Este otoño se estrenan en la cartelera española versiones escénicas de Billy Elliot, El guardaespaldas y Priscilla, reina del desierto
VALÈNCIA. Broadway y Hollywood siempre han mantenido una relación simbiótica y bidireccional. Puede que la variante más extendida de esta interacción con beneficios mutuos sea la de los musicales que han nutrido el cine, pero también sucede a la inversa. Hay películas que han sido alimento de las tablas. Y no sólo de Nueva York. En este mundo globalizado, la cultura de masas reproduce el fenómeno en cualquier esquina escénica del mundo. Ya sea en el West End londinense, en la avenida Corrientes de Buenos Aires o en la Gran Vía madrileña. Los hay que le guardan fidelidad al original, lo hay que lo mejoran y claro, también algunos que los desvirtúan.
Los últimos títulos traducidos del lenguaje cinematográfico con parada en los escenarios españoles son Billy Elliot, El guardaespaldas y Priscilla, reina del desierto. Pero ha habido otros filones de celuloide previos.
Los más obvios son las reinvenciones escénicas de clásicos de Disney. La toma de Broadway por parte del rey Midas de la animación se inauguró con La Bella y la Bestia en 1994, que se ancló en la cartelera durante 13 años ininterrumpidos.
Le seguirían Aladdin, La sirenita, Anastasia, Tarzán (con música tanto en el film como en los escenarios de Phil Collins) y el rey de reyes, donde los dibujos se hacen realidad de cantarines carne, hueso, marionetas y máscaras, El rey León.
El mérito de que la morada teatral de Simba sea de tal espectacularidad y exuberancia es de la artista multimedia Julie Taymor. La excelsa producción, con banda sonora de Elton John y de Tim Rice, inauguró una nueva era de los musicales en España. De hecho, la producción se ha coronado como la más longeva en la cartelera madrileña. El felino ruge ya seis años en el Teatro Lope de Vega.
En el trasvase no siempre hay coherencia. La escena off ha acogido disparatadas adaptaciones de films con un potencial musical, digamos, dudoso. Es el caso de las versiones paródicas de El silencio de los corderos (Jonathan Demme, 1991) y del icono del terror de serie B Posesión infernal (Sam Raimi, 1981), dotado de un splatter zone para los espectadores dispuestos a ser salpicados con sangre artificial.
Otro salto sin red fue Grey Gardens, basado en el documental homónimo de 1975 de los hermanos Albert y David Maysles, sobre Edith Ewing Bouvier Beale y Edith Bouvier Beale. Big y Little Edie eran dos excéntricas madre e hija, tías de Jackie Kennedy, que vivían recluidas en una mansión infestada de gatos y mapaches en East Hampton. La propuesta musical recreaba el glamuroso pasado de este par de damas de la alta sociedad. Sus intérpretes, Christine Ebersole y Mary Louise Wilson, se alzaron con sendos premios Tony.
Pero si hay una película con un punto de partida improbable para el formato musical es el clásico de serie B de los sesenta, firmado por Roger Corman, La pequeña tienda de los horrores. Porque, ¿de qué manera invita al cante la historia de un ayudante de florista y una glotona planta carnívora y alienígena? Este taquillazo del Off Broadway supuso el billete de vuelta de la trama al cine en una reinvención de Disney.
Otros títulos teatrales con viaje de regreso al cine son Footloose, con versión musical en 1998 y medido remake cinematográfico en 2011, y Sister Act, cuyos derechos ya ha comprado Disney para que las guionistas de Un rubia muy legal y Una conejita en el campus, Kirsten Smith y Karen McCullah, le den una pátina de girl power al convento.
Hairspray (John Waters, 1988) también protagonizó un bucle entre cine y teatro. La comedia retro y subversiva del rey del mal gusto tuvo un chicloso remake en 2007, catapultado por el éxito desaforado de su versión musical en Broadway.
En la segunda película, un travestido John Travolta incorpora al personaje del actor fetiche de Waters, la drag Divine, y Michelle Pfeiffer sustituye a Deborah Harry. El revival es entretenido pero adolece de la sal y la pimienta con la que el enfant terrible de Baltimore sazona todos sus platos. La versión teatral intermedia sí ha destilado con acierto el elemento gamberro y camp del original. Ahí está el respaldo de ocho premios Tony.
Otra doma similar sucedió con el barroquismo, el onirismo y el metalenguaje del 8 1/2 de Fellini. La adaptación musical de su semi autorretrato pasó incluso por el remoce del guarismo del título, que pasó a llamarse Nine. El espectáculo incide en los amoríos de su mujeriego alter ego, interpretado en el cine por Marcello Mastroianni, y en Broadway, en una primera entrega en 1982 por Raul Julia y en un revival en 2003, por Antonio Banderas. La primera producción se alzó con cinco premios Tony, entre ellos, el de mejor musical. La segunda, con dos.
El clásico vivió la carambola de su vuelta al cine en 2009. Rob Marshall dirigió a Daniel Day-Lewis, secundado por un all star femenino liderado por Penélope Cruz, Nicole Kidman, Sofia Loren y Marion Cotillard. La crisis existencial se dilataba de los 40 originales a los 50 del actor. Tras su paso por las tablas se le eliminó el componente de culpa cristiana y se le dio un remate más optimista que en la doblemente oscarizada (mejor película extranjera y vestuario) película seminal.
