VALÈNCIA. Las fiestas patronales, estivales y vecinales son un elemento vertebrador del territorio como lo es el toldo verde presente en todos los balcones de los extrarradios y poblaciones de veraneo de las clases trabajadoras. Religión, laxitud moral, verbenas, mitos, comida popular y alcohol. A lo largo y ancho del país, se suceden los festejos que para el filósofo Byung-Chul Han son “una forma de terminación. (La fiesta) hace que comience un tiempo completamente distinto. La fiesta, como las celebraciones en los tiempos originarios, procede del contexto religioso. (…) comienza donde termina el trabajo como acción profana (literalmente: que está ante el circuito sagrado). El tiempo de la fiesta es diametralmente opuesto al tiempo de trabajo. La terminación del trabajo, como víspera de la fiesta, anuncia un tiempo sagrado. Si se suprime esa frontera o ese umbral, que separa lo sagrado de lo profano, queda solo lo banal y cotidiano, es decir, el mero tiempo de trabajo. Y el imperativo del rendimiento lo explota”. Para Han, la connotación del tiempo de festejos se ha pervertido, y lejos del descanso, exige la creación de otro producto: una obligatoriedad de pasárselo bien bajo un contrato integrado en el acuerdo laboral. No obstante, en una visita veraniega a España, el filósofo de origen coreano alabó el combo fiesta + siesta como “contradiseño católico del protestantismo". ¿Pueden nuestros fuegos artificiales y bocadillos a pie de calle romper las dinámicas de la cultura del esfuerzo? ¿Ese “enfiestarse” de discomóvil y litros de tinto de verano que sigue vigente nos separa de ser un pueblo errante entre el coworking y el coliving?
Hay ficciones que retratan la idiosincrasia nacional respecto a la fiesta. La más evidente es Fiesta, de Ernest Hemingway. La novela publicada en 1926 está ambientada etren París y España durante la década de 1920, y gira en torno a varios personajes anglosajones de la generación perdida que viajan a San Fermines para experimentar la adrenalina y la vida bohemia. De aquellas fiestas estos barros, bueno, entre las dos épocas hay más de veinte patrocinadores y productos como Noche y día, la parodia de película de espías protagonizada por Tom Cruise y Cameron Diaz. En el film rodado en Sevilla pero con aires sanferminescos, las dos estrellas huyen de los toros a lomos de una motocicleta.
En 2011, Daniel Sánchez Arévalo estrenó Primos, una comedia ligera, en el sentido más negativo del término, sobre tres primos —los actores Quim Gutiérrez, Raúl Arévalo y Adrián Lastra— unidos gracias a la boda fallida de uno de ellos y la añoranza del verano en el pueblo. En este caso, la población cántabra de Comillas. El largometraje es un encadenamiento de lugares comunes pero, ¿acaso no son eso las fiestas populares? En esa línea que, por desgracia, llena las carteleras está El pregón, de Dani de la Orden. Sobre el film protagonizado por Berto Romero y Andreu Buenafuente, Beatriz Martínez de El Periódico reseñó que el guión estaba “hecho con desgana, con gags de desecho (...) El espíritu de la fanfarria y la sátira berlanguiana queda aquí reducido a su mínima esencia. En ese sentido, El pregón atrasa el cine cincuenta años”. La periodista da con la clave narrativa de las ficciones respecto a las fiestas nacionales: el alma de Berlanga aparece, para lo bueno y para lo malo. Mientras que Luis García Berlanga en La vaquilla hace comedia con la Guerra Civil al ubicar la historia en la confrontación entre los sublevados de un pueblo de Aragón que anuncian una fiesta taurina y los republicanos que quieren sabotearla, la filmografía contemporánea suele moverse a caballo entre la nostalgia de pictolin y el chascarrillo fácil a costa de caricaturizar la ruralidad. Nota aparte es Amanece que no es poco, de José Luis Cuerda. El film de 1989 es un ejemplo surrealista que aprovecha los rasgos geográficos y estéticos de la sierra de Albacete.
El fenómeno editorial de Feria, de Ana Iris Simón, afianzó en 2019 la vía literaria que explora las identidades desde el origen rural y la crítica a los ritmos del presente desde un cariño por el pasado. El mecanismo de la nostalgia inventada, lo que para los alemanes es el Sehnsucht —el deseo de desear. Sehnsucht es un término formado por das Sehnen, que significa “el anhelo”, un deseo fervoroso, y die Sucht, “la adicción”— aparece en Feria como ejemplo de la enfermedad social por desear tiempos no vividos en vez de reparar los actuales. El periodista Marco d'Eramo analiza en El selfie del mundo la nostalgia como un sentimiento acuñado por médicos suizos a finales del siglo XVII: “Nostalgia de lo auténtico en un mundo inauténtico, nostalgia de lo no alienado en una época alienada. (…) Nostalgia de la nostalgia”. ¿Vivimos más de la nostalgia que de hacer cola en la barra de la verbena para pagar una ronda?