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El sainete erótico valenciano sigue inflamando los teatros

La reposición de El Virgo de Visanteta, una ruta histórica por la Valencia “en flames”, dramaturgos, músicos y poetas recuperan la lujuria popular

6/04/2016 - 

VALENCIA. En el pueblo de Favara, allá por 1840, dos parejas interponen una querella de índole sexual. La tía Tomasa contra el tío Collons por sodomizarla, y Visanteta contra Pasqualo por no querer casarse con ella tras desvirgarla. A este hilo argumental, el diputado y alcalde de Sueca Josep Bernat i Valdoví le sumó léxico agrario, valenciano popular en verso y puñados de sal gruesa para dar forma al que se considera el primer sainete erótico valenciano, El virgo de Visantetai l’alcalde de Favara

La obra primigenia llega ahora al Teatro Olympia entre el 11 y el 13 de abril, en una versión que entrecruza el texto original con el guión cinematográfico que Vicente Escrivá dirigió en 1979. La obra final resume las 86 escenas de la película en 13. El director y adaptador de la pieza, Rodolfo Perales, justifica bajo este argumento el híbrido: “Con el destape, el sainete se revitalizó mucho. Ahora ya no se trata tanto de reimpulsarlo como de recordar un género muy apreciado, que tuvo mucho valor en el ámbito literario y teatral”.

Durante el periodo en el que se publicó esta obra dedicada a “una musa más puta que las gallinas”, como así predica el texto original, en toda España se escribían sainetes, pero el gestado en Valencia tenía su propia personalidad, donde campaba el agroerotismo y la vulgaridad en el lenguaje, pero sin procurar ofensa alguna. “El mismo Bernat i Baldoví afirmaba que las palabras no eran feas ni malas, sino que dependía de cómo se dijeran”, argumenta Perales, quien destaca en este cupo exento de afrenta, la extendida y amigable expresión “fill de puta”.

Este extremo lo comparte el bibliófilo Rafael Solaz, autor de la obra Figues i naps. Imatge, Erotisme i Pornografia en la literatura popular valenciana (Rom Editors, 2014), un repaso en 257 páginas a la literatura valenciana de corte coloquial, erótica y satírica desde el siglo XV hasta nuestros días.

A diferencia con otros lugares de España, el género del sainete valenciano disfrutó de un carácter abierto, festivo, desinhibido, pasional y predispuesto al goce con la sexualidad a flor de piel. El empleo de palabras y títulos con doble sentido fue fundamental. En los sainetes valencianos se utilizan expresiones que serían malsonantes en otros lugares de la península y que nosotros las usamos con normalidad porque forman parte de nuestra idiosincrasia”.

En los sainetes de la huerta Valenciana, nabos, chirivías, tomates, higos y longanizas se lubricaban, erguían y gozaban en sana algarabía sin censura literaria. 

“Los autores se inspiraron en aquello que les era familiar en su entorno. Allí se veían representados muchos de los lectores y seguidores de las obras. No olvidemos que los valencianos de épocas anteriores vivían bajo el carácter rural que nos caracteriza. Por ello el empleo de títulos tan comunes como productos de la huerta y sus frutas y verduras (figues, naps, moniatos…), marítimos (clotxines, petxines…) e incluso animales (pardal, conill, cotorra…), fue una constante. Este hecho, en general, no ocurrió en otros lugares de la geografía española”.

Por delante y por detrás

A Bernat i Baldoví, le precedieron, en el siglo XVIII, los llamados “col·loquis”, con el notario Carles Ros como escritor de referencia, autor de obras ricas en expresiones populares. A principios del siglo XIX le tomaron el testigo otras plumas, algunas anónimas, en la que se ha denominado “literatura de cordel” y “els col·loquis ó plecs de cego”, destinados a las clases populares. De las firmas surgidas a mediados del siglo XIX y hasta principios del XX, Solaz cita a Lluis Català, Blai Bellver, Constantí Llombart, Sanmartín y Aguirre… 

En el apogeo del género erótico satírico valenciano durante el siglo pasado, pesó la aparición de la Editorial Carceller, fundada en 1909 por Miguel Carceller y que en los años treinta, tras la proclamación de la II República, incorporó el carácter humorístico irreverente y anticlerical a sus publicaciones. La más célebre, la revista satírica La Traca.