Un buen puñado de los títulos citados han contado con su propia versión patria. Desde la llegada de la productora Stage al mercado español los musicales han alcanzado niveles de excelencia nunca antes vistos. De ahí el arraigo y la proliferación del género.
La última apuesta de la compañía ha sido la revisitación escénica del thriller romántico El guardaespaldas. El remedo de la vapuleada película de Kevin Costner y Whitney Houston se estrena en el Teatro Coliseum de Madrid el 28 de septiembre.
Este vehículo para mayor gloria de la diva del pop estaba protagonizado por un ex agente de los servicios secretos que protegía a una cantante amenazada. En su deriva previsible, las fricciones iniciales entre ambos culminaban en aquello de que los polos opuestos se atraen.
En el papel del mazas de la artista en apuros se alternarán en España el modelo y actor Iván Sánchez, que alcanzó proyección internacional por su papel en La Reina del Sur, y Maxi Iglesias, verdadero gancho para el público por su paso por Física o química. Fela Domínguez, nacida en Ciudad de México y que en la actualidad interpreta a Nala en EL Rey León de México DF, será la que se atreva con la selección de la discografía de Houston, con habituales machacones de Kiss FM y M80 como I Have Nothing, I´m every woman y I wanna dance with somebody, y la inmortal y gomosa, apreciada en talent shows y bodas de todas las latitudes I will always love you.
Un mes después, en concreto, el 5 de octubre, se instalará en el Nuevo Teatro Alcalá de Madrid, sin posibilidad de gira, Billy Elliot. El protagonista de la película homónima, dirigida por Stephen Daldry, es un chaval de una ciudad del norte de Inglaterra donde los hombres son en su mayoría, mineros, y en su tiempo libre se dedican a practicar boxeo. Nada más equidistante de las ambiciones de Billy, que aspira a presentarse a las audiciones de la Royal Ballet School.
La adaptación llega a nuestro país después de superar la década de éxito en el West End londinense y seis años de corrido en Broadway,
El montaje también viene firmado por Daldry. Y la banda sonora, que en el cine desgranaba hasta cinco temas del grupo emblema del glam rock T-Rex, ha sido sustituida en los escenarios por composiciones originales de Sir Elton John.
“Mi reacción ante la película fue muy profunda. La historia del joven Billy, un muchacho de clase trabajadora lleno de talento con ambiciones artísticas aparentemente fuera de su alcance, tenía mucho en común con mi propia historia, Como en el caso de Billy, la oportunidad de expresarme artísticamente fue mi pasaporte para una vida más completa y satisfactoria”, afirma el cantante y pianista británico, que en los primeros años de su carrera obtuvo una beca para la Royal Academy Of Music.
Entre la película hay un reparto trufado de rostros televisivos, como los de Adrián Lastra y Natalia Millán. Y en el papel de la abuela del protagonista destaca la valenciana Mamen García.
La película supuso el debut del actor Jamie Bell, que fue sacado a hombros por Daldry en el Festival de Cannes. Elton John salía, por su parte, “hecho una magdalena”.
Hoy día, Bell suma y sigue títulos en Hollywood, mientras que los tres muchachos que representaron originalmente el papel de Billy en el West End recibieron el Tony al Mejor Actor.
“Este espectáculo se ha convertido en el más extraordinario trampolín para nuevas generaciones de jóvenes talentos con gran futuro. Verles crecer ganando confianza y alcanzando nuevos niveles de excelencia es alimento para el corazón y motivo de orgullo para todos”, considera con rotundidad John.
Quién sabe qué le deparará el musical al todavía desconocido protagonista español.
Por suerte, aunque hay casos como Billy Elliot y El Rey León que se hacen fuertes en Madrid, muchas de las producciones salen de gira por la Península. La Rambleta se suma al circuito de grandes musicales con la programación del 1 al 12 de noviembre de la versión escénica de la película australiana Las aventuras de Priscilla, reina del desierto (Stephan Elliott, 1994).
La propuesta hace gala del colorista y fulgurante vestuario que fue merecedor del Óscar en 1994. Hay surtido de pelucones, tocados, plataformas, brilli brilli y oropel. Y la banda sonora mantiene varios de los hits del colectivo LGTBI presentes en el original, como I Will Survive, de Gloria Gaynor y Go West, de Village People, e incorporado himnos del Orgullo Gay como Don’t Leave Me This Way, de The Communards, It’s Raining Men, de The Weather Girls, y hasta tres rompepistas de Madonna, Like a Virgin, Material Girl y Like a Prayer.
Los musicales suelen ir ligados al placer culpable, pero en el caso del periplo de estas tres drag queen de Sidney a un centro cultural en Valencia la frivolidad es tan sólo aparente. Priscilla es un canto al desprejuicio y la tolerancia.
'Cuando el tiempo no tenga ya memoria' se estrena el 17 de noviembre en Navajas y el 18 del mismo mes en Geldo