VALÈNCIA. Se trata de una producción de Chuck Lorre, el creador de sitcoms de inmenso éxito como Dos hombres y medio y The Big Bang Theory, además de comedias como El joven Sheldon y Mom. Para mucha gente, su nombre es sinónimo de humor burdo, bromas sexuales y chistes escatológicos, y algo de eso hay, no cabe duda. Pero también hay más. The Big Bang Theory hoy, tras doce temporadas, se ha convertido en una comedieta más bien cansina de parejas, pero no hay que olvidar la excelencia de sus primeros años (en realidad unos cuantos, siete u ocho por lo menos), el riesgo que suponía dar el protagonismo a cuatro científicos nerds y hacer chistes sobre ciencia y friquismo. Por su parte, la magnífica Mom ha demostrado ser mucho más que una comedia de situación, sin eludir momentos dramáticos muy bien llevados y una mirada valiente sobre las adicciones, el fracaso y las vidas de las excluidas de la sociedad del éxito.
Ahora El método Kominsky, sin risas enlatadas, se centra en la vida de dos hombres en la tercera edad para hablar, con humor y cariño, de la vejez, de la enfermedad, de la muerte y de la decadencia física y mental. Pero también de las ganas de vivir, de la alegría y de la necesidad de no tomarse demasiado en serio a uno mismo. La protagonizan Michael Douglas (Sandy Kominsky), con 74 años, y Alan Arkin (Norman Newlander), con 84, y el título hace referencia al personaje de Douglas, un actor fracasado pero buen profesor de teatro con su “método Kominsky”. También pasan por allí, como artistas invitados, otros veteranos como Danny DeVito y Ann Margret.
El método Kominsky, tanto la serie como el sistema de enseñanza que desarrolla el protagonista, consiste, básicamente, en Michael Douglas derrochando carisma, con sus fulares, su gorra y sus gafas de sol. Este carisma innegable es el que le ha conseguido un Globo de Oro, y no su actuación en un personaje bombón hecho a su medida, que podría hacer con los ojos cerrados sin despeinarse. Eso, y que en Hollywood le adoran haga lo que haga o no haga nada, explica el robo que supone no haberle dado el premio a Jim Carrey (en fin, si los premios verdaderamente tuvieran la finalidad de hacer justicia), por la espléndida interpretación que hace de un personaje complejísimo como es el protagonista de Kidding. O que no lo haya ganado el gran Alan Arkin en la categoría de secundario, teniendo en cuenta que su personaje tiene muchos más matices y sinuosidades que el de Douglas y que sin él la serie perdería probablemente el 70% de su humor negro. Y es que parece que Michael Douglas corriendo al baño mientras se hacen chistes sobre su próstata resulta imbatible.
La serie comparte con el resto de creaciones de Chuck Lorre un tema que las recorre a todas: la exaltación de la amistad por encima de cualquier diferencia. Es lo más valioso de la serie: la amistad de los dos protagonistas. Mom comenzó como la historia de una familia, con abuela, madre e hija, y casi inmediatamente se transformó en la historia de un grupo de amigas, muy diferentes entre sí, unidas por su lucha contra la adicción. De hecho, alguna de las cosas que ofrece El método Kominsky han sido probadas con éxito antes en Mom, especialmente la convivencia de momentos cómicos con los dramáticos, como el capítulo del entierro, uno de los mejores. Reírse de la muerte, la enfermedad y la adicción, sin ocultar su dramatismo o su trascendencia, forma parte de los universos de ambas series y les concede un espesor inesperado. También está muy presente el sexo y una reivindicación jocosa y lúcida del deseo, aunque la edad complique el modo de vivirlo y gozarlo.
Lo cierto es que no estamos ante una gran serie; formalmente es muy convencional y a veces se notan mucho los clichés sobre los que está construida, pero se ve con agrado, no se hace larga (ocho capítulos de unos 20/30 minutos) y su reivindicación de la vida y la amistad acaba ofreciendo unas cuantas sonrisas, algunos momentos de verdad emocionantes y uno de esos lugares felices propios de la ficción.
Sandy y Norman no están solos
Sandy Kominsky y Norman Newlander no son los únicos representantes de la tercera edad que protagonizan series y ofrecen miradas lúcidas teñidas de humor sobre cómo aceptar y plantar cara a la senectud a pesar de lo jodido que resulta envejecer. También Netflix ofrece Grace & Frankie, que acaba de anunciar su sexta temporada. Interpretada por Jane Fonda (81 años) y Lily Tomlin (79), cuenta la historia de dos mujeres, de personalidad y vida bastante opuestas, que comienzan a vivir juntas cuando sus respectivos maridos salen del armario y les informan de que están enamorados desde hace mucho tiempo y quieren casarse. Los maridos están interpretados por Martin Sheen y Sam Waterston, ambos de 78 años.
Aunque ha sido nominada recurrentemente a numerosos premios (Globos de Oro, Emmy, Screen Actors Guild Awards) y va por su sexta temporada, ha pasado algo más desapercibida para el público que El método Kominsky, pero explora, quizá de forma menos abiertamente cómica, la vida en la tercera edad: la proximidad de la muerte, la vivencia del deseo, la enfermedad, el peso de la experiencia, las ganas de vivir y disfrutar.
Y Sandy, Norman, Grace y Frankie son herederos de, por supuesto, Las chicas de oro, aquella extraordinaria serie, de humor ácido e irreverente, capaz de hacer chistes con cualquier cosa. Sus cuatro inolvidables protagonistas nos enseñaron a reírnos de la vejez y la enfermedad, a buscar la alegría en todo y, como sucede en El método Kominsky y Grace & Frankie, a entender que la amistad es el bien más preciado.