VALÈNCIA. “Te invito a que imagines el silencio”. Esta es la propuesta que plantea el artista Jaume Plensa a sus feligreses, una petición que no es baladí, pues el silencio es la puerta a un universo en el que, en última instancia, uno se encuentra consigo mismo. Sin ruidos molestos, sin distracciones. Es curiosa esta invitación pues, precisamente, gran parte de su producción –al menos la que más alcance de público tiene- se enfrenta a los visitantes desde la misma calle, un espacio abierto y en muchas ocasiones ruidoso desde el que siempre, sin embargo, ha reivindicado la pausa. Esa confrontación ahora es menor, pues el artista deja la calle para abrir las puertas a su lugar de recogimiento, la catedral de Jaume Plensa. Silencio, por favor. Este es el marco en el que nada Poesía del silencio, la exposición con la que recala en Fundación Bancaja, un proyecto que convierte las salas del centro cultural en una suerte de templo, un espacio para la introspección y la espiritualidad en el que la palabra tiene un protagonismo clave. “Una lengua es un lugar, un espacio físico, un edificio de letras sonoras que habitamos y compartimos en la voz”, reflexiona el artista.
Fundación Bancaja presenta la que es una de las mayores retrospectivas realizada hasta la fecha de uno de los escultores de mayor reconocimiento en el arte contemporáneo internacional, un recorrido que completa aquella producción más mediática, la que se refiere a las grandes esculturas que coronan el espacio urbano, con otras piezas menos conocidas por el público, de menor formato. “Plensa en estado puro”, subrayó el presidente de Fundación Bancaja, Rafael Alcón, durante la presentación de la muestra, en la que estuvo acompañado del comisario, Javier Molins, y del propio artista. También Alcón puso el acento en ese “espacio sosegado” que enmarca la exposición, un recorrido que deja atrás el ruido callejero para cobijarse en la catedral del arte, un camino que, en cualquier caso, no se dibuja como dos compartimentos estancos sino para en el que se plantea un puente que empieza en la misma plaza de Tetuán.
Es la entrada al centro cultural la primera ‘sala’ de la exposición, una plaza que acoge la instalación de White Nomad, una escultura de más de cuatro metros de altura que presenta una figura humana creada a partir de letras de diversos alfabetos, una pieza a la que acompaña en el vestíbulo Together, una mano también formada por letras que realizó para la Bienal de Venecia de 2015. “La escultura crea puentes entre personas y culturas”, expresa el propio artista, quien pone el acento en el homenaje a la “diversidad” que suponen ambas piezas y, también, en un relato que pasa, no tanto por la religión, pero sí por la idea de espiritualidad. “No estamos hablando solo de estética, sino de ética […] Esto se ha perdido en los últimos años”, reflexiona.
Estas piezas son el prólogo de un relato que se va desvelando por capas y que se esconde tras una cortina que el visitante debe cruzar –y escuchar- para sumergirse en la exposición propiamente dicha, una pieza que tiene su origen en la infancia del artista, en su obsesión por liberar a la poesía de la “tiranía” del papel, llevándola al territorio de las tres dimensiones. En ella “libera” de “esa pared blanca que es el papel” el Cantar de los Cantares, “el más bello de la Historia”, un relato que descompone y al que dota de sonido para, una vez cruzado, toparse con una de sus icónicas cabezas, en este caso con los ojos cerrados y pidiendo silencio. No hablamos de un silencio por norma, de ese obligado en hospitales y colegios, sino de una invitación a la introspección, un viaje personal que quiere esquivar el ruido, por más difícil que eso sea en 2022.
“Intento fabricar silencio en una época muy ruidosa. Estamos de nuevo en una guerra en el corazón de Europa, en un momento en el que la naturaleza está en peligro… y a pesar de esto nos llegan tantos mensajes que no sirven para nada”, reflexiona Plensa. Y es importante, en este caso, explorar más ese concepto de silencio sobre el que trabaja –y defiende- Plensa, pues no se trata de una ausencia de ideas, de reflexión, de un, en resumidas cuentas, vacío. Más bien lo contrario. El silencio de Plensa remite a un proceso de introspección, a enfocar ese diálogo en la catedral que es cada uno. De manera sincera, honesta, y, sobre todo, no interferida por agentes externos y fugaces. “Estoy preocupado porque hay un ruido mediático enorme de mensajes que no son útiles. De pronto descubrimos que tenemos una vida interior y nadie nos había hablado de ella. Cambian las fronteras o los políticos pero tú sigues siendo el mismo, y nadie te habla de ello […] Por educación, por cultura, nunca hablamos de nosotros. Nos da vergüenza pero es necesario este silencio para mirar a nuestro interior. Sería una revolución si de verdad lo logramos”.
Esta petición de silencio –“poético”- da paso a una exposición que tiene por objetivo desvelar a un Jaume Plensa, quizá, menos mediático, pero no menos interesante, un recorrido único por piezas que, en algunos casos, llevaban décadas sin ser expuestas al público, un conjunto de obras que hablan y usan la palabra tanto desde un punto de vista formal como intelectual. En este contexto se enmarcan obras como Mothers, Brothers o Fathers, las tres de 1990, en las que el artista sitúa palabras inscritas en unos consoladores que están claramente influenciados por los escritos de Freud y su relación con el sexo, piezas que se complementan con otra serie de obras que tratan sobre el sueño y el deseo o el rostro femenino, clave en su obra. “El mundo necesitaría una actitud más femenina. Los chicos somos un accidente simpático, pero un accidente”, subrayó Plensa,
El recorrido expositivo está plagado de guiños a autores que le han marcado, en obras como Matter-Spirit, dos gongs que tienen su origen en la pasión del artista por William Blake y sus Proverbios del infierno. También está presente parte de su obra sobre papel, en este caso con una serie de dibujos cuyo origen fue la ilustración del libro Teatro Completo de William Shakespeare para la editorial Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores. Para ello, realizó 51 dibujos y cada uno lo asoció a un concepto presente en la obra del autor inglés. Es así como aparecen palabras como “Desire”, “Insomnia”, “Land”, “Night” o “War”, junto con rostros que el artista extrae de antiguos libros de geografía de la época colonial.
En ese repaso por los ‘autores de su vida’ hubo también tiempo para hablar de alguien que marcó su trayectoria, Vicent Andrés Estellés. “Lo que tenía que ser una hora con él, acabó en dos días. Nos fuimos a la Malvarrosa a fumar y a beber. Nunca he intentado conocer a los artistas que me han interesado, pero con Estellés fue distinto, creía que también tenía que conocer al hombre. Y acerté. Su obra me ha acompañado toda la vida. Hotel París es uno de los libros de poesía fundamentales en España”, explicaba durante una entrevista con Culturplaza. En esta nueva visita a València, décadas después de ese encuentro, las palabras de Estellés siguen resonando en la cabeza de Plensa, de las cuales ayer recuperó estas: "El poeta ha se estar siempre en vigilia […] no puede dormir en la larga noche de su pueblo". Y así sigue el escultor, décadas después, sin perder ojo a su entorno y, también, a sí mismo. Silencio, se piensa.