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'Cabaret de los Hombres Perdidos'

El teatro hace campaña por la normalización de la transexualidad

La Rambleta estrena El cabaret de los hombres perdidos, que cuenta con un transgénero entre sus protagonistas

2/03/2016 - 

VALENCIA. Hoy hace nueve años y un día que las personas transexuales pueden cambiar en nuestro país el sexo y el nombre que figuran en su DNI sin necesidad de haberse sometido a una cirugía de reconstrucción genital. Desde el 1 de marzo de 2007, la Ley de Identidad de Género permite en España la inscripción en el registro civil con un nombre acorde al sexo con el que el individuo se identifica. Eso sí, los interesados deben tener la nacionalidad española, haber sido diagnósticados de disforia de género, esto es, disgusto con el sexo biológico, y sumar al menos dos años de tratamiento hormonal. En 2012, el colectivo daba un paso más en la larga senda por su normalización al ver desaparecer la etiqueta de patología mental en la llamada biblia de la psiquiatría, el DSM. Las siglas corresponden al Manual Diagnóstico y Estadístico de Enfermedades Mentales, publicado por la prestigiosa Asociación Americana de Psiquiatría. La herramienta de trabajo dejaba de referirse a la transexualidad como Trastorno de Identidad de Género, pero la Organización Mundial de la Salud, en cambio, no ha dejado de emplear el término.

Como otras realidades estigmatizadas y perseguidas en el pasado, la recepción social de los transexuales no cambia de manera drástica con la implantación de leyes y la erradicación de etiquetas. En su visibilidad y su normalización juega un papel fundamental la educación, y como aliados, los medios de comunicación y las artes.

Estos dos últimos años, cine y televisión han sido especialmente sensibles en el retrato de este colectivo. El pasado Festival de Toronto programaba hasta tres películas con personajes transexuales como protagonistas. Entre ellos, La chica danesa. Como parte de la corriente a favor, el biopic sobre la primera mujer transgénero en someterse a una intervención quirúrgica para cambio de sexo estuvo nominada a cuatro Oscar, de los que arañó la estatuilla a la mejor actriz de reparto para Alicia Vikander. En la pequeña pantalla, la temporada de premios también ha reconocido la calidad de dos series con personajes trans. En 2014, Laverne Cox fue la primera mujer transexual nominada a un Emmy a la mejor actriz por su papel de reclusa en Orange is the New Black, que finalmente se alzó con el galardón al mejor reparto, y Transparent, sobre un profesor jubilado que revela a su parentela su identificación como mujer, se ha alzado este año con el Globo de Oro a la mejor serie de comedia y con tres premios Emmy en los apartados de mejor dirección, actores principal y secundario. Menos vistoso y masivo que el audiovisual, pero más revulsivo en la experiencia, por ser una experiencia próxima y en directo, el teatro también hace campaña por la normalización de la transexualidad.

Hombres y mujeres perdidos

Cuando la vida te maltrata, siempre hay un refugio. Y no nos referimos al pasado que reivindicaban The Carpenters en su hit Yesterday Once More, sino al Cabaret de los Hombres Perdidos, un espacio de ficción creado sobre las tablas que ya ha sido ganador de dos Premios Molière en Francia y seis Premios Hugo en Argentina.

El musical de culto, que este fin de semana visita La Rambleta, relata cómo la vida de un chaval que quiere ser cantante adquiere nuevos bríos al conocer a un artista de la tinta y a una transexual en un salón de tatuajes. El papel de la última está interpretado por Ferrán González. “El personaje de Lullaby varía en función del país donde se representa la obra –aclara el actor-. En Argentina buscaban un perfil gracioso, más parecido al que puedes ver en un chou de Chueca o en el musical Priscilla. Pero el director de esta versión, Víctor Conde, quería asegurarse de la aprobación de los transexuales que acudan a ver la obra, así que hemos eliminado todo el deje drag queen, todo lo exagerado”.

