VALENCIA. Muy cerca de la Plaça del Temple abre sus puertas la discoteca Bounty, la más longeva de Valencia y que este fin de semana celebra su 50 aniversario. Sus promotores, Chimo Prats y Pepe Pitarch pretendían en el lejano 1966 crear un lugar "casi de encuentro, entre un público reducido, algo elitista, en una idea que ante la ausencia de discotecas se asemejaba más a un club privado", apunta uno de sus actualesgestores. Con el nombre del literario galeón Bounty (quizá por la película que protagonizó Marlon Brando en el 62), su decoración incluía alguna marra, puertas con ojos de buey y, sobre todo, maderas nobles desde su fachada al interior.
La discoteca permanece en manos de la familia Prats, aunque su creador falleció muchos hace años y su socio desapareció antes en extrañas circunstancias. Ambos impulsaron otras discotecas, algunas de tanto peso en la cultura de club como Dream's Village o Jardines del Real, otras más conectadas a épocas y modas concretas durante estas últimas décadas como El fonógrafo (Chiva), Factory (Pinedo), Blue Moon o Murano, estas últimas en la Avinguda Gran Via Marqués del Turia. Todas ellas vivieron al calor de tendencias musicales, de movimientos de público, a diferencia de la original: "es posible que el propio aforo, de 200 personas como máximo, haya sido uno de los factores que le han hecho sobrevivir durante estos 50 años", apunta otra fuente del local.
Es posible que en la actualidad sea difícil encajar el local dentro del ocio nocturno valenciano, que por otra parte sufre una preocupante homogenización en sus sonidos. El club privado que surgió en origen, ese mismo en el que "se reservaban los sofás para clientes" y tuvo que dejar de hacerlo porque se quedaban sin sitio o el que competía con el popular Whisky a go-go, vivió ya una etapa de éxito importante en los 70 y 80. "Quedamos en tascas", era la frase pare referirse a una auténtica zona de moda ya que en esa misma calle y las adyacentes había tascas -casi extintas en la ciudad- "de cervezas, pinchos y tapeo", apunta el periodista Miguel Ángel Pastor. "Había sesiones de tarde que se acompañaban con ese otro lado gastronómico, los bares de calamares o el cine Xerea". Era una época tan lejana a la actual que sus gestores admiten haber encontrado "hasta listados con las copas que tomaba cada cliente, porque se saldaban a final de mes"
De la Bounty del Saler a la llegada del pop y el rock de éxito
"No ha dependido de modas", confirma uno de los trabajadores del local. La discoteca pionera de la ciudad, con su moqueta, "su gente bien", tuvo a su favor esa zona de tascas para que la vecindad estuviera de origen acostumbrada a una población joven. No obstante, desde la discoteca reconocen tener una buena relación con los vecinos. Algo a lo que sólo ha afectado "la puesta en marcha de la Ley Antitabaco, que además ha afectado notablemente al propio rédito de la discoteca".
Esta misma fuente gestora de Bounty Valencia reconoce una época de crisis en el negocio, posiblemente en torno a la mitad de los 90 o hasta finales de esa década. Sin embargo, "desde el año 2000 la apuesta por afianzar unas sesiones de pop y rock con canciones atemporales de los años 70, 80 y 90 ha consolidado el actual carácter de Bounty". El cliente es, 50 años después, "especialmente ocasional". Pastor añade que esto no es muy distinto a la ruptura con la cultura de club, que también desfallecería desde finales de los 90 y casi se frenaría en seco con el posterior cierre de LeClub.
Capeando los vaivenes del sector, equiparada durante años con otras clásicas como La Posada de las Animas o Suso's, su público encontró una alternativa propia enseguida: en el 68 ya se abrió Bounty Saler (aunque como El Quijote), que durante muchos años fue de un tamaño similar hasta sucesivas ampliaciones cambiaron su identidad y su público. El local es uno de los pocos en la Comunitat Valenciana -y quizá de España- que al menos dos veces a lo largo de la nochecambia sus ritmos "a lento", en gran medida porque la media de edad de sus clientes "oscila entre los 50 y los 60 años". Así lo comparten desde Bounty, ya que los herederos y allegados de Prats mantienen todavía ambos negocios abiertos.
"Las mismas lámparas que hace 50 años"
En Bounty Valencia la sensación todavía es la de un viaje al pasado y su interiorismo es precisamente el conductor de ese vehículo. "Las lámparas que hay sobre la barra son las originales del local, las mismas desde hace 50 años", algo que ha marcado el carácter del local en diferentes sentidos. El ambiente es acogedor y aunque durante décadas pudo parecer desfasado ahora se ha convertido en único, icónico. "No es una discoteca con la que ningún empresario se pueda hacer millonario, pero quizá ese ha sido otro de los factores que ha mantenido su rendimiento en una constante sin altibajos", apuntan desde el local.
A los 50 años, la discoteca recibe las consideraciones de diferentes colectivos, como es el caso de la comunidad de prescriptores de la plataforma internacional Yelp. Sus gestores en Valencia han convocado un evento limitado a 50 de sus usuarios que dará comienzo a las 24 horas del próximo sábado 30 de enero. La fiesta, celebrando su 50 aniversario, tendrá una temática sesentera con disfraces y música de la época.