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20 años no son nada 

Hongaresa Teatre, dos décadas de teatro embriagado

Paco Zarzoso y Lola López desentrañan las claves de la veterana compañía de Puerto de Sagunto

2/12/2015 - 

VALENCIA. Decía Baudelaire que hay que vivir embriagados de vino, de poesía y de virtud, a lo que Paco Zarzoso añade: “y de teatro”. La compañía que comanda junto a Lola López y Lluïsa Cunillé, Hongaresa Teatre, alcanza su 20 aniversario en una gozosa puesta en común que ha arrojado un total de 26 montajes (y sumando) e infinidad de brindis de Peña La Rosa, la bodega que por un vínculo familiar les ha ido avituallando en su periplo creativo. No por casualidad, Baco era el dios del vino y del teatro. Y la formación triangular de Puerto de Sagunto ha llevado muy a gala servir a su público piezas ebrias de emociones durante estas dos décadas.

“¿Hacemos teatro como excusa para luego salir a cenar con los amigos y beber un buen vino?¿ O todo lo contrario? En una época en la que cada vez hay menos espacios de encuentro reales, el teatro y la charla junto a una copa de vino son necesarios oasis para poder seguir vivos”, apostilla Zarzoso. 

En este epílogo de 2015 llega el momento de la celebración dionisíaca. La Casa Municipal de Cultura de Port de Sagunt acoge hasta el 24 de diciembre la exposición fotográfica retrospectiva L’Hongaresa a través de la mirada de Jordi Pla. El jueves 10, el Casal Jove ha programado la lectura dramatizada de la última pieza escrita por Zarzoso, La piedra de la locura. El viernes 18 se estrena en el Centro Cultural Mario Monreal de Sagunt La Cantant calba al McDonald’s, de Lluïsa Cunillé, donde la badalonina traslada a los personajes de Ionesco a un Londres lluvioso, y al día siguiente, 19 de diciembre, la Casa de Cultura de Port de Sagunt repone María La Jabalina, de Lola López, sobre una vecina porteña fusilada durante la guerra civil. 

Los espectadores están invitados a brindar por el aniversario de la compañía. Paco Zarzoso y Lola López nos dan las claves de su coherente trayectoria.

Lluïsa Cunillé

La dramaturga catalana tiene por norma no conceder entrevistas. Pero ya están ahí sus compañeros para valorar su relevancia en el grupo. Cunillé ha participado en más de la mitad de los espectáculos escribiendo los textos en solitario o en colaboración. “Por otro lado, y a pesar de la distancia física, ya que vive a más de 300 kilómetros de nuestra sede, vela, supervisa, ayuda y revisa los planos de la travesía –enumera Zarzoso-. Además de su aportación inmensa a la dramaturgia, también viaja a Sagunt en el periodo de ensayos, donde participa activamente en los procesos de dirección y producción. Es un gran privilegio contar con una persona con un compromiso artístico por el teatro y una conocedora tan profunda del oficio”. 

La autora fue una discípula privilegiada del valenciano José Sanchis Sinisterra durante sus días al frente de la Sala Beckett. En este pequeño teatro de Barcelona fue donde se conocieron los tres integrantes de Hongaresa Teatre. 

Escritura a cuatro y seis manos

A menudo, las obras de la compañía tienen una autoría doble, y triple en el caso de Patos salvajes. Este homenaje a El pato salvaje de Henrik Ibsen, fue un “autocaramelo”, en palabras de López, saboreado por ella misma, Cunillé y Zarzoso, quien explica cómo es el proceso de escritura a cuatro y hasta seis manos: “Por un lado, hay que pactar unas reglas del juego. ¿En qué espacio situamos la acción? ¿Cómo es la temporalidad? También la atmósfera, los personajes y su idiolecto, sobre qué estructura se sustenta la pieza, su posicionamiento ético e ideológico… Y luego, lo más complicado y misterioso, pactar el tono, ese que da a la pieza su voz única y profunda, y lograr que lata en toda la obra”.

