Del 16 de julio al 8 de agosto, cada noche a las 22 horas se podrá disfrutar, con acceso gratuito, de una programación en versión original con doble subtitulado, en castellano y valenciano
VALÈNCIA. El Centre del Carme Cultura Contemporània retoma el humor y revitaliza las noches de verano con un nuevo ciclo de cine de comedia europea. ¿De qué se ríen en Europa? insiste en el género e invita nuevamente a un divertido viaje por el viejo continente del 16 de julio al 8 de agosto, en el claustro gótico del Centre del Carme.
Tras el éxito del CCCCinema d’Estiu celebrado en agosto de 2019, el Centre del Carme propone un nuevo ciclo de forma presencial, con entrada gratuita y al aire libre, en esta ocasión con aforo limitado y reserva previa para disfrutar de la actividad de forma segura.
El director del Centre del Carme, José Luis Pérez Pont, ha señalado que “en estos tiempos de pandemia ha quedado demostrado que la cultura ocupa un papel esencial en la vida de las personas, por ello desde el Centre del Carme trabajamos para apoyar a los creadores y creadoras y buscar nuevas formas de accesibilidad a la cultura”.
Pérez Pont ha recordado que “durante el confinamiento desarrollamos diferentes acciones como la programación de un ciclo de comedia española específicamente diseñado para su disfrute online. Ahora retomamos la actividad presencial con este nuevo ciclo, con las medidas de seguridad e higiene que requiere el momento”.
“Esta propuesta recupera la esencia del cine de barrio a la fresca, con una serie de películas que están fuera del circuito habitual de las salas de cine y de televisión, y que han sido específicamente traducidas para garantizar la diversidad lingüística, tanto en valenciano como en castellano”, ha señalado Pérez Pont. “El Centre del Carme redescubre Europa con un viaje a través del cine de comedia, una oportunidad para seguir descubriendo a nuestros países vecinos, abordando diferentes temas o problemáticas de nuestra realidad, desde lo que más nos une, como es el humor”, ha añadido.
¿De qué se ríen en Europa? ofrecerá un total de 21 películas pertenecientes a 12 países europeos, 16 de ellas inéditas en España. De martes a domingo, cada noche a las 22:00 horas se podrá disfrutar de una programación en versión original con doble subtitulado, en castellano y valenciano.
El ciclo pasa a llamarse ¿De qué se ríen en Europa? como continuación al ciclo Confi(n)ados a la comedia, que se dedicó específicamente a la comedia española con una selección de ocho películas que el Centre del Carme ofreció dentro de su programa CCCCenCasa, el pasado mes de mayo. El crítico cinematográfico y coordinador del ciclo, Daniel Gascó, ha manifestado que “hay que retomar el humor. Aunque solo sea porque es un revulsivo capaz de relajar cualquier estado de alarma, el arma que mejor descompone la solemnidad de un momento. La comedia siempre ha relativizado las cosas, ha urdido una crítica constante a todo aquello que se creía definitivo”.
Sometido a ese sondeo veloz que arrojan webs como IMDB o Filmaffinity, el ciclo de este año arroja un dato curioso: se inaugura con la película peor puntuada (5,9/5,3), Mon pire cauchemar (Mi peor pesadilla, 2011), frente a un film yugoslavo tan descacharrante como emblemático como es Maratonci trce pocasni krug (Maratón familiar, 1982), que tiene una media escalofriante (9 en IMDB) tras haber sido votado por 14.000 usuarios.
Dejando atrás las cifras, el título con el que arranca el ciclo tiene el encanto de reunir por primera y única vez a un cómico incendiario como Benoît Poelvoorde con una gélida Isabelle Huppert, una combinación explosiva que Anne Fontaine (Coco Chanel) impuso para resolver un guion punzante, cuyo recorrido emocional hubiese sido improbable con otros actores. Y, por supuesto, inaugurar con una película ubicada en el mundo del arte en un espacio museístico tan acogedor como el que ofrece el Centre del Carme. Circunstancia que se repite con Ich und Kaminski (Yo y Kaminski, 2015), una visión vampírica que Wolfgang Becker (Goodbye, Lenin) vierte sobre un crítico que quiere absorber al último bastión de la gran cultura, un alumno nonagenario de Matisse, amigo personal de Picasso.
