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CIUDADES INVISIBLES

La calle donde nace el mundo está en Praga

El número más famoso de la calle más popular de la capital de la República Checa es el 22. En esa pequeña casita vivió entre 1916 y 1917 uno de los escritores más universales: Franz Kafka.

13/12/2016 - 

¿Y si una única calle fuera motivo suficiente para visitar una ciudad, una nación? Tendría que ser, desde luego, una calle que reuniera toda suerte de cualidades: turísticas, históricas, emocionales. Una de esas calles célebres en el mundo es el ‘Callejón de Oro’, ubicada en el interior del Castillo de Praga. Una entrañable hilera de casitas de colores construidas a finales del siglo XVI que servían como viviendas de los veinticuatro guardianes del castillo, dan la bienvenida a este callejón mágico. Cien años después de su construcción fueron ocupadas por el gremio de los orfebres. En el siglo XIX, sin embargo, le sustituyeron los delincuentes y mendigos de Praga que en el siglo pasado fueron desalojados para que las actuales tiendas de marionetas ocuparan su lugar. El número más famoso de esta calle es el 22. En esa pequeña casita vivió entre 1916 y 1917 uno de los escritores más universales de la historia de la literatura: Franz Kafka.

La cabeza de Kafka como souvenir

La reciente y monumental biografía de Kafka –Los primeros años. Los años de las decisiones. Los años del conocimiento.- a manos de Reiner Stach en la editorial Acantilado se antoja la excusa perfecta (si es que necesitamos alguna) para visitar Praga. En sus archiconocidos Diarios, Kafka escribió: “Yo soy la literatura”. Y lo cierto es que no se equivocaba pues en él, en su rabiosa y radical escritura, se condensa todo el siglo XX literario. En este libro se puede vivir en la Praga que Kafka transitó con más melancolía que patriotismo. Las callejuelas y mercadillos de la Plaza de Wenceslao o de la Plaza Vieja dotan a la ciudad en invierno de un particular halo romántico.

Los homenajes a la figura de Franz Kafka a lo ancho de toda la ciudad son constantes. Quizás uno de los enclaves más controvertidos es una enorme cabeza del escritor imaginada por el artista David Černý. Ubicada en la Avenida Nacional, se alza esa escultura de once metros compuesta por más de una cuarentena de bloques metálicos que van moviéndose constantemente propulsados por un motor que les alimenta. Una obra que hubiera hecho las delicias del propio autor de La metamorfosis.

Las casas literarias de Kafka

Praga supuso para Kafka el mejor escenario en el que inspirarse. Si para El castillo, el autor tuvo bien cerca una edificación real en la que buscar un molde, para su novela El proceso tiene como decorado literario su casa de la calle Bbilekgasse. Analicemos ambos: en primer lugar, es bien conocido que el Castillo de Praga es el más grande del mundo. En esa calle de la que hemos hablado antes, vivió Kafka junto a su hermana en su época de adolescencia. Allí concibió a su famoso personaje K., un agrimensor que llega de una aldea aledaña al castillo para cubrir un puesto de trabajo. Pero llega tarde. Un año tarde. La prosa densa y tremendamente claustrofóbica de Kafka se adueña de la atmósfera del relato y es imposible no pensar en K, en Frieda o en Klam –todos ellos protagonistas de El castillo- cuando, efectivamente, te adentras en sus pasillos. Algo similar le debió suceder al famoso cineasta austríaco Michael Haneke que adaptó este relato a televisión en el año 1997.

El proceso, por su parte, se construyó en la casa de Bbilekgasse, cuando un joven Kafka estudiaba bachillerato. Aquí Josef K. es arrestado un día cualquiera por un motivo desconocido. El viaje por una pesadilla para defenderse de algo que todos –protagonista y lectores- desconocemos es uno de los tour de force literarios más impresionantes acerca de la dificultad de acceder a conceptos tan claves en una sociedad como la ley o la justicia.

Por encima de todos los territorios praguenses, quizás la casa ubicada en el número 5 de la calle de Zur Minute (La casa del minuto) es el nombre de la casa donde vivió Frank Kafka la mayor parte de su infancia, desde 1889 hasta 1896. Ubicada en el número 5 de la calle U Radnice, se puede vislumbrar los restos –apenas la fachada- del hogar en el que nació Kafka. Un incendio acabó con la estructura inicial del edificio pero una placa certifica a los viajeros que fue allí, muy cerca de la Plaza de la Ciudad Vieja,  donde nació y se educó el autor.

Hay un libro del autor Klaus Wagenbach titulado La Praga de Kafka en el que se detallan en un capítulo todas esas casas que fueron imprescindibles para su literatura. Allí, por ejemplo, se desvela que la vista desde la ventana de la habitación del escritor de la casa del Barco es la misma vista que percibimos en el final de su relato la condena. A ese lugar, muy cerca del puente Cech de Praga, se trasladó Kafka con su familia en 1907. Allí escribiría no sólo La condena sino también La metamorfosis y América. Justo al lado de esa casa estaba la Escuela Civil de Natación donde el padre de Kafka llevaba a su hijo. Célebre es la cita del autor el 2 de agosto 1914 en sus Diarios. “Hoy Alemania ha declarado la guerra a Rusia. Por la tarde fui a nadar”.

Paseos y cafés con Kafka

El libro de Wagenbach puede servirnos además para hacer tres de los paseos predilectos del autor por su Praga natal: el primero, la subida al monte de San Lorenzo; el segundo, del Belvedere al parque Chotek; por último, un paseo por el Barrio de Malá Strana y el Jardín Botánico

Nada mejor que terminar esta ruta conmovedora con una de las obras de Kafka en la mano, resguardándonos de un frío invernal en algunos de los cafés que el autor frecuentaba – Café Savoy, el Café Louvre, el Café Corso- y recordando con turbación aquella famosa afirmación de Kafka: “Praga es como una madrecita, te agarra con sus zarpas y no te suelta”.

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