El acento en el texto

Lluïsa Cunillé se alzó con el Premio Nacional de Literatura Dramática 2010 por Aquel aire infinito. Paco Zarzoso con el Marqués de Bradomín y el Enrique Llovet por Umbral, el Max Aub por L'altre, el Premio SGAE de Teatro por Mirador, los premios Ciudad de Barcelona y Serra d'Or por Ultramarins, y el Premi Abril al mejor texto por El mal de Holanda. Esta retahíla de galardones pone de manifiesto una virtud, “la búsqueda de una excelsa textualidad”, subraya López.

La actriz, dramaturga y directora explica que al fundar la compañía percibieron que en esos tiempos se ponía el acento en un teatro “muy performático, muy de expresión corporal, muy de grandes aspavientos”, marginando la calidad de la dramaturgia. El trío optó por ir a contracorriente y apostar por darle un peso y un valor a los textos, “porque están en el origen de todo”.

Referentes compartidos

Cuando Hongaresa, nació en 1994, Lola, que se había formado en Inglaterra, traía en la mochila su pasión por Shakespeare. Lluïsa les descubrió autores centroeuropeos como Robert Walser y Bruno Shulzt. Y Paco atravesaba una época marcada por escritores malditos y oscuros de la talla de Antonin Artaud, Samuel Beckett y George Büchner.

Todos los citados era influencias vitales, “claves en la creación de una poética”, apunta Zarzoso, pero luego vinieron muchos más. 

De los clásicos, Lola cita a Chéjov, a Ibsen, a Valle-Inclán y a Lorca

Paco remite a autores europeos de teatro contemporáneo, caso de Thomas Bernhard. Heiner Muller, Harold Pinter, Bernard Marie Koltés y Sarah Kane

“En el camino nos encontramos con dos poetas maravillosos: Paca Aguirre y Félix Grande, que nos animaban a crear puentes entre el teatro y la poesía”, continúa el dramaturgo, director escénico y actor.

Entre sus coetáneos españoles, nombra a Rafael Ponce, al director Xavier Alberti y a la compañía andaluza La Zaranda

El cine también se ha filtrado entre sus referencias, en concreto, las películas de Bergman, Tarkovsky, Fellini, Buñuel, Billy Wilder y el “alucinado ruso Sokurov”. Así mismo, la música. Juntos han escuchado a Bach, Shostakovich, Stravinsky, pasodobles, coplas, jotas furtivas... Y en pintura, les han hecho mella Goya, Hopper, Vermeer...

“En diferentes momentos también hemos mirado a clásicos de diferentes épocas, como Maeterlinck. Los trágicos griegos fueron inspiradores de Aquel Aire infinito, Shakespeare está detrás de Serenata para un país sin serenos...  Pero sin duda, nuestras musas, que serán las protagonistas de la obra que representemos en nuestro 30 aniversario, son las hermanas Gilda”, remata Zarzoso. 

Colaboradores en todos los ámbitos

 El menage à trois fundacional se ha visto nutrido de colaboradores destacados tanto en el campo de la interpretación, como en el de la dirección, escenografía, iluminación, producción y técnica. 

Lola López estima la convivencia de generaciones de intérpretes, con veteranos como Pep Ricart, con el que compartió escenario antes de la fundación de la compañía y lo sigue haciendo ahora, y savia nueva, caso de, por ejemplo, Mafalda Bellido

El germen de esas cooperaciones se basa en la afinidad entre las partes. “Es como el amor, te tiene que apasionar lo mismo”, resume la actriz y autora. 

De ahí la cesión de la dirección de las obras Mirador y El mal de Holanda al hoy director del Teatre Nacional de Catalunya, Xavier Albertí, con quien Lola había trabajado con anterioridad a Hongaresa.

A lo largo del camino han tenido encuentros fructíferos con pintores del nivel de Juanvi Monzó y Jaime G. de Haro, en el área de la música, Damián López Gonçalves y Jesús Salvador Chapi, del Grupo Amores, que se encargó de los boleros para Ilusionistas.

