VALÈNCIA. A Iván Ferreiro (Vigo, 1970) le sobran las presentaciones. Durante trece años fue cantante, líder y compositor principal del grupo Los Piratas, con quienes dejó una estela de renombradas canciones de la talla de Promesas que no valen nada. En 2003, tras la separación de la banda, Ferreiro decidió que no quería alejarse del mundo de la música. Apostó y le salió bien. Hoy atesora una larga lista de trabajos (el último, Casa, publicado en 2016) que no le impiden, sin embargo, mirar hacia atrás y repensar, por ejemplo, en los grupos que le marcaron; en concreto, Golpes Bajos.
Su particular relación con el grupo (también gallego) se ha materializado en Cena recalentada (2018), un disco tributo que reúne algunas de las canciones más interesantes de la formación y que ayer mismo condujo a Ferreiro al Palau de la Música de València. “Golpes Bajos era mi grupo favorito, el primero que elegí”, cuenta a Culturplaza el músico. “Me he encontrado muy bien acercándome a ellos, aunque reconozco que ha sido un capricho más que una obra necesaria. Ningún CD lo es”, añade.
Muchos atributos caracterizan al grupo, pero uno de los que más destaca es el halo de oscuridad que cubre a las melodías y letras de la formación gallega. “Es cierto”, admite Ferreiro, “pero también tienen algo muy enérgico. Una tristeza unida a la velocidad, al frenesí. Hay canciones de locos y otras suaves y hermosas”. “Ha sido una gozada”, concluye, si bien reconoce que la forma de cantar de Germán Coppini (la inolvidable voz del grupo) supuso uno de los mayores retos a nivel vocal.
A pesar de los éxitos cosechados, de la gran expectación generada, la discografía de Golpes Bajos no es extremadamente extensa. Su primer y único LP, Santa Compaña (1984) fue su penúltima obra, que ofrecería su último aliento al año siguiente con un mini-LP. Disolverse como en su día hicieron sus referentes no está, sin embargo, en los planes de Ferreiro. “La muerte es el día para retirarse”, apunta. Mientras tanto, seguirá. Aunque eso implique tirar, de vez en cuando, de cena recalentada.
-Cena recalentada recoge algunas canciones de Golpes Bajos y las adapta a la actualidad; algo que algunos puristas podrían criticar por suponer una modificación de la obra original. ¿Hasta qué punto crees que es lícita la adaptación?
-Cuando hago versiones de otra gente cambio las canciones mucho más. Los puristas me dan igual: me la traen floja. Todo purista es un pequeño dictador que considera que las cosas no deben ser cambiadas. La música es demasiado libre y abierta para preocuparse de la opinión de unos cuantos. Al purista nadie le obliga a escuchar el disco o ir a los conciertos. Vivimos en una época donde todo el mundo se escandaliza por todo, incluso por cambiar una palabra o un acorde de una canción. Yo he cambiado muchísimas cosas, y hay gente que las disfruta y gente que se queja.
-Es como los remakes que se hacen de ciertas películas de culto y que muchos fans consideran que traicionan el espíritu original de la obra. ¿Cómo se ha tomado el público el homenaje que has hecho a Golpes Bajos?
-Hay gente que se lo ha tomado bien, y otra mal, como pasa con todo. Es imposible tener un público que te siga sin que haya detractores. Toda persona, después de todo, puede opinar; más ahora, cuando la gente se ve obligada a echarse a las redes para dejar constancia de qué opina. Otra cosa es que esas críticas nos importen a nosotros. A mí, sinceramente, no. Si me hubieran preocupado las opiniones de la gente, me hubiera quedado en casa. Estoy acostumbrado a leer críticas en Internet y creo que casi toda la gente enfadada y ofendida tiene una vida muy pobre. Estamos viviendo una época muy triste.
-¿Utilizas mucho las redes sociales?
-Hay veces que me toca leer mucha mierda en Internet. Pero, generalmente (y si te digo la verdad), lo que me puede llegar a doler es una crítica que tiene razón. Twitter y Facebook ahora mismo son un patio de porteras. Al principio en Twitter cabían la ironía y el humor, pero ahora todo el mundo se enfada. Me aburre bastante, incluso me deprime. Es un sitio donde la gente insulta con total impunidad y hay una falta de información sangrante.
La semana pasada salió a la luz una cosa de Radio Futura que dije hace seis meses y que ya estaba solucionada con Santiago Auserón. A algunos medios de comunicación les encanta meter cizaña y publicaron la noticia cuando se enteraron, insisto: seis meses más tarde, hace nada. Eso me hace pensar, por ejemplo, en lo mal informada que está la gente.
-Un homenaje como el que haces a Golpes Bajos también se puede llevar a cabo para realzar o no olvidar. ¿Cómo vamos de memoria musical en España?
-Vamos como hemos ido siempre. La música sigue marcando ciertos cortes generales, como la gente que se queja del trap o del hip hop y no se da cuenta de que hay mucha gente joven que está conectada con esos géneros. Me da pena, porque a esa gente que critica le habrá conectado algo a la música que a sus padres probablemente tampoco les gustó.
