VALENCIA. En menos de un mes el festival Rototom Sunsplash abrirá las puertas de su séptima edición en Benicàssim, la vigésimotercera teniendo en cuenta el periplo inicial surgido en Italia. Sin embargo, su experiencia y su bagaje, le aislan del marco general de macroeventos musicales en la Comunitat Valenciana con una propuesta social y generadora de discurso crítico ajenas a cualquier otro festival de música en Europa. Con más de un 70% de visitantes extranjeros, el certamen que codirige Filippo Giunta, no cesa su actividad durante en al año con una fuerte presencia en Europa, Sudamérica y Jamaica, lugar y materia fundacional de su actividad.
-Me parecía raro que hasta ahora la Generalitat no se hubiera involucrado en el desarrollo de los festivales de música. De alguna manera, hasta la fecha, habían dejado toda la responsabilidad sobre las diputaciones y ayuntamientos, pese a que sí habían mostrado su sensibilidad por lo que suponen estos eventos y lo que se genera en materia de turismo y empleo. Algo que, por ejemplo, en Itala -de donde se marcharon- todavía no se entiende. Aquí, que es una región que tiene claro lo que supone la música en directo para todos estos aspectos, faltaba el apoyo institucional de la Generalitat.
-¿Es alianza con fines económicos?
-No, está más vinculada por su parte a la promoción y por la nuestra a la resolución de los problemas jurídicos y administrativos que tenemos con las instituciones. La Generalitat es un gobierno independiente que tiene capacidad para hacer ciertas leyes que tienen mucho que ver con algunos problemas que podemos generar. Por ejemplo, el tema de las acampadas, que siempre es delicado y en el que nosotros tenemos que dar cabida y seguridad a 20.000 personas en un recinto cerrado. Aunque en nuestro caso existía el precedente del FIB, aunque parezca mentira, estos temas no están muy resueltos. Por ejemplo, problema con todo lo que puede derivarse de lo que se puede hacer cerca de la costa. O problemas más graves, como pueden ser los problemas de ruido y molestias a los vecinos.
-En este sentido, que en mayor o menor medida afecta a todos los festivales, ¿cuál es la solución?
-Lo que pensamos desde el Rototom es que si los festivales son tan importantes para la región, ¿por qué no se aplican las mismas normativas de ruido que durante las fiestas populares? ¿Por qué las instituciones no tienen esa sensibildiad cuando es un evento de interés público, que genera actividad y beneficios y nos obligan a subrrogarnos a las leyes o condiciones del día día cuando somos algo que sucede durante unas pocas jornadas, que tiene todo su carácter excepcional?
-¿Qué cambia Musix en todo ese escenario, como mesa de diálogo con la Administración autonómica?
-Lo más interesante de este proyecto es haberles oído que quieren escuchar los problemas que tenemos. Algo que no había sucedido hasta ahora. Me parece una actitud correcta, programando reuniones con los festivales. Nos han animado a que les contemos qué sucede y qué necesidades administrativas y jurídicas se crean. Es una postura inteligente y humilde y, de momento, parece que está en el camino correcto.
-No obstante, llama la atención ver cómo os sentáis a la mesa con festivales que tienen otro tipo de objetivos y sensibilidades. ¿Sentados a una mesa, habláis el mismo lenguaje?
-No como filosofía o como estructura. Nosotros somos una asociación cultural, de hecho. Pero tenemos los mismos problemas: administrativos, permisos, poca sensibilidad de las empresas que, por ejemplo en Benicàssim, durante el FIB cerraban muchas y las que se mantenían abiertas subían precios. Pero es cierto que hay muchos festivales que lo que impera es una actividad económica y para nosotros no; somos una actividad cultural. Lo que más nos importa es hacer eso bien y hacer que la gente que llega de todo el mundo se sienta bien y se involucre con la actividad de Benicàssim. Esto es muy importante porque nosotros tenemos controlado como una parte de nuestros visitantes extranjeros vuelve en primavera o en otoño al pueblo. En esto es muy importante poner en valor cómo es la gente en España con respecto al turismo, la policía también actúa de otra forma... nosotros tratamos de fomentar esa relación. Por ejemplo, cada año provocamos un concurso de escaparates y a mí me encanta pasear por Benicàssim durante el festival y ver como se ha impregnado. La gente entiende que el festival no es solo el recinto, que está en la playa, que está en las tiendas. Para el Rototom, este es el valor añadido de estar en España y no en otro país. Y esa relación entre el festival, la música y el pueblo es algo muy específico de lo que sucede aquí, en la Comunitat Valenciana.