El director, responsable de la segunda entrega de otro cabaret transgresor, The Hole, ha eliminado cualquier atisbo de travestismo y huido de colores chillones, plataformas y boas. La experiencia de González, que lleva desde septiembre representando la obra, ha sido muy positiva al respecto, porque siempre consigue sorprender a un público predispuesto al esperpento. “Lullaby podría trabajar perfectamente en una zapatería. Es una mujer normal, fina… Hemos quitado la idea preconcebida del transexual. El público lo aprecia y lo entiende distinto”, aplaude el actor, que para dar vida a su personaje prestó atención a los modos femeninos y no a los afeminados. En su opinión, todavía hay pocos papeles que puedan adjudicarse a intérpretes transexuales. “Estamos acostumbrados a las bromas, a poner un travestido para hacer un espectáculo nocturno en un bar, pero sería más interesante que los transexuales actuaran en los teatros en papeles convencionales”, reivindica Ferrán González.

Primera persona del plural

La secretaria de la Asociación Española de personas Transexuales e Intersexuales (AET), Cristina Jiménez, también opina así. “Cada vez que en una ficción sale algún personaje transexual con una profesión normal es un triunfo y una forma de normalizar al colectivo. Es importante que los guiones no caigan en la frivolidad y que dejen de dar una imagen de las personas transexuales asociada al morbo y relacionada con el mundo del espectáculo, el transformismo, los playbacks…”.

A partir de un taller impartido por la asociación, el año pasado se montó una obra de teatro documental titulada Transrealidades y que estaba protagonizada por cuatro mujeres transexuales, Ángela Floréz, María Alejandra Huertas, Inca Princess y Nayra Sánchez. El director del montaje, Camilo Vásquez, ahondó en sus cuitas en el trabajo, en sus anhelos y en su vida amorosa, y las instó a hablar de sus conflictos familiares y de los problemas añadidos asociados a la inmigración, pues dos de ellas son colombianas y una de ellas, peruano-española.

La conversación se desarrollaba alrededor de una mesa y se apoyaba en proyecciones audiovisuales, donde, por ejemplo, se mencionaba la boda de una de ellas con otra mujer, pero en calidad de hombre, pues al no tener la nacionalidad española todavía no había podido cambiar su sexo y su nombre en su documento de identidad. Jiménez destaca todos los factores positivos de la experiencia: “Reforzaron su autoestima y les sirvió de terapia para hablar de algo que toda su vida había sido un problema. La obra supuso que otras personas vieran cómo era su vida y por lo que habían pasado”.

Reencuentros que son musas

La pianista Clara Peya se reencontró hace un par de año con una amiga de la que no sabía desde hacía una década. Ahora era Miqui. Y quiso saber cómo era su vida y por lo que había pasado. Sus vivencias y las de otro transexual de su entorno, Pol, han sido extrapoladas a un texto dramatúrgico y construidas como un espectáculo. Limbo acaba de finalizar su segunda temporada en el Teatre Gaudí de Barcelona.

“Una de las cosas más hermosas que nos ha sucedido es que Pol y Miqui nos han cedido sus relatos, sus diarios, sus artículos en congresos y sus publicaciones para poder pasarlos por la coctelera del dramaturgo Marc Rosich. Ha sido de una gran generosidad”, agradece la directora, Míriam Escurriola.

Su propuesta es la historia de un tránsito, el del personaje de Alberto, que antes era Berta, a través de una doble mastectomía. La compañía que firma el montaje se llama Les Impuxibles y está conformada por la arriba mencionada Clara y su hermana, la coreógrafa Ariadna Peya.

Limbo (que estará el próximo mes de septiembre en la Fira de Tàrrega) combina el género musical con la danza teatro, la música en directo y el teatro de texto. Los instantes emocionales se alternan con otros más distanciados y brechtianos, que se abren a la performance. “Hay momentos en los que la música y la poética del movimiento nos llevan a la emoción. Buscamos conmover, despertar conciencias, liberar clichés y estereotipos, resaltando que nosotras somos parte de este espectáculo. No hablamos de gente ajena, sino de que todos nosotras somos diferentes en cosas para las que la sociedad no nos da espacio”, señala Escurriola.

La mejor recompensa que han recibido ha sido un tuit enviado por un chico transexual de la audiencia. El asistente acudió con su familia y tras el espectáculo, su hermano le llamó Álex, el nombre que ahora figura en su DNI, por primera vez.

Como argumenta Míriam: “El arte tiene otro canal y entra en lo más profundo de nosotros. No es como un congreso, sino que puedes ayudar a la transformación de las personas y empujarlas a valorar la diferencia”.


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