LA LIBRERÍA   

En busca de la vida probable en el cosmos con Jon Willis en 'Todos estos mundos son vuestros'

Encélado, Titán, Europa o Marte son algunos de los mejores candidatos para rastrearposibles signos de vida en nuestro Sistema Solar, pero para ello tendremos quelibrarnos de tanto antropocentrismo

5/02/2018 - 

VALÈNCIA. La vida. Es mucho más fácil darla por supuesta que tratar de entenderla. Porque a poco que la miramos fijamente -en uno mismo, en un alga o en un tritón en un río-, la cosa se empieza a poner difícil. Muy difícil. Tan difícil que el ser humano lleva preguntádose por ella desde el mismísimo primer momento en que fue consciente de que vivía. La filosofía siguió haciéndolo -¿vivimos, o soñamos que vivimos? ¿Eso no sería vivir, en tal caso? ¿O solo somos un producto onírico de un ser que vive?-, la religión, ni qué decir, aunque también plantea serias dudas sobre el fenómeno de la vida: ¿los dioses viven, o están más allá de la vida y existen pero de otra forma? La ciencia, que todo lo duda en su fascinante -y muchas veces tedioso- camino hacia la verdad, con siglos de preguntas a sus espaldas, sigue sin tener muchas de las respuestas que necesitamos para comprender el asunto; pese a que la definición de que vivo está aquello que nace, crece, se reproduce y muere ahora es algo más completa -vivo está lo que nace, crece, metaboliza, responde a estímulos externos, se reproduce y muere-, ni siquiera esta nos sirve para ponernos de acuerdo en torno a si un virus es un ser vivo o no lo es. El debate sigue, porque el virus, hasta que encuentra un huésped, no es más que un poco de material genético envuelto en una cápsula llamada cápside, y eso, atendiendo a las explicaciones habituales de lo que es una unidad mínima de vida, no lo es.

 

Así que los tan habituales y molestos -cuando no letales- virus, ni siquiera tienen un propio reino para ellos -aunque ya haya sido propuesta la creación del reino virusbiota-. Combatimos a diario algo que ni siquiera podemos decir si se parece más a nosotros que a la materia inerte. Así es de escurridiza la vida. Pero pensemos incluso un poco más con la ayuda del Dr. Manhattan de Watchmen: en un momento de esta célebre historia, el científico ahora convertido en un ser más allá de la vida tal y como la (no) entendemos, nos plantea qué tiene de especial el fenómeno al que nosotros llamamos vida, por qué no pueden ser más admirables los procesos geológicos de Marte, por ejemplo: “Leo los átomos Laurie. Veo el antiguo espectáculo que creó las rocas. Ante eso, la vida humana es breve y mundana […] Ya hemos pasado antes por esto Laurie. Afirmabas que la vida humana es más importante que esta maravillosa desolación, pero no me convenciste”, decía desde su palacio en el planeta rojo. El capítulo noveno de esta fabulosa historia es una reflexión desde el otro lado que no estamos acostumbrados a hacer por culpa de nuestro inevitable antropocentrismo, pero muy necesaria para comprender mucho de lo que el investigador en el campo de la cosmología y evolución de las galaxias Jon Willis ha querido decirnos en Todos estos mundos son vuestros. La búsqueda científica de vida extraterrestre (Alpha Decay, 2018, traducción de Albert Fuentes), un excelente compendio de explicaciones e ideas para que afrontemos con entereza y conocimiento de causa nuestro ferviente deseo de encontrar vida extraterrestre.

  

