De Nevada, el Burning Man. De Xian, la Ruta de la Seda. Ante el inminente despegue de las Fallas, Valencia fuerza las conexiones internacionales de una fiesta que nació para fer barri
VALENCIA. «Fallas: tradicionales y típicos monumentos alzados por el humorismo inagotable del pueblo valenciano, bellos como sus flores, y cual ellas efímeros, nacidos en el misterio brujo de una noche, para abrasarse, dos días más tarde, en la caricia satánica de una tromba de fuego». Con la posible catalogación como Patrimonio de la Humanidad a la vuelta de la esquina, el objetivo de las Fallas este año no es otro que llegar donde antes no había llegado. Para ello, cómo no, es necesaria una definición, juntar unas pocas pero poderosas palabras que logren comunicar qué es eso que pasa en Valencia del 15 al 19 de marzo.
Esta primera corresponde a una de las piezas más antiguas del archivo de CulturArts, un documental de 1931 que resumía de tal manera la vida y muerte del monumento. Casi 85 años después, en poco ha cambiado su espíritu. Con la base clara y la lección bien aprendida, el reto ahora es ir más allá, comunicar un festival multidisciplinar que quiere convertirse en referente mundial. Con un rico equipaje, la fiesta josefina emprende un viaje que supone una reafirmación de su potencial y, también, un giro en una fiesta que nació por y para los barrios.
Para Pere Fuset, concejal de Cultura Festiva del Ayuntamiento de Valencia, la protección supone «un reto constante, que nos obliga a estar siempre alerta para preservar la fiesta». Cultura y convivencia, espera que el proceso sirva para acabar con las «falsas trincheras entre falleros y vecinos» y aumentar la cohesión social. No en vano, una de las características que la hacen especial es que empapa cada una de las calles del cap i casal. Ni en desiertos apartados ni en espacios acotados, las Fallas son transformadoras dentro de la propia ciudad.
Ahora toca lidiar con la glocalidad, alcanzar un juego de pesos que equilibren la balanza de una fiesta hecha por los falleros pero que quiere tender la mano al resto del mundo, consiguiendo así el impacto que ya tienen los Sanfermines de Pamplona o La Tomatina de Bunyol. «La posible declaración de las Fallas como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad supone un reconocimiento para el trabajo de generaciones de falleros y falleras que han trabajado la fiesta, pero también es una oportunidad para buscar la excelencia, para intentar mejorar algunos aspectos y preservar aquéllos contemplados en la candidatura como la indumentaria, la pirotecnia, la música o el tejido asociativo [...]. También supone un aliado para una posible estrategia en materia de promoción exterior, sobre todo desde el ángulo del turismo cultural, no desde la perspectiva del macrobotellón», indica Fuset.
Tarea interesante la de conseguir el equilibro glocal, aunque no son pocas las conexiones internacionales que ya tiene bajo el brazo. Imposible no mencionar la Ruta de la Seda, de la que Valencia es capital este año. Con el punto cero ubicado en Xian (China), la ciudad del Turia ha logrado este año ser incluida en la lista, siendo marcada como final de trayecto: kilómetro 9.090. La supervivencia de este sector textil es indisociable de la producción de indumentaria valenciana, que mantiene vivas empresas cuyos talleres generan cada año centenares de trajes de valenciana.
De Asia a América. La conexión con el Burning Man se presenta como otra de las grandes oportunidades de carácter internacional para que las Fallas crucen el charco. El arquitecto Miguel Arráiz y el escultor David Moreno, binomio festero que ha realizado fallas para Castielfabib o Nou Campanar, levantaron la veda con su viaje a Nevada. Del desierto al cielo.
Unos que vienen otros que van, ahora será el Gremio de Artistas Falleros el que actúe de anfitrión, pues se prepara para acoger a dos artistas internacionales a quienes mostrará el savoir-faire de los valencianos. Será la estadounidense Karen Cusolito y el holandés Arlo Laibowitz, habituales en el Burning Man, los que disfruten de este curioso Erasmus creativo.
Apertura cultural y, también, comunicativa. Conscientes de la necesidad de la prensa en su intención expansiva, Junta Central Fallera y Turismo Valencia organizaron una visita al taller de Manolo García, en la que participaron alrededor de 80 periodistas de 20 nacionalidades, aprovechando su visita a la feria Cevisama y Hábitat. Fruto de esta incursión, como ejemplo, la compañía húngara Wizz Air dedicó un amplio reportaje a la fiesta que, bajo el título Gasolina para el fuego, acompañó a los pasajeros de la aerolínea en sus más de 380 rutas.
Centrado en el proceso de creación de la falla municipal, la manipulación de la vareta y el modelado de las piezas, la prensa internacional ve en la combinación de las devoradoras llamas y los gigantes ninots un mundo desconocido y casi cinematográfico. «Deben pensar que hablamos del nuevo plató de Juego de Tronos. Pero esto no es un truco de televisión, es Valencia», reza el texto, en el también hacen una breve mención a «Las Fallas Queen». Patrimonio o no, Las Fallas en el mundo, que reza el lema del monumento de Manolo García, seguirán ardiendo «en la caricia satánica de una tromba de fuego». Como en 1931.
La lucha por conseguir que las Fallas sean declaradas Patrimonio de la Humanidad ha logrado lo imposible: unir a políticos de todas las clases y colores. Un proceso iniciado por el Partido Popular y culminado por el gobierno tripartito. La candidatura del supuesto consenso, sin embargo, cuenta también con sus voces críticas, organizaciones contra una catalogación que temen acabe por convertir la fiesta en un producto hecho por y para los turistas.
El colectivo Falles Populars i Colectives lidera un movimiento contra el proceso de protección de la fiesta que, según alertan, puede traer aspectos negativos como la turistificación, la elitización o la museificación de la cultura. La crítica, como no podía ser de otra manera, llega cargada de sátira. Es a través del personaje imaginario Patri Money como vehicularán su mensaje, quien tendrá la misión de patrimonializar todo lo que encuentre a su paso con el objetivo de llevarlo al organismo ficticio UNASCO.
La agrupación, que nació en 2002 en Ciutat Vella, contará también con una curiosa falla. Confeccionada por el equipo de arquitectos Crearqció, recupera la tradición del monumento móvil, que hace años nació para evitar el pago de impuestos por ocupar la calle. En esta ocasión, eso sí, rodará como una bicicleta, una reflexión sobre el espacio público y, también, sobre el transporte en una urbe que tiene como horizonte ser cada vez más amable con sus habitantes.
Con este proyecto, financiado gracias a los más de 6.000 euros conseguidos a través de una plataforma de micromecenazgo, buscan alertar sobre los aspectos «hostiles» que puede tener la fiesta, aquéllos que la alejan del barrio y que levantan barreras. Para que nadie se lleve a engaño, avisan: «no somos antifalleros». Con monumento y toda una programación cultural en torno al colectivo, pero sin fallera mayor, presidente y funcionando como una asamblea, las populares también quieren ser escuchadas. Porque las Fallas siempre son más.