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ENTREVISTA | RESACA DE CANNES

Abel Ferrara: “Ya no soy el jodido esclavo de un camello”

El realizador italoamericano, famoso por sus excesos, presenta un rockumental en la Quincena de los Realizadores del Festival de Cannes

29/05/2017 - 

CANNES. Abel Ferrara no tiene lo que se dice buena prensa en entrevistas. El agente que ha gestionado el encuentro con el cineasta italoamericano durante el Festival de Cannes, nos advierte de que debemos cazar a nuestra presa al vuelo justo después de que terminé con el anterior grupo de periodistas, bajo riesgo de que se largue de la terraza playera donde está teniendo lugar la promoción de su último film.

Ya veníamos prevenidos, un colega argentino nos reveló la noche anterior que el iconoclasta director echó una cabezada hace unos años durante una entrevista en grupo; otro español, que al terminar un encuentro con varios medios, le comentó a la única mujer de la mesa si no quería preguntarle también algo, a lo que la aludida contestó que no, que se habían conocido la noche anterior y si estaba allí era porque había venido a acompañarlo. Pero el mejor chascarrillo, la joya de esta corona de madrugadas de exceso, de desbarate y de furia se remonta a octubre de 2008, durante su paso por Sitges. El responsable de El rey de Nueva York (1990), Lugarteniente corrupto (1992) y La adicción (1995) le regaló el galardón con el que se reconocía su trayectoria a los camareros del Hotel Meliá del festival. Total, noche tras noche se lo dejaba olvidado en la barra, así que quién mejor para custodiarlo. 

Advertidos, expectantes y, a qué negarlo, divertidos, nos dirigimos a la cita con el realizador. En la mesa le acompaña el actor y guitarrista Paul Hipp, largo tiempo amigo y colaborador de este eterno enfant terrible que ya ronda los 66 años. La película que los trae al festival en la sección de la Quincena de los Realizadores es un documental musical donde se recoge la gira que realizaron en octubre de 2016 en Francia. En concreto, los directos en el Metronum de Toulouse y el Salo Club de París. El tour es un complemento de la retrospectiva que le ha dedicado la Filmoteca de Toulouse, de modo que el repertorio de los conciertos son canciones de las bandas sonoras de sus películas. Vamos allá.

- En la película afirmas que todas tus películas son fruto de una mala adicción, y en ese enganche incluyes a las mujeres. ¿Por qué?
- Abel Ferrara: Tengo adicciones muy serias. Todas son egoístas. Las drogas y el alcohol, en buena medida. Lo afronté en Welcome to New York (la película que rodó en 2015 acerca del caso Dominique Strauss-Khan, con Gérard Depardieu en el papel protagonista). La idea del uso del poder es un gran asunto. Cómo tratar a las mujeres y respetarlas es algo que he repensado mucho, y ahora, gracias a Dios, tengo una relación sentimental, pero todavía sigue presente en mí ese ego. Es algo natural, una continuación de las especies. Ya lo dijo Freud, cuando tratas de controlar un impulso, vuelve a emerger con más fuerza. Hace 10 años que soy budista y te aseguro que la forma más rápida de elevar el espíritu es abrazar tu sexualidad. Y cuando conoces a la persona adecuada, la llevas al límite.

- Ahora pareces haberla encontrado en la actriz Cristina Chiriac, con la que tienes una hija de dos años…
(Suena el teléfono, y habla en italiano con un tal Franceso, al que después se dirige en inglés para decirle cómo unirse al grupo. Después grita: “Yo yo yo”, dirigiéndose al jefe de prensa, al que pasa el móvil y le pide que indique a su interlocutor cómo llegar a nuestra mesa) 
- AF: Sale en la película, ¿la has visto? Es cantante y actriz. Las mujeres que salen sobre el escenario no son un puñado de coristas. Por ejemplo, la rubia, Dounia Sichov. ¿Sabes la que te digo? Es productora y fue la que consiguió el dinero para nuestro documental. Ha editado la película que se estrena esta noche, Frost (el nuevo filme del lituano Sharunas Bartas, programado también en la Quincena de los Realizadores). Y ya que están allí, se suben también al escenario. Yo no soy cantante ni músico, sólo actúo. Forma parte del espectáculo. Cristina es actriz y la conocí en 2014, en el rodaje de Pasolini. Me enamoré de ella al instante. Fue amor a primera vista. Es ruso-moldava. Es joven, sí, pero estamos juntos, tenemos un bebé. Hace teatro, cine.
- Paul Hipp: Son dos personas llenas de vida. Y cuando los ves con Anna (su hija en común), te das cuenta de que forman un gran equipo. Vivo por esa niña, la adoro. Los dos somos afortunados. Mirad, esta es Mia, mi mujer, la mejor artista que conozco en cualquier disciplina.
(Su mujer se suma al grupo)
- AF: Y el documental registra la vida tal cual, así que aparecemos los tres en nuestra vida familiar.

