VALÈNCIA. El martes 29 de octubre por la tarde, Satu y Voro recibieron un video en su móvil alertando de que estaba entrando agua en L’ Assaig, nombre que reciben los locales de ensayo de Massanassa que tiene en propiedad y que también utiliza para practicar con su propia banda, Wau y los Arrrghs!!!. Sin saber la historia de terror que le deparaba el destino, se dirigió con su furgoneta a esta localidad de L’Horta Sud para ayudar en las labores de achique. “Cuando ya estaba llegando, me encontré con un atasco que me obligó a serpentear por las calles del polígono. Entonces vi que venía hacia mí una ola de agua bastante seria”. El bajista valenciano subió la furgoneta a un pequeño montículo de césped y pasó la noche sentado en el techo de su vehículo viendo como el agua subía hasta niveles críticos. “Fue terrible. El ruido era ensordecedor”, recuerda. “Desde allí vi cómo el agua se llevó todos los coches que había en los parques, con la gente dentro. Se los llevó a todos, no quedó nadie. Solo quedé yo en la furgoneta (que por suerte aguantó sin moverse) y unos chavales que estaban en un edificio cercano, con los que no me comuniqué hasta las seis de la mañana, cuando empezó a bajar el agua. Con ellos pasé las últimas horas hasta que decidí irme a casa sobre las ocho. El viaje de regreso atravesando a pie Alfafar, Sedaví, La Torre… fue apocalíptico. Alucinante”.
Doce horas de absoluto infierno, pero había conseguido salir con vida. Lo que Satu y Voro no sabían en ese momento, aunque lo podía intuir, es el panorama de devastación absoluta que encontró al día siguiente. Sus locales son probablemente los más castigados por la Dana en la provincia de Valencia.
“La destrucción es total -sentencia Satu-. El agua arrancó las puertas de la nave por la parte de atrás y salió por la puerta delantera, llevándoselo todo. Superó con creces los dos metros de altura en algunos lugares de la nave. Solo se han salvado los locales del primer piso, pero en las 50 salas de abajo, en las que ensayaban más de cien bandas, es como si hubiera pasado una centrifugadora. El agua dejó montañas de amplificadores, guitarras, teclados, baterías y muchas cosas más. Hay instrumentos que la gente no se siente capaz de tirar, aunque no tengan arreglo. Se lo llevan y lo intentan, pero no tengo mucha esperanza de que funcionen todos esos equipos. La pérdida es abrumadora, no puedo calcular cuánto dinero en instrumentos, micros, equipos de voces, merchandising... Imagínate, unos cien grupos de música lo han perdido todo solo en estos locales”.
Eso en cuanto al contenido, pero ¿y el continente? “No sé si voy a poder recuperar las instalaciones. Reconstruirlo costará mucho dinero. Hoy los precios no son los mismos que hace veinte años. Es una situación muy complicada. No sé cómo será el futuro próximo. Yo, por ejemplo, no tengo ganas de nada. No sé si ahora me compraría otra guitarra”. Satu habla desde el cansancio, la tristeza y la resignación. Lleva dos semanas sacando barro y no ve cerca el final. Queda mucho trabajo. Cuenta, eso sí, con la colaboración de muchos amigos que han venido a ayudarle.
También ha tenido grandes decepciones. “Hay gente que se ha portado muy bien, pero otros grupos nos han defraudado mucho, al venir a por sus cosas saltando por encima de las escobas. Incluso otros han venido a deshoras, cuando las puertas estaban cerradas, y han roto la puerta para entrar a por sus cosas, dejándolo todo abierto después. No sé, muchas historias, muchas buenas y muchas malas”.
Todavía es pronto para valorar el alcance de las pérdidas en los locales de ensayo afectados en la provincia de Valencia pero, en base a las conversaciones que Culturplaza ha podido establecer con los responsables de algunas de las principales empresas del sector ubicadas en poblaciones de l’Horta Sud como Picanya, Xirivella y Massanassa, no es exagerado estimar que más de doscientos grupos de música valencianos pueden haber perdido parte de su equipo, cuando no todo. Centenares de miles de euros de material eléctrico o construido con madera que será muy difícil o imposible recuperar.
