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MEMORIAS DE ANTICUARIO

La Casa del Relojero o la polémica de la convivencia entre historia y modernidad

4/06/2023 - 

VALÈNCIA. En la capital de España, allá por 1973, se levantó un gran edificio de viviendas del color blanco de cerca de cien metros de altura y con el nombre de “Torre de Valencia”. Una construcción residencial para clase media-alta y que se convirtió en centro de una gran polémica más que por su calidad arquitectónica, por su emplazamiento, hasta tal punto que las obras fueron paralizadas en varias ocasiones. Firmado por Javier Carvajal, era “Un extraordinario edificio extraordinariamente mal situado” como dijo de él el arquitecto Santiago Fajardo. ¿Por qué tanta polémica si sus virtudes intrínsecas estaban fuera de toda duda?. La razón era que todo madrileño o visitante que enfilaba la calle Alcalá desde la fuente de Cibeles en dirección a la celebérrima y cantada puerta contemplaba en primer término la construcción proyectada por Sabatini y finalizada en 1778, y tras ella como una invitada agazapada, incómoda y, ciertamente, molesta la susodicha Torre de Valencia. Maldecida por fotógrafos aficionados que deambulan por la ciudad, tras ello cobró y se labró una desdichada fama que en otro espacio urbano nunca habría tenido.

Edificio en plaza Pere Borrego y Galindo, 7

Hace pocas semanas se levantó el velo que escondía el edificio municipal proyectado y construido en el solar donde estuviera antaño el llamado “Edificio del relojero”, junto a la pétrea torre gótica del Miguelete y a pocos metros de la puerta barroca de la catedral. Se sitúa en uno de los espacios más transitados de la ciudad junto a la catedral y por tanto en uno de los lugares más sensibles visualmente del centro histórico. Desvelado el misterio, las reacciones no se han hecho esperar y los comentarios no han sido precisamente laudatorios. Sin que el edificio haya sido concluido, mentiría si no dijera que me sumo, al menos por ahora, a las opiniones críticas y me hallo más cercano a la decepción que a otra cosa. Especialmente me llaman la atención los materiales empleados en la fachada que se dan de bruces con el entorno presidido por los sillares de la torre campanario. Sinceramente esperaba mucho más, aunque prefiero esperarme a la conclusión para dar mi veredicto. 

Edificio en Calle Alta

Una vez dicho esto, el del edificio del relojero no es asunto de que se trate de una propuesta arquitectónica contemporánea. No hay escrito en ningún manual que los nuevos proyectos que se levantan en entornos históricos deban estar sometidos a los dictados del clasicismo e imitar el entorno de forma mimética para conservar la uniformidad constructiva y lograr “engañar al ojo”. Es cierto que muchos de los grandes núcleos históricos de las ciudades que fueron bombardeadas en la Segunda Guerra Mundial como Varsovia, Dresde o Berlín se reconstruyeron con este criterio, tomando como modelo la ciudad antigua desaparecida. Sin embargo, en todas las ciudades como el caso de València podemos ver ejemplos tanto de reconstrucción ilusionista como también contemporánea siguiendo modelos estilísticos actuales. Esta segunda opción, por supuesto, tiene sus ejemplos felices, mientras otros han discurrido entre la poca fortuna y directamente la catástrofe. 

Discrepo de la arquitectura ilusionista como única y exclusiva solución para los espacios que se generan en los centros históricos. Y no me traigan a colación, quienes discrepen, ese lugar común, ese comodín que es el desafortunado edificio situado en la esquina de la Plaza del Ayuntamiento con la calle de las Barcas. Una intervención completamente fallida por falta de calidad que el tiempo, que a veces todo lo cura, no se ha visto capaz de ir asimilándolo con el entorno. Sin embargo, puedo poner ejemplos de buena arquitectura, si quieren llamarla rompedora, que funciona perfectamente. A mí no me gusta ese calificativo y prefiero decir que se adapta al entorno preexistente. 

Pompidou

Se me ocurre, por ejemplo, el edificio de Plaça Pere Borrego y Galindo, 7, junto a la calle Na Jordana está el edificio proyectado por Ramón Esteve en el que se encuentra su estudio y vivienda. Un magnífico ejemplo de modernidad que se relaciona perfectamente con el entorno popular del barrio del Carmen de corte decimonónico o incluso anterior. Desde el cromatismo, el minimalismo de balcones, mallorquinas de las ventanas, recuperación de elementos antiguos etc. En un estilo muy distinto, muy cerca se levanta un edificio en la calle Alta, este caso desconozco el arquitecto, que impone en un acusado ángulo líneas rectas, elegantes, discretas y de calidad además de dar protagonismo a grandes ventanales. Se me ocurre también un estrecho edificio de la Plaza de San Jaime levantado hace unos años entre dos medianeras con idénticos criterios de calidad y respeto. Tampoco conozco al autor, pero sí que creo reconocer la buena arquitectura. Por tanto, una visión excesivamente conservadora en entornos históricos es poco enriquecedora, lo que sucede es que para que funcione la alternativa a ello es preciso proponer un trabajo de calidad tanto en diseño como en el empleo de materiales, que es donde radica la cuestión. No todo estudio de arquitectura es capaz de enfrentarse a lo que considero un reto teniendo en cuenta que hay que guardar un equilibrio entre la libertad y la sensibilidad y respeto al entorno preexistente. Habrá que hacer en otra ocasión una pequeña lista de grandes aciertos y grandes errores que se esparcen por la ciudad.

Las soluciones ilusionistas no son la panacea ni cumplen siempre, con éxito, su propósito. Un ejemplo que todos conocerán: uno de los más colosales errores, por sus dimensiones y propósitos megalómanos se halla en plena colina Capitolina (lugar sagrado de las artes) de la ciudad de Roma, y su insultante presencia es todavía más intimidante en un espacio tan histórico. Este no es otro que el archiconocido monumento a Vittorio Emanuele II, concluido en 1911. Las críticas no se hicieron esperar y romanos tornaron la ira en humor, rebautizando la construcción con nombres como la tarta de bodas o la máquina de escribir. 

Louvre

Cierto es que también existen edificios o intervenciones que por su lenguaje radical pretenden epatar, incluso superar en protagonismo y osadía al entorno en que se enclavaron, logrando, por la calidad de la arquitectura imponerse, e incluso convertirse en hitos de la arquitectura moderna. El riesgo es todavía mayor si cabe que los ejemplos ya citados, precisamente por la insolencia con la que se presentan. Quizás uno de los casos más “escandalosos”, sino el que más, sea el edificio que alberga el centro Pompidou de arte moderno en París, obra de Renzo Piano y Richard Rogers en 1977. Un antes y un después, un símbolo de la arquitectura posmoderna y hoy una obra maestra estudiada en toda carrera de Historia del Arte. Otra obra, el Pompidou, que causó en su momento un furibundo debate pues es una propuesta que nunca deja indiferente a nadie, incluso hoy en día. Sin salir de París, también fue polémica la genial pirámide de cristal instalada en el centro del lugar más sagrado: el cour Napoleon del Museo del Louvre. La obra está firmada por el arquitecto chino Ieoh Ming Pei y fue inaugurada en 1989. Piénsenlo: la cuestión no radica en el estilo de la obra, en si sigue o no la estética de los edificios vecinos, sino en la calidad de la propuesta porque al final sólo hay tres tipos de arquitectura: la buena, la menos buena y mala arquitectura.

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