- ¿Qué importancia tiene la música en vuestra vida cotidiana?
- AF: Toco todo el rato, es mi terapia. Estoy volviendo locos a los vecinos. Escucho música. Mi mujer expone a nuestra hija a todo tipo de música. Le toca canciones jodidamente locas de Europa del Este, con mucha percusión. Tiene 28 años. Quizás 29. Y la niña viene hacia mí gritando. Ahora, de repente, acaba de descubrir a Jimi Hendrix. Así que llevo una semana entera escuchando a Jimi Hendrix. Estamos haciendo un doctorado en Hendrix. Googlea cada una de sus canciones. Dentro de seis meses, quizás descubra a Jim Morrison. Y me tocará escuchar a los putos Doors por a saber cuánto jodido tiempo. Es cool.
(El compositor Joe Delia, integrante de la banda de Ferrara, se sienta también a la mesa)

- ¿Dónde vives ahora?
- AF: En Roma.

- ¿Te consideras una especie de artista ambulante?
- AF: Las películas te llevan a los sitios y las mujeres te empujan a quedarte de una patada.

- ¿Por qué llamaste al film Alive in France y no Live in France?
- AF: Queríamos asegurar al público que no iban a ver una película sobre trozos musicados de mis películas en los que se hablara de las canciones que compusimos hace 32 años, sino un concierto en vivo. Es un aquí y ahora. Pero fue una idea de Joe.
- PH: Y al final de la canción de Dee Dee Ramone gritamos “Estamos vivos”. Hemos hecho muchas cosas malas, así que no terminamos de creernos que sigamos vivos. El tema no está en la película, pero sí en el disco, que, por cierto, está a la venta. 

- ¿Por qué estuviste 20 años sin hablarte con Joe?
- AF: El tema sale en todas las entrevistas. ¿Qué os pasa a todos? No abráis ese melón (Abel rompe a reír en una carcajada larga y aguardentosa).
- Joe Delia: Abel y yo empezamos a trabajar en 1975 y colaboramos en cada proyecto hasta The Blackout (1997). Fueron más de 25 años compartidos, y ya nos tocaba darnos un respiro.
- AF: Y luego le salió el trabajo en el programa de televisión de Danny DeVito y dejó de tener tiempo para nosotros.
- JD: Danny Aiello.

- ¿Y cómo hicisteis las paces?
- AF: Puedes verlo en la película, no es fingido. Nos reencontramos para este proyecto.
- JD: Estoy muy agradecido a este documental por muchas razones. Abel y yo somos hermanos, y lo hemos sido desde la veintena. 
- PH: Yo les llamé. Yo les dije, ¿por qué no volvéis a estar juntos? Hacéis una pareja fantástica. Sois un par de viejos drama queen y yo, el joven que está en medio haciendo de intermediario…

- ¿Os sentís, en cierto modo, los últimos supervivientes de vuestra generación?
- JD: Toda la gente que conocíamos está muerta.

- De hecho, da la impresión de que si Keith Richards sobrevive, a pesar de su ingesta de drogas, es por su actitud positiva. ¿Crees que por eso sigues en activo, Abel?
- AF: He dejado de beber y de drogarme. Es eso lo que me mantiene vivo.
- PH: Este tipo despierta creando y se va a dormir creando. Es todo creatividad, de la misma forma que Joe. Es un músico y un compositor real. Vive y respira música. Pero Abel es eso un billón de veces (arranca a toser). Me he comido un bicho.
- AF: Déjame contestar la pregunta. No he bebido en siete años, pero me tomó otros dos dejar las drogas.

- ¿Cómo ha cambiado tu vida?
- AF He estado sobrio. Mi vida ha cambiado por completo. Ahora es un 1.000 % mejor. Ya no soy el jodido esclavo de un camello. Es como el día y la noche. He superado las alucinaciones y el delirio. Antes creía necesitar esto para hacer aquello. Era como un gran alquimista. La cocaína, la heroína y el alcohol eran mi triple factor químico. Si tenía que escribir, tomaba una, si tenía que rodar, añadía la otra, pero ninguna tenía poder sobre mí, ninguna podía hacer nada por mí. Era una gran mentira. A estos chicos les costó menos tiempo darse cuenta, a mí me ha costado 44 años. 

- ¿Cuál sería tu consejo para los que todavía viven enganchados?
- No te engañes a ti mismo. Has de ver las cosas con tus propios ojos, apreciarás con más claridad lo que está ahí.

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