Afortunadamente, hay locales como Sarabanda, en Aldaia, y Em Sona, en Alaquàs, que no han sido afectados, a pesar de estar ubicados geográficamente en la llamada Zona 0. Otros como Music Rooms (60 locales) y los antiguamente llamados Un garatge més que sonic, en Xirivella, o Fussion, en Massanassa, no han corrido tanta suerte. “El agua llegó hasta el nivel de mi rodilla, lo que significa que, además de los instrumentos, todo el suelo, el parquet, la moqueta, las puertas, etc ha quedado inservible y hay que reconstruirlo”, comenta Isaac, propietario de Fussion, nave que albergaba 25 locales. “Tenemos un problema más, y es que este es un negocio un poco especial que no tiene coberturas específicas para su actividad, y yo ahora estoy descubriendo cómo me la colaron cuando firmé el contrato de seguro en su día”.
Pablo, cuya nave, con 25 locales ocupados, está ubicada en Xirivella, se siente relativamente afortunado con respecto a otros compañeros. El agua subió en su caso “un palmo y medio”, afectando sobre todo a pedales, amplificadores, bombos de batería y la parte baja de guitarras e instrumentos apoyados sobre el suelo o en soportes de poca altura. “Hay gente que ha tardado una semana o más en venir a ver el estado de sus cosas porque, o estaban limpiando el barrio en sus propias casas o no podían venir porque estaban los accesos cortados -explica Pablo-. Yo he ido entrando en los locales, sacando equipos y limpiando instrumentos como he podido, poniéndolos en alto para que escurran, incluso a algún bombo le he echado serrín por dentro para que seque antes de deformarse. Otro de nuestros principales problemas ahora mismo es el moho”.
Uno de los grupos afectados de esta nave de Xirivella es Mecánica Clásica. El guitarrista Fernando Junquera estima sus pérdidas a nivel individual oscilan entre los 800 y los 900 euros. “He perdido por lo menos cuatro pedales y se me ha mojado un ampli y una guitarra antigua. pero tengo que decir que en general hemos tenido bastante suerte, en comparación a otros”.
Hace poco más de un año, hablábamos en Culturplaza de un proyecto de gran envergadura que iba a tener su sede en Algemesí. Discosville, la primera fábrica de lacquer masters de Europa y la segunda a nivel mundial, también quedó completamente anegada cuando solo faltaba un mes para su puesta en marcha. Nos lo cuenta Alberto Camarasa, propietario de Discosville, empresa que engloba el estudio de masterización y corte de lacquers Lathesville, con sede en Berlín, y la fábrica de de lacquers vírgenes ubicada en Algemesí. “Estamos en el polígono Cotes. Aquí todas las naves están destrozadas, porque tenemos el problema añadido de estar al lado de la AP7 y, cuando el agua que viene desde arriba llega a la autopista, en lugar de seguir su curso y correr hacia la Albufera, rebota y se nos viene encima. De hecho este polígono se inunda con bastante frecuencia, aunque no como esta vez. Aquí llegó a medio y medio de altura”. Desde hace dos semanas, trabajan a destajo para retirar barro y para recuperar toda la maquinaria que sea posible.
La fabricación de lacquers es una actividad con un alto componente tecnológico que además no lleva a cabo casi nadie en el mundo. Es decir, la maquinaria que requiere es muy costosa y difícil de conseguir. La joya de la corona es la lacadora o coater, cuya función es la de impregnar los discos con una cortina de laca especial (cuya fórmula química tampoco es nada fácil de obtener). “Todos los motores de esa máquina se quedaron debajo del agua, que es lo peor que le puede pasar. Han venido desde Alemania Martin Sukale y Andrew Lazdins, los máximos expertos del mundo en esta materia, para ayudarnos a recuperar la maquinaria. Hemos desmontado todos los motores, los hemos limpiado con agua ionizada y los hemos puesto a secar en nuestros hornos especiales, que secan a baja temperatura. Estamos probando también con todos los variadores y el cuadro de mandos”.
“Estaba a punto de poner en marcha la fábrica. El plan era empezar a lacar en diciembre y estar vendiendo dubplates en enero. Pero ahora tengo que volver a la casilla de salida -lamenta-. Calculo que nos costará empezar otros dos o tres meses. Pero lo peor de todo es que justo esto ha ocurrido la misma semana en la que por fin había encontrado una aseguradora dispuesta a cubrirnos, pero todavía no había firmado el contrato. Es una empresa que tiene experiencia trabajando con empresas pirotécnicas. Como nosotros utilizamos nitrocelulosa, que es un material muy inflamable, ese seguro no te lo hace cualquiera. Las pérdidas que calculo están entre los 300.000 y los 400.000 euros. Lo único positivo de todo esto es que han venido muchos amigos a ayudar y además cuento con Martin, Andrew y Rodamir Blazik, que antes trabajaba en Krakatoa y ahora está en nuestro equipo. Sabe muchísimo, es un crack y sin él estaría perdido”.