L'ELIANA. Llegamos con tiempo a la Biblioteca Municipal de L’Eliana. En el vestíbulo, dos bibliotecarias observan la placa que deberá descubrir Javier Cercas como homenajeado de la I Setmana de les Lletres. “Es muy pequeña”, dicen. A estas horas, la biblioteca permanece en calma total. “Si vierais aquí qué jaleo todos los días. Hoy viernes por la tarde parece que no haya nadie”, me explica una de las trabajadoras. “Sácanos en el periódico”, me pide otra.
Están contentas. Han preparado un escaparate con las novelas y ensayos del escritor. Cercas llega con las autoridades del Ayuntamiento. Se saludan. Se hacen fotos. Algún usuario que estaba estudiando se levanta y pide silencio, “que esto no deja de ser una biblioteca”.
En este entorno hablaremos, concretamente en una de las salas de estudio con un gran ventanal por donde nos vigilarán los organizadores del acto para que el invitado no llegue tarde al siguiente acto, una conferencia que impartirá en el centro social seguida de una charla coloquio con el profesor de historia Justo Serna. Me saluda amablemente y con una sonrisa. Acepta sin un mínimo de oposición nuestra conversación. Le pregunto por la promo del libro: viene de Castellón, hace parada en Valencia, se marcha a Madrid. Se quita la chaqueta y nos sentamos en una mesa larga y ancha, y se le dibuja al mismo tiempo una mueca de agradecimiento y de cansancio.
Vamos a hablar de su última novela, El monarca de las sombras, de su trayectoria literaria, de algunas polémicas que despachará con contundencia. Se explayará en las preguntas sobre su libro. Será cortante con la crítica o la duda. Expondrá sus ideas como quien se ha resignado a un mundo que no le gusta.
La primera pregunta quisiera enmarcar esa última novela como el final de un ciclo que empezó con Soldados de Salamina. Si esta exploraba un pasado colectivo, el último libro de Cercas volvía sobre la guerra civil adentrándose en el propio pasado familiar.
-¿Qué incomoda más: explorar el pasado de un país o explorar el pasado de la propia familia?
-El pasado familiar. En este caso exploro el pasado de mi país a través del pasado familiar, no hay diferencia entre ambas cosas. Pero sin duda es mucho más incómodo el pasado familiar, sobre todo cuando estamos hablando del peor pasado. Es decir, pasado de guerra, de violencia. Y la prueba de que incomoda tanto es que la gran mayoría de las personas lo desconocen. Yo no lo he conocido con detalle hasta que a mis cincuenta y tantos años me decidí a explorarlo a fondo. La mayoría de las personas no lo conocen o lo conocen de manera muy parcial. Porque quien ha vivido una experiencia de ese tipo no habla de ella, y menos a sus hijos, porque son experiencias atroces. Ellos tienen el derecho de callarse, pero nosotros tenemos la obligación de saber.
"El trabajo de los periodistas tendría que ser desenmascarar las mentiras y defender la verdad. Pero eso no pasa. Nadie se planta y dice ‘esto es mentira’".
-¿Querías escribir esa novela o temías escribirla?
-Las dos cosas a la vez. Quería escribirla porque era una historia vital para mí, pero temía escribirla por esto. Porque eso implicaba hacerme cargo de la historia de mi familia. Primero conocer, entender el pasado de mi familia. Y claro que me daba miedo. Pero a ti te daría miedo igual, ¿eh?.
-¿Dudaste en algún momento sobre si contar o no algún pasaje?
-Sí, y las dudas las planteo en la novela. Ahora bien, si la pregunta es si me he guardado algo que he descubierto y no me gusta, la respuesta es no. Lo he contado todo. Otra cosa es si hubiera encontrado algo realmente muy fuerte, entonces quizás hubiera esperado a que se muriera mi madre.
-Hay un personaje entrañable en la novela, la madre, que aun habiendo pasado gran parte de su vida en Girona, aún sigue perteneciendo al mundo mítico de Ibahernando, Extremadura, la guerra, la posguerra, los ancestros... Hago referencia a la escena en que la madre acude al médico y cuando un señor le abre la puerta y le dice cortésmente “endavant”, ella responde “al médico” al haber entendido “adónde van” o “ande van”.
