VALÈNCIA. A raíz de un informe de una asociación antitabaco llamada The Truth Initiative (un nombre imponente, no me lo negarán), Netflix ha decidido dejar de mostrar cigarrillos en sus producciones dirigidas a públicos menores de 14 años, “excepto por razones de precisión histórica”. En cuanto a la programación dirigida a adultos, se ha comprometido a eliminarlos, “a menos que sea esencial para la visión del artista o porque sea definitoria del personaje, histórica o culturalmente importante”.
Si es que dónde vamos a parar. A ver, que sale un policía cuarentón, deprimido y con evidentes problemas de autoestima fumando. Y un pepito piscinas hortera poseído por un monstruo alienígena que no para de fumar (el hortera, no el monstruo). Y eso contabiliza nada menos que 262 referencias al tabaco. Un respeto, que esto es Stranger things y lo ven nuestros adolescentes y, claro, van a ponerse a fumar como carreteros para imitar al triste sheriff y al chulo idiota del pueblo.
Pero aún hay más, que en Unbreakable Kimmy Schmidt sale en una escena una pared llena de productos de tabaco. Exactamente 292, que los han contado. No se fuma en la serie, pero ¡esa pared! Es que es verla y salir corriendo al estanco. Y no hablemos de Orange is the new black, ahí, en la cárcel, fumando, hasta 232 veces, cómo se les ocurre.
Esas son las cifras y las series que han provocado la decisión de Netflix. Una cuestión de cantidad, como todo en el capitalismo; nada de analizar quién fuma, cuándo y por qué. Me imagino a los señores y señoras de la asociación esta con sus libretitas y sus lápices contando aplicadamente cada vez que sale un cigarrillo o una cajetilla y frunciendo el ceño. ¡Mira, uno! ¡Otro más! ¡Y otro! Es un modo de ver las series, no voy aquí a censurar los hábitos de consumo de nadie, que hay quien las ve planchando o mirando el móvil. Y da gusto lo exactos que son, no solo por contar las cajetillas que hay en una pared, que tiene su mérito, sino porque han sido capaces de determinar que un 37% de los nuevos fumadores jóvenes se deben a la cantidad de impactos que reciben a través de las películas y series de televisión.
Dicen en su informe literalmente lo siguiente: “Según la audiencia estimada de estos programas, los resultados sugieren que aproximadamente 28 millones de jóvenes fueron expuestos al tabaco a través de programas de televisión y streaming”. A ver, camaradas de la Iniciativa de la Verdad, expuestos expuestos no están, que el humo no les llega a la cara ni a los pulmones porque solo lo ven a través de una pantalla. Y no es lo mismo, no. Están expuestos a la contaminación cuando van por la calle y reciben las emisiones de los coches, o a las grasas trans cuando comen comida basura, o a la violencia si viven en un entorno de conflicto. Conviene distinguir realidad de ficción.
El caso es que lo entiendo. Es lógico que, si ves las series buscando cigarrillos por la pantalla y contabilizando objetos, se te pierdan cosas importantes, no sé, un giro de guion, un buen diálogo, la expresión de un intérprete, un juego de miradas, un movimiento de cámara. Y, lógicamente, no disfrutas lo que estás viendo, entre otras cosas, porque no lo entiendes, ni lo aprecias, ni lo respetas.
Parece ser que el estudio contabilizó un total de 1209 casos durante la temporada 2016-2017 de televisión por cable. Francamente, 1207 apariciones de tabaco no me parecen muchas. Probablemente hemos visto más representaciones de asesinatos, o de coches (que matan más que el tabaco), o de bodas pastelosas en comedias románticas de esas de la media naranja y el príncipe azul. O de cualquier otra cosa: hamburguesas y batidos, banderas americanas, crucifijos, drogas, armas, niños con la gorra para atrás en partidos de béisbol, risas, llantos, gente feliz, infeliz, odio, amor, muerte, etc.
Netflix no está sola en esta cruzada por nuestra salud. Todos los grandes estudios de Hollywood limitan de algún modo la visibilización del tabaco. Que puedes poner en la pantalla un asesino sádico, pero, por dios, que no fume, eso nunca. Lo preocupante es que esta gente que se dedica a contar cigarrillos son los responsables de que esas maravillosas personas que crean historias y mundos y escriben guiones para aportar felicidad a nuestras vidas se encuentren con prohibiciones y cortapisas a la hora de diseñar a sus personajes. De ficción, no lo olvidemos, de ficción. Porque ahora es el tabaco, pero puede ser cualquier otra cosa que moleste a otra organización de esas que tienen “la verdad” como estandarte (The Truth Initiative, ¿recuerdan?). Son formas de censura sobre la creación. Y sí, sabemos que fumar es malo, sin duda. Y que las tabaqueras presionan para que aparezca gente fumando en las producciones audiovisuales. Pero la solución no es limitar la libertad de creación, que se sabe dónde empiezan los límites, pero no dónde se acaban.
Lo de los impuestos
Es de destacar que Netflix muestre tanto respeto a las cifras del tabaco y tan poco a las de los impuestos. Las dos filiales españolas de Netflix pagaron 3146 euros en concepto de impuesto de sociedades en su primer ejercicio fiscal en España. ¡3146! Lo que viene a pagar un trabajador que ingresa 24.000 euros anuales. Aquí tampoco está solo el gigante del streaming, porque a HBO, donde todavía dejan fumar a los personajes de ficción, les ha pasado lo mismo con los impuestos, qué cosas. Como a otras grandes corporaciones de la comunicación y la tecnología como Google, Amazon, Facebook o Apple, que tienen esa fea costumbre de seguir facturando en España a través de sus sociedades en el extranjero.
Porque, ya que tanto les importa nuestra salud y nuestro bienestar, igual alguien (¿las autoridades competentes?) debería explicarles que una buena forma de demostrarlo es pagando impuestos, que se invierten en educación y sanidad públicas, entre otros servicios imprescindibles. ¡Oh, wait! A ver si va a resultar que su preocupación por nuestra salud no es tal y resulta más bien una operación de marketing. La marca vende una imagen de responsabilidad social, mientras que la aplicación de la prohibición del tabaco afecta a los creadores y ya se apañarán ellos con sus mundos de ficción. Que lo que sí es bien real es la cuenta de beneficios.