-¿Cuando buscasteis emplazamiento tras vuestra salida de Italia, qué os hizo llegar hasta Benicàssim?
-Cuando llegamos el primer año a España, me sorprendió ir a Arganda del Rey, a Madrid, donde se hizo Rock in Rio, y descubrir que la gente del pueblo no conocía ni había ido al festival. No lo entendía. Cuando hacíamos el Rototom en Italia, toda la gente del pueblo que era pequeño tenía la entrada libre. Yo quería trasladarlo hasta aquí. En Benicàssim la entrada es gratuita para niños, jubilados y discapacitados, y funciona. Los vecinos pagan el 50%, los desempleados pueden entrar un día por solo 5 euros... nuestro pensamiento final es que la cultura debería ser de acceso gratuito, así que entendiendo esto como un evento cultural, esa es nuestra filosofía.
-¿Cómo se gestiona en ese sentido un festival multitudinario y que genera tal movimiento de capitales con la realidad operativa de una asociación sin ánimo de lucro como el Rototom?
-Esa realidad se gestiona dando cabida en el festival a gente verdaderamente apasionada por cada una de las actividades que genera: el African Village, el foro social, el responsable de university... son apasionados de sus áreas y es inevitable las propuestas suban de entidad y suban de coste. Nuestro reto es hacer convivir ese escalada de crecimiento con la filosofía del Rototom. Y cuando logramos un objetivo económico para sostenernos mejor de lo previsto, nos vamos a buscar proyectos sociales que autofinanciamos. Por ejemplo, como la radio que abrimos en Jamaica y en la que trabajan solo niños huérfanos y sin recursos. Hemos hecho muchos proyectos de este tipo, como el que ahora estamos impulsando para que los músicos mayores del reggae que están en un absoluto estado de pobreza formen parte de una escuela de música como profesores.
-El aspecto social del Rototom destaca tanto como su capacidad para generar un público crítico a partir de su foro social. No obstante, hay una parte de la actividad que se negocia a través de agencias de booking, intermediarios y cachés: su cartel musical. ¿El festival fondea los caladeros londinenses de la puja por los artistas internacionales de renombre?
-No somos de 'esta familia'. Estamos en este juego, entre comillas. Sé como todos los promotores van a Londres a una subasta en determinada fecha. No participamos de ello. Nuestro contacto es directo con los artistas y si en alguna ocasión no es así, como pudo ser el año pasado con Major Lazer o este año Manu Chao, en este caso si que es un arma comercial el festival que somos y lo que hacemos. Sé que pagamos mucho menos de lo que ellos cobran, por lo que en esos dos casos como en otros que la gente se puede imaginar, es imprescindible poner por delante la voluntad del artista por venir. Si el año pasado Major Lazer no hubiera tenido una voluntad particular por venir, no hubiéramos podido acceder. Con Manu Chao, igual. Es una decisión suya por estar en el festival. Entienden la filosofía del festival y los precios accesibles [el agua cuesta un euro, la cerveza dos; hay un supermercado dentro del propio festival, todo ello impensable en otros eventos musicales de carácter internacional en la Comunitat].
-O sea, que es obvio que, actuando en el mismo recinto, en el mismo espacio como escenario, el caché de Major Lazer para el Rototom o para el FIB, menos de un año después, ha debido ser a la fuerza muy distinto.
-Correcto. Y de hecho, en su caso, tuvieron que encontrar un avión privado para poder estar en el festival. Son ellos los que quieren estar aquí y los artistas más sensibles, que están involucrados también en proyectos sociales, los que apuestan por venir aquí.
-Y, al fin, Manu Chao.
-Después de muchos años de intentarlo estará con nosotros. También es cierto que él tiene su propia filosofía de no actuar en grandes festivales, pero en el caso de Rototom no tiene que negociar prácticamente nada de lo que él no permite en sus actuaciones. Por ejemplo, que no haya grandes marcas en el escenario, la entrada no tiene que costar más de X... no ha habido que variar nada.
-Este es un aspecto también peculiar del Rototom. ¿Cómo se gestiona la participación de patrocinadores?