 “La Editorial Carceller surgió en la España que trataba de despegar de posiciones conservadoras y religiosas tan presentes en el siglo XIX. Y lo consiguió, ya que su popularidad fue todo un ejemplo en el escenario periodístico y editorial”, destaca Solaz. 

La huerta en llamas

En la actualidad, y con la inmediatez que da internet, la tradición satírica valenciana está preñada de nostalgia, con propuestas como la realizada por el colectivo Horta Viva, responsables de la ruta València en flames. Sexe a la ciutat. De esta manera introducen la visita: “Nombrosos viatgers que han visitat la ciutat de València en segles molt diferents han definit al poble valencià com un poble alegre, viu, desinhibit, sempre disposat a la festa i a gaudir de la vida, i perquè no dir-ho, també prou calents. És l’hora de donar a conèixer una part de València que no apareix a les millors guies, però que és almenys tan real com la història oficial que apareix als llibres acadèmics”.

La próxima convocatoria es el próximo 17 de abril y entre los altos en el itinerario por la Valencia canalla, se hace hincapié en la tradición de la literatura erótica, en los sainetes, dichos y canciones picantes de esta tierra.

Al término del obsceno trayecto, que comprende curiosear en las gárbolas y figuras de la Lonja y descubrir el espacio donde se alojaba el prostíbulo más grande de Europa, los responsables representan el sainete de 1915 La mort de Fray Pascual. La trama, que viene firmada por Una musa llevantina, tiene como protagonista a un fraile que ha de guardar abstinencia en un convento de monjas, pero, finalmente, da rienda suelta a sus pasiones con una hermana. Cuando el prior descubre a la pareja en pleno fornicio, en lugar de censurar la desvergüenza, se suma. 

Esta desinhibición que caracteriza al pueblo valenciano tiene que ver con el Mediterráneo, con la temperatura y el clima, y también, como explicamos en la ruta, con la expansión económica y comercial del siglo XV, que llevó a la relajación moral. Somos un pueblo de comercio e intercambio cultural, y viajar nos ha hecho más abiertos”, concluye el director de Horta Viva, Miquel Minguet.

De aquellos polvos

Esto en lo que respecta a las huellas del pasado, las del presente, bajo el parecer de Rodolfo Perales, se rastrean en el trabajo desarrollado por la Taula Valenciana d’AutorsTeatrals que reúne a escritores de obras de teatro en valenciano, adaptadas a la vida actual. El dramaturgo y director de la presente versión de El virgo de Visanteta destaca a Josep Bea y Rafael Melià entre sus actuales integrantes, y a Lourdes Lanjarín y Josep Llopis entre los pasados.

A esta agrupación de legatarios del nuevo siglo, Rafael Solaz incorpora los discos y directos de Pep Gimeno “Botifarra”, que en la década de los ochenta recorrió las comarcas centrales valencianas para compilar canciones y romances populares de la tradición oral, en peligro de extinción. También incluye entre los herederos de esta lujuria creativa, al poeta fallero Joan Josep Serra i Martí, ganador el año pasado del I Concurs de Poesía Satírica Anfós Ramon con Baix el pomer, y Salvador Bolufer, ganador en tres ocasiones del premi Malva de poesia satírica, un galardón autonómico que otorga en la Gala de les Lletres Falleres anual, y es autor de la selección de sátira poética Burrera Comprimida (Edicions del Bullent, 1999). 

“Las fallas recuperaron –o siguieron- la esencia de los sainetes que popularizaron a principios del siglo XX. Hay autores que escenifican el monumento fallero con clara influencia de antiguas obras y gracias al teatro fallero se pueden ver representadas obras olvidadas o que sólo están en la memoria de los más mayores –señala Solaz- En general existen algunos poetas y dramaturgos que siguen en esa línea, lo que hace pensar que la expresión sainetera no ha muerto”.

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