Estupor ante el mundo

Los personajes de Hongaresa se caracterizan por mostrar extrañeza frente al mundo. Y esa sensación ha ido creciendo, según calcula Zarzoso, de manera “directamente proporcional al aumento de nuestras canas”.

Más que evolución, Lola López compara el crescendo de la desubicación de sus alter egos a la actitud de esponja de los tres componentes de la compañía. “Nuestro teatro se forma a partir de personajes y de situaciones, y como nos vamos empapando de todo lo que pasa, las obras se convierten en un espejo de la realidad”.

Así les ha pasado con la pieza que estrenan el 18 de diciembre en valenciano, La Cantant calba al McDonald’s. La pieza de Lluïsa Cunillé trata sobre una pareja de amantes que está en una franquicia de comida rápida en Londres que recibe un aviso de bomba. “Estos días en los ensayos comentamos que nos van a tachar de oportunistas, pero este texto fue estrenado hace siete años en el Lliure. Lo que sucede es que los grandes escritores tienen un filtro por el que tamizan el mundo. Como resultado, la realidad se hace más universal y asoma en las obras”.

Latinoamérica, tierra de acogida

“A todo el mundo nos va bien de vez en cuando cambiar de aires. Conocer otras realidades, otras formas de enfrentarse al hecho teatral y a la vida”, introduce Zarzoso.

Latinoamérica ha sido una segunda patria en lo profesional para Hongaresa. Hilando fino, Argentina, donde recalan cada año desde que en 2002 estrenasen Vacantes en el Festival de Córdoba. 

“Buenos Aires es un pulmón teatral enorme, por la cantidad y cualidad de tantas propuestas valientes e ingeniosas”, considera el dramaturgo, que en 2011 tuvo el honor de estrenar en uno de los teatros más importantes del mundo, el San Martín de Buenos Aires, su obra Hilvanando cielos con elenco argentino. 

Lola López reflexiona sobre la estancia de Lorca en el país andino entre 1934 y 1935, así como el exilio de Margarita Xirgú. “En Argentina realizan una acogida muy cariñosa y afectuosa de los trabajos teatrales que consideran de calidad, porque son muy estrictos, tienen una inmensa oferta de teatro –acota López-. Eso ha hecho que nos afiancemos allí”.

Valencia no es tierra de profetas

Interpelada por la acogida de la compañía en su tierra, Lola López da por respuesta un no radical. Es cierto que tienen su sede en Sagunto y que allí estrenan todos sus montajes, “pero esa cosa llamada Comunidad Valenciana no ha sido un reflejo de estos 20 años de trabajo, antes vamos a Barcelona, Sevilla, Mallorca, Madrid o Sudamérica que aquí”, lamenta.

No se duele a modo particular, sino que hace su queja extensiva a toda la comunidad escénica. “Valencia es la única capital donde no se han estabilizado unos mínimos de la profesión teatral en estos 20 años. A grandes rasgos, a pesar de la crisis que sufre el Estado, Madrid y Barcelona sí los han establecido y han mantenido salas. La nuestra no es una comunidad que haya tenido un amor ni un respeto por el teatro, no ha sabido valorar que es una riqueza para un país. Y si no se valora se cierran teatros, como sucedió con el Moma y la Moratín, y se lleva a la profesión a la precariedad”.

Zarzoso recurre a la metáfora para secundarla: “Nos consideramos profetas en la Hungría de 1923.  En aquella época estrenábamos en los teatro más importantes de Budapest y de todo el país... Vivíamos dignamente de nuestro oficio sin autoexplotarnos. No sólo nosotros, también una buena parte de las compañías teatrales de ese momento. En aquellos años, Budapest no ejercía censuras ideológicas ni estéticas sobre los teatreros ni otros artistas, valoraba a sus creadores y los apoyaba. Teníamos la suerte de que a Budapest llegaban compañías de todo el mundo. Esas visitas nos nutrían e influían. Y el público de la capital húngara tenía una gran cultura teatral tanto del gran repertorio como de la vanguardia”. Palabra de Hongaresa.

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