Mist, del estudio Clap, desde València, explica un gélido mix cultural que habla de la capacidad transfronteriza del diseño; de su virtud para construir desde la memoria
VALÈNCIA. La Minsk Design Week puede parecer un oxímoron. Una excentricidad congelada. Pero qué pasa cuando te llaman para plantar una instalación en mitad de ella. Fue lo que les ocurrió hace algo más de un año a Jordi Iranzo y Angela Montagud, del estudio Clap, desde València. La cosa se complica si además andas inmerso en la confección de una tienda en Hong Kong. Para Iranzo y Montagud, un rompecabezas multipaís en ciernes. Trabajar en tres lugares, tres culturas, a la vez. Era ayer, aunque parece hace un puñado de años.
La instalación se llamó Mist (y ahora pasan los Clap a explicarlas). Su fuerza, como una moraleja reubicada, muestra la habilidad del diseño para tejer conexiones transfronterizas. El poder de retomar la memoria de un lugar para generar nuevas formas. De Mist hay lecciones que comprenden a la València de 2022 -????????- y al ‘savoir faire’ de una nueva generación local que ha tomado el tablero entero como campo de juego.
Mist, la obra levantada sobre Minsk, como mensaje.
“El arquitecto Wei Lesley Yang nos propuso presentar un proyecto en conjunto para el concurso que organizaba Mink Design Week. Como cada año esta organización preparó un concurso abierto con un briefing específico para la realización de una instalación que se construiría unas semanas antes de la semana del diseño de Minsk. Cuando estás sumergido durante mucho tiempo en proyectos para clientes, un proyecto con un briefing abierto es como aire fresco. Así que decidimos hacerlo”.
“La temática que Minsk Design Week proponía como briefing del proyecto era ‘popularización’ o 'populismo'. Como hacemos siempre que trabajamos con un cliente lo primero que queremos hacer es conocerle mejor. Para el diseño de esta instalación partimos de la historia de Minsk, una ciudad que durante la segunda guerra mundial fue devastada. Las bombas destruyeron el 80% de los edificios y la ciudad no se reconstruyó hasta la década de 1950. Por ello buena parte de la población prefiere no hablar sobre ello. Así que decidimos simplificar en una manera visual un tema tan complejo como las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial en la ciudad de Minsk. Quisimos acercar este tema tabú a la sociedad actual de Minsk de forma sencilla y comprensible. Nuestro objetivo fue crear una instalación para que la sociedad no olvidase ni los hechos ni las víctimas.
Partimos de un volumen geométrico que representa de forma conceptual el volumen de un edificio. Nos imaginamos que las bombas caen sobre él destruyéndolo pero al mismo tiempo generando nuevas aperturas y nuevos volúmenes. De manera ingeniosa estas nuevas aperturas resultan en una entrada y un mirador. La destrucción deja paso a la función generando gradas, escaleras y asientos. En el interior nace un árbol que sobrepasa la geometría, como símbolo de la vida que sigue tras la tragedia.
El resultado es un espacio abierto que puede albergar charlas, exposiciones y presentaciones durante la semana del diseño de la ciudad, pero al mismo tiempo es un lugar en el que el pueblo puede reunirse, evadirse y encontrar la paz. En definitiva Mist es el recuerdo borroso (de ahí el nombre y la apariencia difusa desde fuera) pero latente de todos los edificios que fueron destruidos en la guerra y que no pudieron ser habitados de nuevo. Es un memorial para la propia ciudad”.
“Hubo una primera fase de ideación en la que presentamos el proyecto al concurso. Una vez el jurado nos comunicó que había sido seleccionado desarrollamos la planimetría para posteriormente desplazarnos a Minsk para la construcción del proyecto. En un principio íbamos solo 2 semanas para controlar la construcción de la instalación, pero al llegar, el proyecto estaba aún en una fase muy inicial. Al no disponer de un equipo de profesionales, todo iba muy lento, y ya cuando llegamos vimos que nuestra estancia se alargaría.
La organización prácticamente no tenía recursos económicos, y no había un taller ni equipo necesario para construirla como nos imaginábamos. El primer día, nada más llegar, la organización nos presentó al grupo de voluntarios, la mayoría estudiantes de diseño y arquitectura. Todos con un corazón inmenso, una voluntad envidiable, pero sin experiencia. Cuando vimos qué cosas podía realizar cada persona, repartimos tareas. Al no saber soldar nadie, Jordi decidió ponerse a trabajar para sacar Mist hacia delante”.
“El proceso constructivo fue muy duro porque los voluntarios solo hacían unas pocas horas al día, por lo que a veces estábamos trabajando con ocho voluntarios, o a veces solo. Al principio, las dos primeras semanas, hacía un frío impresionante, y después la cosa mejoró mucho. Las tres primeras semanas solo nos dedicamos a construir los ocho bloques que conforman la instalación. Una vez la instalación iba cogiendo forma, los voluntarios se interesaban cada vez más por el proyecto, les gustaba. Hay que entender que al principio los voluntarios ayudaban a todos los proyectos seleccionados para la Semana del diseño de Minsk, pero a medida que los otros proyectos iban acabando, más voluntarios nos ayudaban. La última semana fue básicamente para pintar, y los últimos dos días para montar la instalación.
Entre medias, se nos acabaron los perfiles de metal, empezaron unas obras en el emplazamiento donde íbamos a instalar Mist, tuvimos que buscar otros sitios y negociarlos, los propietarios de la nave donde estábamos construyendo la instalación querían tirarnos a mitad del proceso... Y así un montón de baches (ahora anécdotas) durante nuestra estancia en Minsk”.
“La pieza estuvo un mes en el emplazamiento inicial y posteriormente se trasladó a otro espacio. La interacción con el público fue lo más bonito, como siempre pasa en las instalaciones que hacemos. Hubo un caso, que a Jordi (Iranzo) le emocionó mucho. Un chico voluntario de Bielorrusia estuvo ayudándonos en la fase final, y se quedó ayudándonos todo el tiempo que podía hasta que montamos la instalación en el emplazamiento. Fue entonces cuando le preguntó: ¿Qué leches significa esto?. Jordi le explicó que representaba todos los edificios destruidos en Minsk tras la guerra, que era un memorial para la ciudad pero también un espacio de reunión y reflexión para todos los habitantes de Minsk. Le enseñó fotos de su ciudad después de quedar destruida, y le explicó que esta estructura que él acababa de hacer estaba "rota" en honor a esos edificios, fachadas, cimientos que siguieron en pie. En ese momento se puso a llorar y abrazó a Jordi, y desde entonces empezó a contar a todos los demás lo que significaba (al parecer muchos no se habían informado hasta ese momento). La gente se emocionó mucho y creo que fue en ese momento donde todo el esfuerzo y sacrificio nuestro y de ellos, pasó a un segundo plano y empezamos a disfrutar de Mist”.
“La unión de la gente y las ganas de colaborar los unos con los otros. Creemos que Minsk es una ciudad con poca cultura del diseño o de arquitectura, y estos jóvenes son una generación llena de energía que sueña con que su ciudad sea un referente en diseño, quieren que se les escuche e intentan que el nombre de su ciudad se escuche más allá de Bielorrusia. En València creo que con la Capitalidad del Diseño está volviendo a pasar esto, nos sentimos orgullosos de hacer cosas en la ciudad y para ella, intentando llevar el nombre de València hasta la otra parte del mundo. ¡Ah! También el hecho de poner caras, reconocer el trabajo de cada profesional de la ciudad, colaborar, y crear juntos. Es un momento que tenemos que aprovechar y demostrarlo”.