Hicieron una canción para burlarse de las fiestas y bacanales que montaban los universitarios, una parodia de los temas que ponían banda sonora a esos desmadres, pero el éxito les acabó metiendo en el personaje y la línea entre la sátira y la realidad quedó desdibujada, se convirtieron en los mismo de lo que se estaban mofando. En el colmo de la paradoja, en la actualidad se empieza a escuchar hablar del derecho a irse de fiesta, lo que le daría a esa canción otra vuelta de tuerca, esta vez premonitoria
VALÈNCIA. Tras la presentación de su libro de memorias, Beastie Boys Book, Michael Diamond y Adam Horovitz realizaron una gira por teatros para presentar los contenidos del volumen con chascarrillos, chistes, algunos momentos de confesión y emotividad, y vídeos y fotos en una pantalla gigante. La última de esas presentaciones la grabó Spike Jonze y Apple TV+ la distribuyó en formato documental. Como dijo el crítico Steve Erikcsson en Slant Magazine, es como la mezcla entre una charla TED y un funeral. Una descripción que no puede ser más precisa, donde lo más interesante de sus comentarios, aparte de todo el retrato de la industria musical, es la autocrítica desdramatizada. No se fustigan, tampoco se vanaglorian ni justifican lo injustificable. Es muy raro encontrar algo así en el mundo musical, donde impera la vanidad a todos los niveles.
En este punto, es muy curioso cómo hablan de la época de su hit (You Gotta) Fight for Your Right (To Party!). La idea era una canción que parodiase los himnos fiesteros, como el I wanna rock de Twisted Sister o el Smoking in the boys room de Brownsville Station en 1973, que con la versión de Mötley Crüe volvió a llegar a los charts en los 80. Estaban de coña, imitando las canciones que conquistaban el mercado, pero la sátira les superó y acabaron convertidos en lo mismo de lo que se reían. En aquellas primeras giras vaciaban latas de cerveza y hacían el ganso con la misma actitud que los universitarios que montaban su Desmadre a la americana. Justo es decir que pocos artistas admitirían algo así y hablarían abiertamente de ello con un éxito tan importante por medio. La cuestión hoy es que aquella canción de coña que engulló a sus autores, no sería de extrañar que acabase convirtiéndose en realidad, tal y como ha profetizado Gregorio Morán en su columna El derecho a la fiesta. ¿Qué más quieres de nosotros, siglo XXI?
En esa línea autocrítica, también resulta llamativo el mea culpa que entonan con la cuestión machista. Al principio, cuando eran un grupo punk salido de las calles de Nueva York, tenían una batería femenina. Fue algo habitual en los grupos de la Nueva Ola, empezar a ver chicos y chicas mezclados en las formaciones. Sin embargo, cuando estos empezaron a oler el éxito rapeando, decidieron postularse como grupo de chicos, de tipos duros y juerguistas y expulsaron a su batería, Kate Schellenbach. Es algo que, confiesan, se avergüenzan de haber hecho. Admiten incluso que después no la saludaban por la calle cuando se la cruzaban y la redención solo llegó cuando editaron en 90 en un sello que habían creado, Grand Royal, al grupo que había formado con otras chicas, Lucious Jackson. Una discográfica que cerró en 2001, pero que, entre otras referencias, tuvo tiempo para lanzar Relationship of Command, el álbum más exitoso de At the drive-In.También escribieron letras netamente machistas que invitaban a la mujer a fregar y se mostraban consternados. Aunque justo es decir que recapacitaron en los 90 y lo dejaron plasmado en letras contra el sexismo. No tuvieron el punto de cristianos renacidos tan habitual en este siglo, ya habían hecho esos deberes de motu propio.
Otro aspecto enjundioso es el retrato de la industria musical. El hecho es que los Beastie Boys abandonaron parcialmente el punk en cuanto descubrieron el rap y fueron de los primeros chicos blancos en meterse en ese género. En lugar de echarse flores por este feliz acontecimiento, lo que nos encontramos es una versión muy desapasionada de aquellos años que pasaron entre los pioneros. Reconocen que fueron ellos los que triunfaron, pero podrían haber sido cualquier otros, porque lo que buscaban en Def Jam Recordings, el sello que los lanzó, era unos chicos blancos que rapeasen para explotarlos en la MTV. Cabe recordar que en esta cadena la aparición de artistas negros fue anecdótica en sus inicios hasta que Billie Jean de Michael Jackson lo puso todo patas arriba.
Cuando luego los Beastie lo intentaron sin ataduras, se encontraron con que un disco trabajado y en el que tenían esperanzas como Paul´s Boutique, ahora unos de sus más valorados, se estrelló. Ya no pintaban nada y sin hacer el payaso no eran suculentos para promocionarlos y volverlos a poner arriba. Aquí parece que se encuentra el quid de la cuestión, porque volvieron a hacer lo mismo. Es decir, lo que les daba la gana. Para Check your head se encerraron a buscarse a sí mismos y conseguir por fin volver a la palestra sin necesidad de adoptar ninguna actitud o imagen que estuviese en boga en ese momento.
El mérito que tiene esta charla es que presenta a tres amigos de la adolescencia que se cuelan en el negocio musical, desarrollan una carrera y se quedan intactos. Tras la muerte de Adam Yauch por un cáncer de garganta dieron carpetazo al negocio y siguieron con sus cosas. Se drogaron y demás, pero también montaron sus propios proyectos, como el aludido sello discográfico y festivales benéficos. Particularmente, sentían afinidad con la causa tibetana.
En el género con el que triunfaron la letra lo era todo. La falta de instrumentación virtuosa se sustituía con cualquier tipo de truco improvisado al alcance de cualquiera que tuviera el talento sin necesidad de caros medios. La prueba es que el rap y el hip-hop conquistaron los barrios trabajadores. Dicho lo cual, no deja de ser llamativo que los mismos protagonistas de aquella hazaña, aparezcan ahora comentando un mísero Power Point y logren uno de los mejores documentales del año pasado. Nada como tener algo que contar. Ayer, hoy y mañana.