NEONES Y PASTRAMIS

Así es Farcit, la bocatería de Begoña Rodrigo que se ha adueñado de La Salita

La cocinera traslada su restaurante gastronómico a Ruzafa y transforma el antiguo local en un concepto divertido, que alterna luces de neón, bocadillos y (sorpresa) muy buen vino

| 26/06/2020 | 8 min, 20 seg

VALÈNCIA. ¿Por qué no me puedo comer un sándwich de pastrami, con su cheddar, con su tártara, con sus pepinillos, mientras me bebo una botella de Borgoña? ¿En qué momento se ha decidido que el bocadillo de pulled pork, con manzana y cebolla asada, marida con un refresco y no con un cóctel? ¿Y si yo quiero comer guarro y beber fino? Que tenga que venir la cocinera Begoña Rodrigo a descubrirnos el fast food de calidad, elaborado con un buen producto, acompañado de pan casero y rodeado de tapas sugerentes, significa que vivimos en un mundo con epidemia de tópicos. Así que a tumbarlos todos, convirtiendo el antiguo local de La Salita, restaurante esencialmente gastronómico, en una suerte de puticlub hortera donde parpadean las luces de neón. A Farcit se viene a lo que viene: al mamoneo.

Lo del lupanar es cosa suya, de la Rodrigo, que no sabe cortarse. “La decoración de puticlub hortera me encanta”, dice, y chimpún. A ella, que siempre ha andado con un cuchillo entre los dientes, le va más lo de desenfundar. Nunca se ha avergonzado de haber obtenido la fama tras ganar un programa de televisión ('Topchef' 2013). Por entonces, ya llevaba años entre fogones, así que se lo podía permitir. Ha demostrado que es posible compaginar la popularidad con el prestigio en la gastronomía, tras ganar su primera Estrella Michelin en 2019. Y el otro día, sin ir más lejos, ya avisó en redes sociales de que igual se marcaba una portada de Interviú. "A todos los que me dan lecciones de dignidad por aparecer en T5 (hace de coach en 'Sálvame') me ofrezco a pasarles mi cuenta para que paguen las facturas", y ya.

Hasta aquí la breve presentación de Bego, por si alguien se había olvidado de los ovarios que tiene, pero vamos con este Farcit hortera. Cuando todo apuntaba a que el antiguo local de La Salita, situado en la calle Séneca 12, en el distrito de Algirós, se iba a quedar huérfano, llegó la crisis del Covid-19. A la cocinera le pilló de mudanza porque, después de que su restaurante de toda la vida obtuviera el reconocimiento de Michelin, decidió trasladarlo a un nuevo emplazamiento en el barrio de Ruzafa (luego hablaremos de esto). "Total, que yo quería hacer una fiesta de despedida para el vecindario, porque siempre nos ha tratado fenomenal. Y cerrar las puertas de La Salita con el estado de alarma, después de 14 años, me dio muchísima pena", cuenta. "No se merecía ese final", añade. Y así es como nació Farcit.

"Esto sucedió un viernes, así que al día siguiente fui al local y pensé, ¿pero por qué lo voy a cerrar? Si tengo un sitio precioso, con todo montado, donde puedo hacer cosas. El sábado ya tenía decidido que seguíamos y me puse a componer la carta de lo que sería Farcit. Tal cual la hice el primer día, así se ha quedado para empezar", revela. La decisión coincidió con su desvinculación del concepto Nómada y con que tenía un equipo sólido, comandado por su inseparable Jorne Buurmeijer, dispuesto a dar el callo. De hecho es el holandés quien nos atiende en la sala, ataviado con una camisa hawaiana, para que se note que aquí hemos venido a jugar. Por un momento estuvimos a punto de partir el bocadillo con el cuchillo, hasta que entendimos que se coge con las manos, y que el vino nos lo servimos nosotros.


Ya lo dijo en otra entrevista para este mismo medio: a Begoña Rodrigo el confinamiento le ha ayudado a ordenar las ideas. Se ha llevado por delante todos sus ahorros, pero también le ha permitido detenerse en un momento muy necesario, para saber cómo quiere plantear esta etapa tan emocionante que tiene en el horizote. ¿Y qué ha decidido finalmente? Pues que La Salita reabrirá el 1 de julio en su nuevo emplazamiento de Ruzafa, un enclave histórico de la calle Pedro III el Grande, que se corresponde con el edificio del antiguo restaurante El Huerto. Estará en la primera planta y mantendrá su tono gastronómico. En la planta baja, y ocupando también el patio del que dispone el local, abrirá El Huerto (de La Salita) para una cocina de mercado que, como su nombre indica, se basará en la verdura y el producto de proximidad. Si a esto le sumamos Farcit, tenemos tres conceptos diferentes en la ciudad. "Estoy en un momento muy feliz", decía hace no mucho.