Todas las generaciones creen que su música fue la mejor. Es como los que se quejan de Rosalía, cuando ha hecho un disco maravilloso y resulta evidente que ha contado cosas que no supieron contar las generaciones anteriores. Y te puede gustar tanto Rosalía como Golpes Bajos. Totalmente lógico. Creo que un joven abierto y sensible puede disfrutar de ambas cosas.
-“Cualquier tiempo pasado fue mejor”, que se dice, y normalmente con el foco en los ochenta…
-Y no es verdad: no es cierto. En España se han hecho cosas muy bien musicalmente en los sesenta, en los setenta, en los ochenta, en los noventa, en los dos mil y ahora mismo. Ahora estamos en un momento de explosión musical maravillosa. La gente nunca se había gastado tanto dinero en los conciertos como ahora. Rosalía o C. Tangana tienen una proyección internacional que no ha experimentado casi ningún grupo español (quizá Bunbury, Hombres G en Latinoamérica, o Alejandro Sanz; en todo caso).
Pero existe esa manía de criticar, de no darse cuenta de que la música es algo vivo. Por supuesto que ya está todo inventado, desde hace un millón de años. Se crea a base de aprender de lo que hicieron los de antes, de aportar cosas nuevas y darle un punto de vista actual. Las canciones de pop, al fin y al cabo, como género global de toda la música popular, como memoria colectiva, se alimentan unas de otras. La verdad es que me da pena la gente cerrada porque se pierde muchas cosas.
-La SGAE ha estado salpicada por numerosos escándalos en los últimos meses, ¿qué valoración haces al respecto?
-Lo que está pasando con la SGAE es un ataque claro de intereses personales de algunos autores, editoriales y televisiones. El Ministerio de Cultura tendría que haber intervenido ya hace meses, el ministro Guirao es un blando que tendría que haber actuado de manera más dura.
Lo que ha sucedido solo es una muestra más de lo desprotegidos que estamos a nivel legal los músicos, los autores y todos los trabajadores de la música en general: desde los que tocamos hasta los que montan escenarios. Ya desde los ochenta se tendría que haber hecho un Estatuto del Artista para que tuviéramos un lugar dentro de nuestra legalidad. Pero los políticos, mientras, parados: sin dar ninguna opción de existir a nivel social.
Nuestra relación con la seguridad social y la forma en la que cotizamos, por ejemplo, es muy injusta. Hay músicos que no pueden hacer un concierto al mes porque lo que ganarían con él sería menos del dinero que tendrían que pagar de autónomos. A ello hay que sumarle otras problemáticas como la de la jubilación de los autores: hasta hace poco, no podías cobrar derechos de autor si tenías una pensión. Esto ya está solucionado, pero, antes, si eras un pintor, y te jubilabas, tú no podías vender un cuadro tuyo, pero otra persona sí. Es muy heavy.
Parece que se piensa que queremos timar a Hacienda cuando, realmente, lo único que pretendemos es ponernos al día, pero nadie nos dice cómo hay que hacerlo. Les preguntamos cómo tenemos que cotizar, qué régimen tenemos que utilizar… pero hay una falta de interés muy grande.
-Además, la situación se ha agravado con la (presunta) emisión fraudulenta de música en horario nocturno.
-El tema de la música nocturna ha sido el centro de la historia, de hecho: unas televisiones están tratando de recuperar su dinero, el que tienen que pagar de derechos de autor, haciendo una jugada legal inmoral. Y una serie de artistas, que ya no venden discos ni interesan al público, están trabajando en connivencia ellos. ¿Legal? Sí. ¿Ético? No.
Hace unos días salió que Teo Cardalda, por ejemplo, ha ganado más dinero que Pablo Alborán en los últimos años. Luego, el hecho de que una canción que suene a las cuatro de la mañana se cobre de la misma manera que una que suene a las diez, donde mucha gente sí está viendo la tele. Ahí había una trama clara que ahora se está solucionando (al parecer), pero que realmente demuestra que, por un lado, músicos y autores; y, por otro, gente ajena a la música, como las televisiones, estaban haciendo algo.
La SGAE, al final, tiene que recaudar dinero y repartirlo. Nada más. Ver donde se genera dinero y ver a quién pertenece. Han estado tratando de evitar el mundo digital a toda costa. Han seguido trabajando con una estructura del siglo XX. En los ochenta y noventa, cuando se pagaba el dinero de la música que se ponía en los bares o discotecas, como no se sabía exactamente los autores, el pago se realizaba de manera estadística: “Este es el que más ha vendido discos, le corresponderá este dinero”. Pero, hoy en día, se puede saber: en Internet se puede saber todo. Sin embargo, han preferido no modernizarlo para continuar con todo este otro método estadístico. Y todo esto, que conste, es presuntamente. Que, si no, nos podemos meter en líos.
-Uno de los artículos más polémicos de la recientemente aprobada ley del copyright europea es el 13 (ahora 17), que propone el uso de filtros para evitar que se suban a Internet ciertos contenidos. Las voces más críticas se plantean hasta qué punto esos filtros censurarán contenido como excusa a proteger los derechos de autor. ¿Qué opinas al respecto?