Contra la resignación o la posibilidad de abandonarse, queda siempre el maquillaje, la artillería posticera o un cambio radical de vestuario. Que se lo digan si no a Arsenio Lupin, ese mítico ladrón de guante blanco que muta, empatiza y engaña en las situaciones más insospechadas. Fue en manos del mítico cineasta Jacques Becker (La evasión), quien hace un uso magistral del technicolor, cuando recibió el espaldarazo del público. Solo en Francia, acudieron tres millones de espectadores a ver Les aventures d’Arsène Lupin (1957), estrenada en nuestro país pero hoy muy olvidada.
Un film que conecta con una de las grandes sorpresas del ciclo: Vrchní, prchni! (¡Camarero, huye!, 1981), asombrosa joya del cine checo en el que su protagonista, un librero acuciado por varias pensiones alimenticias, se verá obligado a transformarse. Una circunstancia que se repite en otra obra también fundamental de la cinematografía checa, Knoflíkari (Botoneros, 1997), en la que un maquillador de TV que combina su trabajo con el de taxista ofrece muestras de su attrezzo. Pero sin duda el más osado de ellos, el más duro combatiente del disfraz es Quentin Crisp, capaz de exhibir su esencia femenina en la Inglaterra homófoba que va de los ’30 a mediados de los ’70 del pasado siglo. The naked civil servant (El funcionario desnudo, 1975), sigue siendo el film más magnífico que haya producido la BBC y significó la consagración de un actor: John Hurt.
Al descubrir esta joya, más de un cinéfilo se preguntará: ¿cómo es posible que ese cineasta vienés llamado Willi Forst, que combina la sutilidad y elegancia de Ernst Lubitsch con el sentido coreográfico de Max Ophuls siga siendo ignorado por tantas historias del cine? Y la respuesta más frecuente que hallará es que ese es el precio que pagaron aquellos cineastas germanos que no huyeron a Hollywood en tiempos de nazismo. Desde su propia trinchera, Forst construyó una obra rompedora, nada indulgente en su forma y totalmente ajena a la euforia de su tiempo.
Mario Monicelli se preguntaba por qué Monica Vitti, una actriz con tanta vis cómica, insistía en esos personajes alienantes del cine de Michelangelo Antonioni. La ragazza con la pistola (1968) contrastaba la Sicilia ancestral con ese Londres moderno que el mismo Carlo di Palma había fotografiado en Blow-up (1966), territorio e idioma que veía incapaz de entender y traducir ese absurdo italiano llamado ‘delito de honor’. Por más que se vean envueltos por unas imágenes en blanco y negro, los personajes de J’ai toujours rêve d’être un gangster (Siempre soñé con ser un gánster, 2007) también se encuentran caducos persiguiendo metas, huellas y marcos criminales del siglo pasado. Todo lo contrario que Atak paniki (Ataque de pánico, 2017), que transcurre entre dos explosiones físicas y morales que limitan ese retrato de la Polonia ombliguista al borde del infarto ahora que es plenamente capitalista y ha caído presa de las redes sociales y demás trampas y nuevas formas de escapismo que nos impiden afrontar la realidad.
Un año antes de emprender su trilogía sobre Japón, Doris Dörrie siguió en ¿Bich ich schön? (¿Soy Linda?, 1998) las desventuras de doce personajes teutones en los paisajes luminosos de España. Como Michael Winterbottom en Trip to Spain (2017), la directora alemana concluye que nuestro país es el refugio idóneo de todos aquellos que precisan interrogar su identidad. Entre su nutrido elenco extranjero, asoma en sus imágenes el actor Juan Diego Botto.
No hay que confundir la risa con la comedia. Países como Portugal, Grecia o Rusia, consideran que el elemento trágico es consustancial a este género. Yorgos Tzavellas lo deja muy claro en Mia zoi tin ehoume (¡Solo se vive una vez!, 1958), pieza clave del cine griego que retrata su país como una cárcel, más fatigosa y llena de servidumbres que las verdaderas. Otar Iosselliani, sin embargo, se salta todas las leyes, esas que nos obligan y paralizan, en Iko shasvi mgalobeli (Érase una vez un mirlo cantor, 1970), animando esos tiempos muertos a los que habían condenado al protagonista.
El ciclo desembocará en uno de los desenlaces más álgidos que se recuerdan. Una secuencia de despegue y desprendimiento de este frecuentemente previsible y tedioso planeta. Ils se marièrent et eurent beaucoup d'enfants (Se casarán y tendrán muchos hijos, 2004) pondrá un punto final estratosférico a este recorrido por la comedia europea.
La asociación señala el "escandaloso vacío" en su programación y el freno a la colección de arte contemporáneo