Cómo conecta el mural Fashion Victim con la figura que Carceller plantó para darle la espalda a su vecino, un siglo más tarde
VALÈNCIA. Hasta hace pocas semanas el asomo de plaza, al acabar el pasaje Doctor Serra, en el reverso de la Plaza de Toros, era poco más (o menos) que el trasunto de un cuerpo urbanístico destinado a la compra intensiva. A efectos prácticos, la simulación de un brindis a la gran superficie comercial, al turbocapitalismo sustanciado de manera tan evidente que hasta el entorno ciudad queda subordinado. Pero ocurrió algo. Y ese algo que ocurrió tiene algo que ver con aquello que también sucedió hace cerca de un siglo. En la calle En Llop, confluencia con la plaza del Ayuntamiento, el ínclito Carceller, ser asombroso, mandó colocar en un palacio barroco en honor al conde de Ròtova un ninot enclaustrado en la fachada. Bajo el nombre del Nano daba la espalda, pero en realidad el culo, al vecino de enfrente: el marqués de Jura Real, con quien saltaban chispas. Un duelo face to face a partir de la arquitectura y el ornamento. La afrenta que se manifestó públicamente por un arte que no podría definirse de otra manera que como arte urbano.
Vicente Miguel Carceller, editor de ‘La Traca’, felizmente y por fin recuperado gracias al documental Carceller. El hombre que murió dos veces, no quiso derribar el Nano ni tan siquiera con el derrumbe el edificio, por eso la figura del trasero lustroso fue trasladada hasta La Cañada, en Paterna, y el día de su despedida, en agosto de 1929, hasta 2.000 personas, fueron expresamente para tocarle la nalga y despedirse, contó Vicent Baydal. El chance cómico hecho figura expresaba una idea ilustrativa de la convivencia en la ciudad: el conflicto como fuerza motriz, la diversidad y la voluntad de expresión que cala incluso en los elementos constructivos.
Por eso, recorriendo la línea del tiempo, la plaza que no era plaza alrededor del recinto de los toros, ha vivido estos días una sacudida gloriosa. Por fin es plaza. El mural del artista Escif, creado para otra obra, la del documental en curso sobre el Equipo Crónica, expresa buena parte de aquello a la que debe aspirar un área urbana: discusión, réplica a la homogeneidad, jarana y debate.
Escif, cuya impronta medio anónima requerirá llegado el momento su propia cinta homenaje, plasma, a las faldas de Dr.Serra, 80 m2 de escena en la que se exhiben algunas de las consecuencias del consumo textil en serie, acelerado, intensivo hasta el paroxismo. Si el Equipo Crónica “salió a la calle para mirar el mundo que les rodeaba e implicarse en él”, Escif “refleja su manera de entender el arte como una forma de compromiso social”, afirman desde la oficina del artista. El mural se convierte en bisagra de dos nexos artísticos. Pero también más. Mucho más.
El mural de Escif es también ese nano, pepito grillo, apostado frente al centro comercial para batirse en duelo, mostrar las vergüenzas de lo que está justo en frente. Su obra, Fashion Victim, que terminó de ensamblar el 29 de enero, permite encontrar al salir de ‘compras’, el reverso de su coste: el precio a pagar. Leggins. Camiseta de cuellos redondos. Sujetadores de algodón. Cardigans. Camisón. Blusas. Y niñas haciéndolas posibles en horarios -que se intuyen- interminables, condiciones infrahumanas, vigilancia perpetuas. Las víctimas de una moda pero, sobre todo, las víctimas de un modelo.
Aunque quede lejano, esa disputa vecinal que profirió Carceller a través de la fachada se reproduce ahora. Solo que los vecinos no tienen rostro ni nombre de pila, sino que se manifiestan como frías entidades extractivas que suplantan incluso la función básica de una ciudad. El vecino al que ya no se le puede llamar a la puerta: no hay timbre ni hay puerta. Por eso la manera de hacer frente es tan ingrata, tan híbrida, que comienza con un grito en la pared.
¿Puede el arte cambiar el mundo o influir en los acontecimientos?, se pregunta el documental sobre Crónica a su paso por el mural de Escif. Quizá puede contestarse haciendo un quiebro: el arte puede hacer que un no-lugar que simula ser un entorno público -aunque en realidad ejerza de monocultivo para una marca- adquiera la capacidad de lugar, ejerza de cruce de mentalidades distintas, permita llevar la contraria e impida un único pensamiento absoluto.
Escif, Carceller, Nano, Fashion Victim. Ha pasado un siglo, pero la urbe sigue teniendo la necesidad urgente de pronunciarse y crear divergencias.
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