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Gender is over: Betto García, el sombrerero que se viste por la cabeza

El joven valenciano trabaja en una primera colección con carácter reivindicativo después de haber sido artífice de piezas para la familia real británica y de coquetear con el teatro de la mano de De la Purissima

24/05/2017 - 

VALÈNCIA. Siempre se dice que no apreciamos lo que tenemos, que el talento tiene que salir primero fuera para después ser valorado en la terreta. Betto García es uno de tantos jóvenes que se fue a Londres a sacar las castañas del fuego. Su objetivo: ser sombrerero. Si en sus primeros meses vendía bisutería en una manta, en pocos meses un golpe de suerte -si existen- lo llevó a trabajar de aprendiz en el prestigioso taller de Edwina Ibbotson. El primer encargo: una buena hornada de piezas para la boda de los Duques de Cambridge. Siguiente casilla: Ascot. Hoy, desde su taller de València, digiere la resaca del éxito del concierto de De la Purissima en el Teatro de la Zarzuela, para el que realizó cuatro máscaras de cristal, mientras prepara la que será su primera colección, que presentará en Madrid en apenas tres semanas. Después de ese primer coqueteo con las artes escénicas, el desfile también tendrá un carácter performativo y, por encima de todo, reivindicativo. En los muros de su taller convive un corcho con dibujos y post-its en los que aparecen palabras como ‘transgénero’ o ‘bullying’, algunas de las pistas de lo que se podrá ver en unos días. En la ventana otra nota reza el siguiente mensaje: pimientos y gelocatil. Le preguntaremos por lo primero. 

-Vista la nube de palabras de tu colección, ¿qué podemos esperar y cuándo?
-Lo presentaremos el 14 de junio en el club Alma de Madrid. No entendemos la moda sin un sentido al final, es una manera de expresarnos, de manifestarnos. Durante mucho tiempo ha servido a las mujeres para liberarse, quiero recuperar esa lectura. Creo que nos hemos estancado socialmente, que cuando se legalizó el matrimonio homosexual pensamos que estaba todo hecho, pero queda mucho camino por delante. Un ejemplo de tantos puede ser lo que pasó en el Milagro de San Vicent. Lo que plantearemos no será un desfile al uso, sino una performance con diferentes escenas que van a representar esos sentimientos post-traumáticos después de sufrir acoso, un tema que no es nuevo pero que desde luego ahora tiene una visibilidad que no tenía antes. También jugaremos con la eliminación del género, esa es la línea que vamos a seguir en la colección. 

-¿Cómo se plasmará en la puesta en escena y las creaciones?
-Nos inspiramos en El jardín de las delicias de El Bosco, lo plantearemos desde un punto de vista surrealista. Todos los sentimientos se verán en la puesta en escena. En cuanto a los sombreros, hay piezas muy costumbristas y valencianas, como puede ser una montera o una rodina, todas inspiradas en personajes históricos que me han servido desde el punto de vista estético. Trabajando con Palomo Spain veo que tienen un corporativismo maravilloso con Andalucía y su arte, sin embargo en València a veces nos tiramos piedras a pesar del potencial que tenemos. Está el cliché de 'eso es muy fallero', que me decían el otro día a una fiesta de Vogue. Por eso contar con Cap de Suro para hacer los corsés del desfile es una manera de decir que estoy orgulloso de València, del cartón-piedra, de las Fallas... De ahí salió la idea de vestir a los modelos con corsés de cartón-piedra, con una forma unisex con la que eliminamos las barreras de género. De hecho la morfología de los que participan no va a ser a lo que estamos acostumbrados. 

"En su día el sombrero se fue, y ahora quiero recuperarlo para abanderar la igualdad"

-Por primera vez también presentas tus piezas con un mensaje explícito...
-Es la primera vez que presento una colección solo, tenía la necesidad de reivindicar el sombrero como prenda, creo que ya puedo hacerlo. Plasmar sin las directrices de nadie y con ese elemento social. De hecho en septiembre sacaremos un fanzine vinculado al evento, para que el mensaje no se quede solo en el desfile. A veces me saco los ojos cuando veo algunas actitudes, no voy a cambiar nada, pero por mi parte lo intento. Si podemos contar una historia, ser reivindicativo, mucho mejor. En su día el sombrero se fue, y ahora quiero recuperarlo para abanderar la igualdad. 

-Tienes tentáculos en muchos lugares como Londres o Madrid, ¿por qué operar en València?
-Porque es mi tierra, soy muy feliz aquí. La conozco, la manejo, tengo a mis proveedores. Es mi casa y me gustaría mantenerla siempre como sede de mi taller. Desde aquí puedo ir todas las semanas a Madrid, también a Elda, donde estoy trabajando con Juan Vidal el tema de Moros y Cristianos. 

-¿Cómo se dio esta colaboración?
-Trabajo habitualmente con Juan con sus clientas de ceremonia, pero para este año me propuso hacer este proyecto en el Cibeles de septiembre y empezamos haciendo la capitanía de los cristianos de Petrer y ahora seguimos con otro proyecto para Elda. Ha sido muy divertido. Creo que no somos conscientes del potencial que tiene España en cuanto a tradiciones, es una maravilla, poder reinventarlas es lo más. Mi reto ahora es reinventar la rodina, es algo que se está cocinando. 