De bocadillo, pero con vino

Al final, como siempre, la personalidad de Bego se está comiendo el texto, y el lector tendrá ganas de hincarle el diente a la comida. Farcit no es un restaurante para pasar hambre. La carta se compone de bocadillos bien gochos, porque revolcarse en el relleno siempre da gusto (el nombre del establecimiento, en valenciano, va precisamente por ahí). Y encima están libres de culpa (¿pero qué tontería es la culpa al comer?), porque los productos son de buena calidad y los panes, artesanos, algunos de elaboración propia. Por poner ejemplos de la mandanga: sobrasada mallorquina con cebolla, parmesano y bacon en pan de cristal; carrillera de cerdo estofado con queso azul en pan de masa madre; o brioche de embutido, manzana, anguila ahumada y salsa holandesa. Pues sí, es un BOOM! 

¿Que lo quieres abierto? Entonces también hay cocas de aceite, muy finitas (lo cual se agradece), recubiertas de tartar de atún, de tartar de vaca o de pesto de berenjenas con encurtidos y salazones. Completan la oferta delicias como los torreznos Farcit o la empanada de Xoubas. Anchoas, berberechos, piparras. Y para cerrar, un surtido de tartas al que, si llegas, sonarán trompetas. Todo muy jugón, efectivo y dispuesto para disfrutar.

Vamos a por la bebida. Empecemos por empaparnos de vino, ¿acaso el vino no puede ser canalla? Ya está bien de envolverlo de sacramento, que luego todos nos ponemos tontos al levantar la copa. Así, que fuera puritanismos y ropajes. En Farcit se ha quedado la carta de vino que había en La Salita, eliminando algunas de las referencias más exclusivas y caras. "Lo que buscaba es lo que a mí me gusta. Siempre que encuentro un sitio donde comer rico, sin muchas pretensiones, acabo con una cerveza, porque no hay una una buena carta de bebidas. Los vinos son una auténtica mierda, muy comerciales", lamenta la cocinera. Así que en su casa, la bodega se queda, y para seguir con la jarana, una apuesta decidida por la coctelería, con combinados como el mojito de sandía, la mezcaliña o el clásico Negroni.

La parte divertida se replica en la ambientación del local. Se ha maquillado la antigua Salita, cuyo papel de pared sigue presente, ahora prostituido por el efecto de las luces de neón y las rejillas de la ventana. Rosas, azules y rojos eléctricos; pues eso, lupanar. Un poco de música, que buena falta nos hace bailar en los tiempos del Covid, aunque sea mediante el encuentro y la risa en la mesa. Los camareros con mascarilla, eso sí, porque las medidas de seguridad nos acompañarán durante mucho tiempo. Y elementos que ayudan a quitarle hierro al asunto, como los manteles y las servilletas de papel, en discordancia con la vajilla, que continúa siendo la que era. Esta bocatería está a medio camino entre una cosa y la otra: entre el sitio al que te apetece ir para ponerte las botas y el restaurante finolis.

"Pero es que a mí no me apetece comer en un gastronómico todos los días. De hecho, la mayoría acabo tirando de bocadillo. Aquí ofrezco lo que a mí me gustan, bien preparado, con buenos ingredientes, y pensando en que la gente pase un buen rato", remata la cocinera.

Al final, dependiendo de lo que bebas, el ticket estará entre los 25 y los 50 euros. "Farcit es un sitio para ir mucho, para repetir. La gente que vino el sábado pasado me ha reservado para el sábado que viene", asegura Rodrigo, que no se esperaba una acogida tan buena. Ha abierto sin hacer demasiado ruido, porque siempre se agradece la contención cuando un proyecto echa a rodar, pero de repente se ha encontrado con 50 comensales un jueves. "Lo importante es que se van contentos y estamos recibiendo buenas críticas. El barrio también nos ha hecho saber que está encantado de que nos quedemos, porque le damos rollo", dice. 

Una semana de rodaje, y las que quedan, para ajustar horarios, oferta y público. Luego a por La Salita y a por El Huerto. "Yo prefiero diversificar, crear distintos ambientes, porque es lo que a mi me tira", dice ella. Estará de aquí para allá, Jorne se queda al frente de la casa rosa. Bocadillos cargados, tapas distendidas y unas botellita de vino; la cena de los campeones. Si te aburren los gastronómicos, con servilletas de tela y menús de muchos pases, o si te has levantado con el día tonto y ganas de guarrear, Bego es tu chica. Dispuesta a rellenarte y empaparte. A darte mandanga y food porn. ¿Qué esperabas entre tanto neón?

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