A pesar de que mucha gente lo desconoce -lo cual es bastante trágico-, el ser humano ha aterrizado ya a estas alturas sobre unos cuantos vecinos -con pies no robóticos, solo en nuestro satélite, eso sí-: en mil novecientos sesenta y nueve un humano caminó sobre la Luna, en mil novecientos setenta aterrizamos en Venus, un años después, en Marte, en dos mil uno lo hicimos sobre el asteroide Eros, en dos mil cinco, doblete: ese año logramos aterrizar sobre el asteroide Itokawa y sobre Titán, satélite de Saturno, y en dos mil catorce aterrizamos sobre un cometa, aunque de una forma un poco accidentada, eso sí. Ahora mismo, de hecho, tenemos dos rovers rodando sobre la superficie de Marte, haciéndose selfies incluso. El Curiosity y el Opportunity. Pues bien, ni rastro de vida. Incluso a pesar de lo familiar que le resultaron las primeras imágenes de la superficie marciana que obtuvimos en mil novecientos setenta y seis a Carl Sagan, que participó como científico en la misión Viking, tal y como nos recuerda Willis: “Recuerdo que me quedé asombrado ante la primera imagen del vehículo de aterrizaje que mostraba el horizonte de Marte. Aquello no era un mundo extraño, pensé; conocía lugares como aquel en Arizona, en Colorado y en Nevada. Había rocas y arena acumulada y un promontorio a lo lejos, todo tan natural y espontáneo como cualquier paisaje de la Tierra. Marte era un lugar. Por supuesto, me hubiera sorprendido ver a un explorador canoso surgir de detras de una duna, pero al mismo tiempo la idea no parecía descabellada”.

 

Hacemos avances. Pero sin noticias ya no de exploradores marcianos canosos, sino de una bacteria extremófila que nos dijese por fin que no estamos solos en el universo, lo cual, según razonamientos como los de Willis, es bastante improbable. Tan improbable al menos como que podamos constatarlo a corto o medio plazo salvo que tengamos un golpe de suerte inaudito. Se calcula que solo en nuestra galaxia, la Vía Láctea, pueden haber entre dos cientos mil y cuatrocientos mil millones de estrellas. Muchas de ellas, con su correspondiente sistema de exoplanetas. El número de exoplanetas donde poder encontrar vida, es grande, y la Vía Láctea es solo una de un número inconcebible de galaxias. Con toda seguridad hay más estrellas en el universo que granos de arena en las playas de la Tierra -ha sido calculado-. Podría haber un número inimaginable de planetas, planteoides, satélites o asteroides poblados por vida y aun así podríamos extinguirnos sin lograr saberlo, dadas las distancias y el tiempo que cuesta moverse a través de ellas -hablamos de años luz, pero no podemos viajar a la velocidad de la luz ni mucho menos, y no hemos encontrado otro sistema. Todavía-. Viajar a la estrella más cercana, Alpha Centauri, nos llevaría poco más de cuatro años luz. Es más: quizás, a tenor de lo rápido que apareció la vida en la Tierra, podría ocurrir que descubriésemos que la vida no es más que una consecuencia lógica de un contexto químico determinado, que al proliferar ciertos compuestos químicos, surge la vida. ¿Por qué no?

Con este panorama, pese a lo común que pueda ser el fenómeno, parece que lo más sensato es arrojar la toalla, ¿verdad? En absoluto. Solo hay que seleccionar de un modo realista los objetivos de nuestras misiones: según Willis, la lista de prioridades en el Sistema Solar está clara: Europa, Encélado y Titán, una luna de Júpiter y dos de Saturno. De Encélado y Europa ya sabemos que poseen enormes océanos de agua salina. Muy probablemente en estado líquido bajo la capa de hielo superficial. Titán, por otra parte, presenta depósitos y ríos de metano y etano líquidos. En los dos primeros casos, la vida podría adoptar formas que ya encontramos en entornos extremos del océano. Titán, por otra parte, nos obligaría a sacudirnos de encima el antropocentrismo que no terminamos de superar y abrirnos a la certeza de que la perspectiva humana de la vida es una, y nada más. La problemática de querer ver todo a través de las gafas de la vida en la Tierra fue un tema recurrente en la obra del polaco Stanisław Lem, alcanzando cotas elevadísimas de lucidez en novelas como Fiasco. ¿Por qué no va a poder florecer la vida en el metano líquido en lugar de en el agua, si ni siquiera sabemos con certeza cómo se originó la vida en nuestro planeta? ¿Por qué no va a poder existir en algún rincón del universo un ser vivo que se desplace por el espacio como un asteroide, tal y como fantasea Willis, si todavía seguimos llevándonos sorpresas con organismos de nuestro planeta que quizás vivirían mejor fuera de él? ¿Por qué cometer los mismos errores que nos llevaron en el pasado a pensar que eramos el centro de todo, cuando todo es tan vasto ahí fuera? ¿Qué es la vida, si cuando nos sumergimos en el mundo de lo extremadamente minúsculo solo encontramos vacío y posibilidades?

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