-Lo que creo es que YouTube está ganando una pasta con nuestra música. Es él quien tiene que pagar. La publicidad que cobra YouTube es inmensa y, además, utiliza la obra de los autores como le da la gana. Pero es la compañía la que tiene que pagar, no los usuarios. Ellos ya pagan de sobra y creo que los artistas hemos demostrado que no nos importa que nuestras canciones estén en Internet. Tenemos Spotify; en YouTube también se puede escuchar… Pero otra cosa es que la compañía se esté forrando y no reparta a los autores. El chaval que cuelga un vídeo o una canción no tiene la culpa, y quien la oye tampoco, no se le va a cobrar.
Cuando la música se utiliza para fines culturales (según dice esa ley) realmente no pasa nada, queda exenta. Hay podcast en los que se está enseñando cosas o educando a gente, pero las que realmente sacan dinero son las grandes plataformas. Me resulta curioso que, cuando se habla de la libertad en Internet, la gente corra a defender a una corporación como YouTube. Es escandaloso. Se está manipulando mucho la información y lo que se está haciendo. Hay que proteger los derechos de autor. Incluso los de los propios youtubers, que hacen contenidos y también son dueños de sus derechos y materiales. Tienen que cobrar por ello, YouTube se lo tiene que dar.
-A veces sí salta una alarma en YouTube cuando se identifica que una canción tiene copyright…
-Algunas páginas y televisiones (cuyo nombre no diré) suben la velocidad y cambian los tonos de una canción para evitar eso precisamente. Pero proteger, en definitiva, creo que trae más beneficios que otra cosa. Me hace gracia que la gente se aferre a la idea de censura cuando no es así: solamente queremos que la gente cobre por su trabajo. E insisto: no va en contra del usuario, sino de las grandes corporaciones que se están forrando.
Yo soy el primero que pongo gratuitamente mi música en Internet. Me parece maravilloso. Pero si luego veo que compañías como esta se forran a mi costa y, encima, lo que pagan… Dirías: “¿Cómo es posible que tenga un vídeo con cinco millones de reproducciones y haya cobrado veinte euros?”. YouTube gana mucho dinero con la publicidad, pero decide qué tarifa darte dependiendo de tu música. Por ejemplo, si tiene contenido más explícito, te paga menos. Sí que existen una especie de tarifas. Pero, cuando ves el precio que cobras por reproducción, es una risa. Hay que entender que en YouTube todo tiene un autor. Todo está hecho por alguien.
-La regulación en Internet es un gran debate.
-Google gana mucho; Facebook igual: no dejan de comprar cosas. Habría que regular ciertos aspectos. Eso no le va a quitar libertad a Internet: se la va a dar. Es como lo que ha hecho Facebook con todo el tema de la política con sus algoritmos y fake news… La regulación en Internet no solo pasa por la música, sino también con cómo se hacen los clicks. Y les da lo mismo: es una auténtica barbaridad que cosas como que la Tierra es plana o que las vacunas generan autismo estén por ahí. Ya va siendo hora de que, si una noticia es falsa y está difamando, también pueda ser controlada. ¿Que corremos el riesgo ese de que haya un control exhaustivo…? Sí, pero se corre de todas maneras en todos los aspectos de la vida. La anarquía no es el mejor plan.
Yo entiendo (y me parece sano) que se opine sobre la música, que se diga incluso que mi música es “mierda”. Vale, puede ser razonable. Lo que no me lo parece es que se diga que la ciencia engaña: que no hay que vacunarse y hay que tomar medicina homeopática. Eso es muy peligroso, una involución. La ciencia no es perfecta, está en movimiento, pero hay cuestionamientos que sobran. Hay datos empíricos y demostraciones de ciertas cosas que deberían impedir que se soltaran las cosas tan a la ligera en Internet. Se dice, luego se recoge en una noticia, se demuestra que es falso; pero nadie recula. Y si dicen mentiras sobre mí, bueno, lo que me pasa a mí no me importa a nadie; pero sí lo son las cosas serias. El tema de afirmar que se puede curar a los homosexuales, por ejemplo. Entiendo la opinión del Papa, pero decir hoy en día que una persona gay está enferma es algo muy, muy grave.
-Val Miñor – Madrid. Historia y cronoogía del mundo (2013) se caracterizaba por un tono optimista y Casa (2016), tu último trabajo (con el que también estás de gira), aunque recoge parte esa estabilidad emocional, tiene claroscuros. ¿Hasta qué punto es importante para ti las experiencias vitales para crear?
-Si no se vive, no se crea. Tener experiencias, vivir, es indispensable para poder contar cosas. Siempre hay un componente autobiográfico en todo lo que se hace, aunque luego no deja de ser, también, una interpretación personal.
Naufragios, obsesiones infantiles y criaturas marinas se dan cita en Ballenas invisibles (Barlin), el ensayo en el que Paula Díaz Altozano aborda la fascinación por los grandes cetáceos a lo largo de los siglos