-Nosotros no le decimos que no a los patrocinios, pero tenemos un libro negro de las empresas que trabajan con niños o en condiciones de no justicia social y laboral. No aceptamos con bancos que hacen negocios financieros con armas. No trabajamos con multinacionales que están acusadas por problemas citados como pueden ser Coca Cola, Nestlé o Nike. Tampoco con marcas de coches, porque prácticamente todas las aquellas de las que podemos reconocer su nombre también participan financieramente con fabricantes de armas. Cuando alguien se propone como posible patrocinador, acudimos a ver su trayectoria y vemos si somos compatibles. Nosotros llevamos 23 años soñando un mundo mejor donde no estarían estas marcas, así que no podemos compartir con ellas, pero existen otras que si son compatibles. El problema puede ser que nosotros les podemos ofrecer muy poco para lo que esas marcas desean, porque no les vamos a ofrecer poner nombre al escenario, poner su nombre en la pulsera o poner grandes carteles promocionales. Nuestros grandes carteles dentro del festival son de premios nobeles de la Paz, de Nelson Mandela... esto es lo que hay en el Rototom.
-Y el público del Rototom seguramente sentiría rechazo si se encontrase una valla así.
-Yo me siento como una S.P.A., como una empresa que dirijo donde mis clientes son los accionistas. Cuando proponemos debates en el foro social, no tenemos que estar preocupados por si le molestará al patrocinador. Cuando desarrollamos el cartel del festival lo hacemos con la libertad de proponer a artistas que le vamos a descubrir al público y no a grandes estrellas, como seguro que preferiría el gran patrocinador. Esa es la parte de libertad, pero de otro lado está este enlace directo con el público, que es como nuestro accionista, porque no podemos decepcionarle.
-Ahora que mencionas el foro social, a menudo este sirve para evidenciar diferentes corrientes de pensamiento entre los asistentes. Se proponen debates que generan choques de ideas. ¿Cómo se gestiona desde dentro?
-El público del Rototom es crítico y busca la verdad. En nuestra historia he visto algunos de los debates con mayor participación que recuerdo, como por ejemplo cuando hemos hablado de cuestiones vinculadas con la legalización de la marihuana. El 100% de los visitantes está de acuerdo, así que todos quieren intervenir...
-Pero me refiero a cuestiones que generan discrepacancias, conflicto. Por ejemplo, como en el caso de la homeopatía.
-No es el caso más grave. Nosotros hemos abordado por ejemplo un tema muy importante en el mundo del reggae como ha sido la presencia de artistas homófobos. Las grandes estrellas de parte de los años 90 a los 2000 decían barbaridades. Uno decía que había que matar a todos y otros decían que había que quemarlos. Nosotros decidimos retirar a todos estos artistas, dejar de contar con ellos y a nuestro público no le gustó. Invitamos a un gay jaimaicano que vino a contar cómo había perdido a su pareja y le habían quitado un ojo en una pelea. Durante la charla he visto a gente que estaba a favor de estos artistas bajar y bajar... sé que estábamos haciendo las cosas correctas y al final esos artistas no solo dejaron de estar en el Rototom, sino también en otros festivales. Eran los que más atraían no hace más de 10 años. Nuestra propuesta es ofrecer también la versión incómoda, ejercer de árbitros en ese sentido.
-¿Cómo vivisteis la crisis del caso Matisyahu-Rototom del pasado año?
-Como una pesadilla. La decisión fue muy participada y es interesante ver cómo nuestros clientes fueron partícipes de la toma de decisiones. Con el festival en marcha, fue muy difícil gestionar la comunicación con el artista. Eso por un lado. Por otro lado, BDS, la asociación que pedía la cancelación del concierto, solo se manifestó en Valencia. Solo hacía boicot aquí cuando es una organización internacional y Matisyahu estaba actuando por todo el mundo. Así que las comunicaciones con el cantante eran complicadas y nosotros le dijimos en el mensaje, 'qué pena que no pueda celebrarse el concierto, esperamos una próxima vez'. Nosotros estábamos cancelando el concierto porque tenemos un público muy familiar y no sabíamos hasta que punto nos podríamos plantar el último día del festival con una protesta que, no lo sabíamos, pero podía ser violenta. Nos equivocamos al anular la actuación para después recuperarlo. Mientras gestionábamos todo eso, nuestro público hacía manifestaciones dentro del festival, porque la gente vive el Rototom como si fuera su ciudad.
-En ese sentido participativo, ¿hasta qué punto los artistas también son parte del festival?
