través de la tecnología. Esos dichosos y alienantes aparatos que, doy fe, a veces también transmiten calor, amor y vida. Capaz es de responderlos todos. Parte del personal sanitario lo ha reconocido y se mueve nervioso por los pasillos. Al parecer, algunos de ellos, llevan cosido en la piel ese hilo imperceptible y fuerte. Quizás más de uno dude entre pedirle autógrafo o temperatura.
Y esa misma noche, fue el mismo Jorge el que calmó los ánimos, a través de sus redes sociales, destensando esos miles de hilos: “Estoy abrumado por todas las muestras de apoyo y cariño que me habéis dado. El sentirse tan querido y apreciado es la mejor medicina para
Tuve la suerte de enrolarme en la gira del grupo hace un par de años. Compartí habitación Jorge. Merece capítulo aparte todo lo que allí sucedió. Cometí la temeridad de acercarme a un artista al que admiro y, lejos de la decepción que se presupone, salió reforzada esa devoción. De música, de fútbol, de paellas, de política, de la familia, de la vida… ¡qué fácil conversar con él! Y ahí está el mismo Jorge, sentado sobra la cama del hospital. Despierto, nerviosos, todo verborrea, agobiado por defraudar a la gente que había adquirido sus entradas.
Esta noche seguirá ingresado en el Hospital de Manises. Las noches en un hospital no son noches sino días oscuros y largos. Yo ya lo tengo claro: pienso estar allí, en el primer concierto que dé La Habitación Roja en cuanto Jorge se recupere.
Hablamos con el cantante de La Habitación Roja sobre la autobiografía que acaba de publicar en la editorial Plaza & Janés. El relato de una vida escindida entre la popularidad y el reconocimiento como músico en España y la existencia corriente y anónima en Molde, el pequeño pueblo noruego donde reside con su familia