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MEMORIAS DE ANTICUARIO

Iconografía de Semana Santa en València

17/04/2022 - 

VALÈNCIA. La iconografía que representa todos aquellos capítulos que se contienen en la Semana Santa, se circunscriben al ámbito temporal que va entre la entrada de Jesús en Jerusalén y que se celebra en el Domingo de Ramos y la Resurrección, que acontece el domingo siguiente. Entre un día y otro se sucede un numeroso conjunto de instantes recogidos en el Nuevo Testamento, que a su vez dan lugar a una enormemente rica iconografía, que en el caso de las celebraciones de estos días se pone de manifiesto principalmente en los pasos procesionales que recorren las calles, como plasmación del arte de la imaginería que vivió su mayor esplendor, en la España de los siglos XVII y XVIII. No obstante, más allá del arte dedicado exclusivamente a su exhibición y veneración callejera, existe una producción artística mucho mayo, si cabe, y en todos los soportes y técnicas imaginables dedicada al culto y la exaltación religiosa, y que hoy se exhibe en lugares sacros, museos y colecciones particulares.

Respecto a la a las primeras y centrándonos en nuestra ciudad, en València no podemos hablar de un Gregorio Fernández, un Pedro de Mena, o un Salzillo por el hecho de que en centro histórico de València, a pesar de las numerosas parroquias, muchas de reconquista, existentes, hoy por hoy no existe una tradición de celebración de Semana Santa. A pesar de darse muchos de los requisitos para ello, sin embargo, por causas que en parte todavía no están demasiado estudiadas pero que posiblemente haya que atribuirlas a la despoblación del centro histórico a lo largo del siglo XX, estos días se echa de menos la música procesional, los cirios y capirotes, la candelería y los pasos transcurriendo por las calles del amplio centro de la ciudad vieja que incluso por configuración urbanística daría para una teatral puesta en escena.

Procesión del Cristo de las Penas

Hay dejar claro que muchos de los templos intramuros de la ciudad sí que celebraron Semana Santa y todo ello está acreditado documentalmente desde la Edad Media, por lo que no se puede afirmar que València haya carecido de tradición. El Diario de València en 1790 ya recogía distintas procesiones que salían de las diferentes iglesias de la ciudad antigua. Por ejemplo, la iglesia de San Nicolás celebraba actos de devoción al Cristo del Fossar desde mediados del siglo XIII. En Viernes Santo se celebraba la correspondiente Procesión del Santo Entierro con una imagen de un Cristo yacente, que dejó de salir en la segunda mitad del siglo XX al parecer como consecuencia una falta de vecinos en el centro histórico. Afortunadamente San Nicolás ha recuperado la Cofradía del Cristo del Fossar que se encarga de organizar la Procesión del Santo Entierro el Viernes Santo. Igualmente, esta vez el Jueves Santo, organizada por la iglesia de San Juan del Hospital, las tallas del Cristo de las Penas junto a la de la Virgen y San Juan, obras transición entre el Románico y el Gótico, procesionan con gran austeridad, al anochecer, por el barrio de la Xerea desde hace casi treinta años. De nuevo, como en el caso del Cristo del Fossar, se debe a una recuperación reciente: la de la Cofradía del Cristo de las Penas, desaparecida en el siglo XVIII.

Crucifixión. Rodrigo de Osona; Iglesia de de San Nicolas de Bari

Por supuesto, en nuestra ciudad, como importante excepción, no podemos dejar de mencionar la colorida y popular Semana Santa Marinera que, en los barrios del Grao, el Cabanyal y Canyamelar se celebran y que teniendo un origen un tanto tardío puesto que se trata de poblados que, si bien tienen origen medieval, viven su desarrollo en siglos posteriores. Esta Semana Santa tiene su germen en el siglo XVIII, vive su época de consolidación en el XIX con la fundación de las principales cofradías, y de esplendor en el XX. Precisamente cuando en el centro de la ciudad van desapareciendo las cofradías. Hoy en día se puede decir que es en estos barrios bañados por la brisa del mar donde acontece la Semana Santa de nuestra ciudad.

Más allá del arte procesional

La producción artística de iconografía relacionada con la Semana Santa, sin embargo, es enormemente abundante así que habrá que citar algunos ejemplos. En el museo de Bellas Artes podemos disfrutar, por ejemplo, del magnífico tríptico de la Pasión o de los Improperios', obra de El Bosco o taller, una tabla cuyo panel central, de una mayor calidad incluso que los laterales, describe el episodio de la coronación de espinas, mientras que en los dos laterales cuenta dos momentos previos a la coronación como son el prendimiento y la posterior flagelación. Sea o no sea una obra atribuible se trata de una obra esencial en nuestro museo. Es una obra también importante del museo el Ecce Homo de Juan de Juanes, pintado a mediados del siglo XVI, imagen de Cristo que ha tenido una enorme influencia en el arte valenciano posterior.

Mabuse. Cristo Varón de dolores

Posiblemente la obra más importante de la iglesia de San Nicolás, en la calle Cavallers, y una de las piezas capitales del arte valenciano, pasa un tanto desapercibida ante la espectacularidad de los frescos de la nave principal de Dionis Vidal. Esta obra no es otra que el Calvario, obra de Rodrigo de Osona, que se encuentra situado sobre la pila bautismal situada en el lado derecho a los pies de la iglesia. Su importancia más allá de la enorme calidad que encierra, que sería imposible de describir en estas breves líneas, hay que hallarla en su carácter de obra de inflexión entre el último Gótico y primer Renacimiento. No podemos irnos de esta iglesia sin mencionar otra importante obra que se sitúa en este caso en una de las capillas laterales de la derecha de la nave principal es el imponente retablo de la Crucifixión de Cristo, de Vicente Macip y Juan de Juanes. Hay en la predela también cinco pequeñas tablas que describen la oración en el huerto, el prendimiento, la flagelación, la subida al calvario y el Santo Entierro.

Del enorme patrimonio que se atesora en el Colegio del Patriarca me quedaría con tres obras: de la iglesia la Santa Cena que preside el altar mayor y que fue pintada por Francisco Ribalta con la anécdota de que tres de los rostros son auténticos retratos de la época. Uno de ellos de Obispo otro del religioso Pedro Muñoz y el tercero de un vecino, zapatero, con el que el artista tenía diferencias personales. Y ya en el museo de la institución, se conservan dos obras magistrales: el extraordinariamente humano, atribulado ante su destino y expresionista Cristo Varón de Dolores obra de Jan Gossaert, llamado Mabuse, y el no menos extraordinario Cristo portacruz de Luís de Morales, obra capital en su producción artística.

Acabamos este breve recorrido en la Seu y con las tablas del altar mayor, que en dos de sus doce tablas recoge dos de los momentos culminantes de la Santa: la Resurrección y la Ascensión. Obras esenciales del Renacimiento español, pintadas entre 1507 y 1510 por Fernando de Llanos y Fernando Yañez de la Almedina, artistas que trabajaron en el entorno de Leonardo, lo que se aprecia claramente en la fisionomía de los rostros.

Llayez  de la Almedina y Fernando de Llasnos. Resurrección de Cristo

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