Quienes aún no hayan pisado este clásico del número 80 de Cirilo Amorós tienen hasta el domingo 30 para probar una de las recetas de cocochas al pilpil más redondas de la ciudad. Quienes, como tantos comensales del clasicismo, son clientes habituales del Leixuri, también. La casa abierta en los años 80 por Mayte, oriunda de Amorebieta-Echano, a 23 kilómetros de Bilbao y Macedonio Sánchez, concebido en el seno de una familia bodeguera, en Fuente Álamo, Albacete, donde tenían una bodega de vinos.
Para conocer la génesis del proyecto tenemos que retroceder hasta los años de la abuela de Mayte, que montó el restaurante Gure Etxea en la misma zona de València. «Después de mi abuela, vino mi madre, mi padre estaba navegando. Yo había tenido dos hermanas pequeñas que fallecieron, mi madre quería salir de Bilbao para cambiar de aires. Y así, comenzó en la cocina», cuenta Mayte. Tiempo después, Mayte conoció a Macedonio y con veintidós años, se casaron. «Es que esto de la hostelería es de toda la vida. Yo cuando nací mi familia ya se dedicaba a esto. Los padres de Macedonio se vinieron a València para montar una bodega para vender vino del que elaboraba mi suegro. Enseguida tuvimos tres hijos, cuando tenían seis años o por ahí decidimos montar nuestro restaurante, porque la familia de mi marido tenía un bar bodega debajo de nuestra casa, pero a mí no me hacía gracia lo de la bodega, me hacía más gracia trabajar en restaurante, que es lo que había tenido mi abuela, el restaurante en Almirante Cadarso que abrió por el año 1960».

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El matrimonio empezó en sus 30 años: juntaron sus conocimientos de cocina y la restauración se arriesgaron con un restaurante de tamaño nada desdeñable y propuesta clásica. Mientras tanto, Macedonio trabajaba en Telefónica, empresa donde pidió una excedencia para poder enfocarse a la hostelería, empresa que pasado el lapso de varios años, no le volvió a contratar.
«Empezamos con treinta años y ahora tenemos setenta. Si te dedicas, te dedicas, si no, lo tienes que dejar. Empezamos con treinta años y ahora tenemos más de setenta».

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La saga del Leixuri
Arantxa, Iñaki y Valentín son los hijos de la pareja. Los nombres de Arantxa (profesionalizada en el campo de las relaciones públicas y la gestión de restaurantes) y Valentín han sonado en València por distintos proyectos de otro cariz (Al Tun Tun, Merkato…). Los dos han crecido y se han curtido en la casa familiar abierta en 1982. De alguna forma, van a mantener vivo el legado familiar: en Al Tun Tun está previsto que se trasladen algunos de los platos míticos de Leixuri —pimiento del Piquillo rellenos, chipirones en su tinta, las kokotxas— y Arantxa se lleva los conocimientos adquiridos durante décadas. «Hemos estado 43 años dándolo todo. Estábamos mi hermano Valentín y yo. Él en el 2013 decidió irse porque quería hacer otro tipo de cocina, otro tipo de público. Yo le prometí a mi padre que yo me quedaría con él hasta el día que se jubilara. Le prometí que me quedaría hasta el final con él, hasta el día que se jubilara, pero que el día que se jubilara yo saldría también por la puerta porque ya llevo 30 años aquí. Y así lo he hecho».
Arantxa confía en su hermano: «En Al Tun Tun tendrán un guiño con Leixuri. Estoy segura, bueno, sabemos que lo va a hacer fenomenal porque él es un gran profesional».

Razones para el cierre
«Es evidente que mi padre tiene ya 76 años y se va a jubilar. Llevamos tiempo dándole vueltas a la cabeza porque él es mayor y queríamos cerrar esta etapa —explica Arantxa—» Aparte de la edad, la familia esgrime la retahíla de dificultades que se encuentran los hosteleros para mantener un negocio pequeño. «Nos ha costado más la decisión, pero cuando la hemos tomado nos la tenemos que pensar más», cuenta el patriarca. Tampoco han valorado el traspaso: «El local es nuestro y no tengo necesidad. Y como se meten en los sitios y no pagan a nadie y aquí no pasa nada, pues prefiero quedármelo cerradillo y ya está. Ya saldrá alguien».
«Ahora mismo es el último y único restaurante vasco con solera que quedaba en Valencia. Nos da mucha pena. Pero es un riesgo confiar en un inversor, en un fondo. Lo que no queríamos es que nuestra marca que es Leixuri la llevara otra persona que no fuera nosotros porque nos ha costado 43 años de mucho esfuerzo poner el restaurante en lo más alto de la gastronomía en Valencia. Es lo que todo el mundo nos dice, es el sentimiento de la gente. Cuando le hemos empezado a decir a la gente que nos íbamos ha habido clientes que se han puesto a llorar en la mesa —relata, casi entre lágrimas, Arantxa— No os podéis ir, por favor, es el último, es el único, porque si cierran un italiano, un japonés, hay más, pero esto ya no hay y es cierto, es verdad. Es el último y el único».

Retrospectiva de toda una vida en la hostelería
«Hemos pasado momentos de todo tipo, pero el esfuerzo al final se ha visto recompensado con el cariño de la gente y el reconocimiento. Sobre todo, de estos últimos días que todo el mundo pues eso te dice la pena que les da. Está viniendo gente a despedirse de los buñuelos, de las almejas…», dice Arantxa. A Mayte le cuesta expresarse por la emoción: «a mí me ha gustado esto lo que más. A parte de mis hijos, claro. Y de mis nietos. He sido muy feliz en el trabajo este. Desde que era muy pequeña he estado en este ámbito porque estaba en Gure Etxea que era de mi abuela. Yo pensaba que esto no se iba a acabar nunca».

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