-Eso es la inmigración.
-¿En qué medida nuestras coordenadas sociales, políticas y culturales siguen viviendo en otro tiempo y en las historias de ese mismo pasado?
-Mi madre siguió viviendo en el pasado. Pero yo todavía vivo en el pasado en la medida en que todas esas historias me acompañan.
-Una de las premisas fundamentales de El monarca de las sombras es intentar entender cómo un joven brillante, culto, de un pequeño pueblo de Extremadura, se deja engañar por los postulados falangistas y acaba luchando por una causa injusta, una causa de otros. Buena parte de la crítica te ha afeado esta equidistancia identificando entender con justificar. ¿Por qué intentas entenderlo?
-Buena parte de la crítica no. Ha sido cosa de un loco que se dedica a destruirme. La crítica lo ha entendido perfectamente. Otra cosa es que haya una opinión de un loco que se propague y circule por todas partes. Porque vivimos en un país en el que pesa más una mala opinión, aunque sea mentira. Un loco dice algo y tiene mucho eco. Alguien titula ‘Javier Cercas blanquea el fascismo’ e inmediatamente tiene mucho eco. Yo puedo poner en un titular ‘José Martínez es maricón’ o ‘José Martínez es un asesino’ e inmediatamente eso se convierte en verdad. Asimilar el acto de entender con justificar es idiota. Lo que yo hago es hacerme cargo de mi pasado, cargar con la herencia de mi pasado, conocerlo y entenderlo. Para poder no repetir el pasado, hay que conocerlo. Eso no significa justificarlo. Yo puedo hacer una biografía de Adolf Hitler y no significa que esté justificando el régimen nazi. En El Impostor hablé de ello: las buenas mentiras están construidas sobre la verdad, están hechas con trozos de verdad, y eso es lo peligroso. El trabajo de los periodistas tendría que ser desenmascarar las mentiras y defender la verdad. Pero eso no pasa. Nadie se planta y dice ‘esto es mentira’. No. Y mucho menos en política. Al contrario, todo se expande.
-En Anatomía de un instante también se traza un paralelismo entre Adolfo Suárez, Gutiérrez Mellado y Santiago Carrillo, intentando entender el pacto o el consenso entre franquistas, antifranquistas y demócratas reconvertidos, y afirmando que el verdadero valor de los tres fue la renuncia. ¿No es demasiado buenista esta interpretación de la Transición?
-¿Buenista? No sé lo que es. Creo que es un término que inventó la FAES. Pero no tengo ni idea. No lo sé. No hago caso de esas cosas. Pero vamos, sobre mí han dicho de todo. Acabarías antes preguntándome sobre qué no han dicho de mí.
-Soldados de Salamina retomaba un fenómeno cultural como el de la memoria e proyectaba con fuerza toda una etapa dentro de la novela española sobre la guerra civil, la posguerra, el franquismo y la Transición. Luego con Anatomía de un instante, Las leyes de la frontera, El impostor y El monarca de las sombras. Tras todo el boom de la memoria, tú mismo has hablado de recuperación, de conocimiento pero también de kitsch. ¿Qué ha pesado más en estas dos décadas?
-Debería haber pesado el conocimiento. Esa es la verdad. Pero lo no sé. Es cierto lo que dices de Soldados de Salamina, y muchos autores y muchas novelas han intentado que el conocimiento fuera lo principal. Pero no estoy seguro de que sea lo que más ha pesado.
-¿Qué capacidad de intervención tiene un escritor o un intelectual hoy en nuestro país?
-Tú lo dirás. Yo solo escribo. Yo escribo, pero no soy responsable de lo que se diga luego. Ahí estáis los periodistas. Los periodistas estáis para desenmascarar las mentiras. Yo pongo la televisión..., el otro día puse la televisión, y me encontré con cinco mentiras seguidas. Uno había dicho una cosa, el otro la había desmentido... no había nada real. Yo tenía mucho aprecio por periodistas que me han decepcionado. Si tú tienes delante a Oriol Junqueras, y no le rebates, y no desenmascaras sus mentiras, estás asumiendo ese discurso. El trabajo de los periodistas debería ser plantarse frente a esas mentiras, rebatirlas, desenmascararlas. Y no está siendo así.
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