-Parece poco probable que alguien diga que quiere ser sombrerero, ¿cómo has llegado aquí?
-Yo siempre había querido hacer moda, me había llamado la atención el diseño. Es cierto que siempre me tiraba más el complemento, empecé haciendo bisutería que vendía en mercaditos. Entonces le hice un tocado a una amiga para carnaval y no paré. Estaba estudiando Protocolo y Relaciones Institucionales para dedicarme a algo con lo que supuestamente no pasar hambre, pero me faltaba esa parte creativa. Fue lo típico que te dicen en casa: tú haz esto y lo otro como hobby. Me duró poco... 

-¿Cuánto?
-Lo intenté y estuve un año. Después me fui a Londres. Entiendo que decir en casa que me voy a dedicar, ya no solo a moda, sino a hacer sombreros era como para decirme: niño, te vas a dar una leche antológica [ríe]. Al principio fue terrible. No sabía hablar inglés y tenía 400 euros. Vendía con la mantita en el suelo las cosas que hacía, luego conseguí un trabajo de relaciones públicas sin saber nada de inglés, con lo que me despidieron la primera noche... era supervivencia en estado puro, no volvería. 

-Después te fue bien y llegaron los encargos para la Casa Real británica.
-Un día me perdí, no sabía llegar a casa, y pregunté a una señora española que iba por la calle. Vivía en Londres también y por el camino me preguntó a qué me dedicaba. Por ahí me puso en contacto con una amiga que a su vez me consiguió una entrevista con Edwina Ibbotson, con quien empecé a trabajar en su taller. Todo esto coincidió con que llegaba la boda de William y Kate, después empalmamos con Ascot... el nivel de exigencia era tremendo. Eran jornadas de trabajo interminables, pero me ha servido para tener una disciplina muy alta. Me sirvió también para entrar en el sector del lujo, teniendo en cuenta que venía bisutería a diez euros no estaba muy acostumbrado. Aprendes a llevar a ciertas personas: hay gente que nada más verla sabes que quiere rejuvenecer, otra destacar... Hay que escuchar. 

"En la moda siempre está la eterna batalla del ego [...] Sin embargo, mi experiencia en el Teatro de la Zarzuela ha sido mucho más natural, un trabajo en equipo"

-Entonces hay protocolo, sociología y psicología del sombrero.
-A día de hoy hago un coaching que te cagas. La gente viene porque tiene un evento de alguien muy cercano, es algo especial y están muy nerviosos. El sombrero es algo a lo que mi generación no está acostumbrado a llevar a diario, por lo que genera una inseguridades que aquí tenemos que trabajar. También es cierto que hay clientas con las que sé que directamente no vamos a casar. El error de muchas personas es venir y pensar que se les puede hacer cualquier cosa, yo tengo mi estilo, es artesanía. 

-Este año además tuviste tu primera experiencia en la Semana de la Moda de Nueva York, ¿cómo fue?
-Desastroso. Llegué al desfile treinta minutos antes porque los sombreros habían sido retenidos en la aduana...

-¿Culpa de Trump?
-No calculé el importe de la factura telefónica, pero casi me quedó hablar con el cónsul para que desbloquearan la caja de la aduana [ríe]. Fue maratoniano. La repercusión fue muy bueno, por esa parte estoy muy satisfecho, pero es cierto que casi no me enteré. 

-Vamos al presente. Has sido el autor de las máscaras del concierto de De la Purissima en el Teatro de la Zarzuela, ¿cómo fue la experiencia de trabajar en un entorno más performativo? 
-Me he sentido quizá más cómodo en ese ambiente que en el ambiente moda. Nunca había hecho algo parecido. En la moda siempre está la eterna batalla del ego, es una lucha continua, es un poco jungla. Sin embargo, mi experiencia en el Teatro de la Zarzuela ha sido mucho más natural, un trabajo en equipo. Nadie pisa a nadie, es el reconocimiento a un equipo. 

-Las máscaras son muy distintas visualmente al resto de tus trabajos.
-Hay que adaptarse. Por ejemplo, hacer un trabajo para Palomo o para Juan Vidal son dos mundos distintos, pero todos con un mismo sello. Esto fue parecido. Me planteó Jonathan Sánchez, el encargado del vestuario, lo que querían, con una inspiración a Margiela. Tomé esa idea y la llevé a mi terreno, queríamos jugar con la luz, deshumanizar a los músicos, lo que derivó en cuatro máscaras hechas con cristal o lentejuela recortadas con efecto espejo.

-Más allá de la moda, ¿cuáles son tus referentes culturales?
-Es difícil, igual estoy paseando al perro y de repente me ilumino. Viendo los ensayos de De la Purissima, por ejemplo, estaba muy inspirado, me vino esa sensación marica que te lleva a decir: ¡diva! Es verdad que otro de mis referentes son el cine de Almodóvar, de hecho cuando tuve la oportunidad de conocerlo en Madrid, yo que no soy nada grupie, no pude evitar acercarme. También me pirra toda la nueva generación de actrices españolas, como Blanca Suárez o Miriam Giovannelli.

-Le harías un sombrero a...
-A Las chicas del cable.

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