-Lo son completamente, casi todos. Participan en charlas y no hay zona VIP. Hay zona de backstage, de trabajo, pero no zona VIP. Y en el caso de la participación con lo que sucede en el festival, por ejemplo te puedo contar que un año venían unos chavales afectados por el terremoto de l'Aquila en Italia. Su sueño era abrir unas salas de ensayo y un estudio de grabación, sin más motivo que para tener un lugar de encuentro y seguir con la vida. El artista Bunny Wailer donó la mitad de su caché y ahora ese lugar de encuentro musical lleva su nombre. Es la forma directa de conectar artistas con cuestiones sociales.
-No es menos peculiar la cuestión de la oferta sobre alimentación y la información también en el foro social. ¿Cómo seleccionáis la oferta del festival?
-Y no solo con la alimentación, sino también con la artesanía. Es un proceso muy lento... averiguamos dónde producen porque si produces con km.0 y artesano, puedes hasta no llegar a pagar nada por tu puesto. Si vendes libros o discos, tampoco pagas nada. Ahora, si no es nada de esto, pagas y quizá un poco más para compensar por el resto. Con respecto a la comida, tratamos de que sea diversa y este año habrá directamente toda una zona vegana. Ya había comida vegana, pero ahora será una zona que también estará relacionado con charlas y talleres sobre comer o no comer carne. Nosotros ejercemos un poco de árbitros y es natural que de todo ello salga gente pensando una cosa u otra.
-¿Seguís esperando un cambio de fecha?
-Sí. El festival tiene sus peculiaridades moviendo a tanta gente y sí o sí se ha de hacer en vacaciones. Ese periodo ha de tener muy en cuenta que los colegios empiezan la tercera de agosto en buena parte del centro y el norte de Europa. He visto las entradas vendidas hoy mismo, antes de venir a la entrevista, y más del 70% de nuestro público es extranjero. Siempre crece, año tras año, así que no podemos privarnos de este público que además viene muy familiar. Por otro lado, los artistas de Jamaica están de gira en agosto por Estados Unidos siempre y a lo mejor encadenan 15 días seguidos de conciertos, por lo que traerlos aquí para un solo concierto es muy difícil. Así que nosotros nos tenemos que coordinar con el FIB que sí o sí es la tercera de julio y nuestros márgenes de movimiento son muy complicados. Una opción sería irnos a la primera de julio y desmontar muy rápido, pero yo diría que al FIB no le hace mucha gracia... Además, ellos tienen su propia rutina, sus fechas establecidas...
-¿Por qué motivo os iríais de Benicàssim? Seguro que os han hecho infinidad de ofertas.
-En realidad ya hacemos conciertos en Colombia, Argentina... hacemos diferentes conciertos por el mundo a lo largo del año. No tenemos intención de trasladar el festival en tanto en cuanto tenemos buena relación con el Ayuntamiento de Benicàssim, pero si hay una posibilidad para que nos fuéramos: un emplazamiento fijo. Es un absurdo montar y desmontar toda una ciudad una vez al año. Tendríamos un sitio nuestro para montar distintas infraestructuras, por supuesto hacer el festival, pero dar trabajo a gente durante todo el año. Ahora alquilamos un montón de plástico y aluminio, lo usamos y se va. Nos gustaría construir todas esas cosas con bambú y materiales ecológicos. Así podríamos generar una ciudad de la música y no solo del reggae, proponer actividades, hospedar a gente, generar eventos temáticos de todo tipo y un foro social constante. No nos pensamos trasladar a otro sitio, pero si encontrásemos un espacio 'nuestro', eso sería muy atractivo y podríamos pensar en dejar Benicàssim donde hasta ahora estamos muy bien.
-¿El Rototom Sunsplash de Benicàssim es el festival de reggae más importante de Europa o del mundo?
-Los artistas nos dicen que del mundo y así lo creemos. Así también se puede suponer de nuestra relación con Jamaica, de donde ha venida su ministra de cultura y con la que tenemos relación cada año. Ellos mismos nos dicen que somos 'mas embajadores' que el propio país fuera del mismo. Somos muy apreciados en este sentido porque a ellos les cuesta, según nos dicen, contar su cultura a menudo fuera del país y nosotros cada mes de febrero, que es el mes del reggae en Jamaica, estamos allí haciendo proyectos de investigación e investigación junto a su universidad para divulgar acerca de esta cultura.
-¿Cuál es e eje temático de este año?
-La libertad. El terrorismo y la seguridad están fomentando la idea de prohibir y prohibir. Queremos hablar de la libertad desde todos los puntos de vista. Desde nuestro punto de vista cotidiano a cómo nos compartamos por este motivo con los refugiados.