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VALÈNCIA (Carla Aliño/EFE). 'La letra herida', la primera novela del escritor y guionista Sergio Hernández, presenta una historia de amor prohibido en torno a los libros, bajo un formato que combina el thriller con la novela histórica y romántica, y bajo el telón de la construcción de la estación del Norte de València. El libro, editado por Contraluz, es accesible a todos los públicos, afirma el autor en una entrevista con la Agencia EFE, en la que muestra su deseo de que la obra ayude a concebir València como escenario de novelas, igual que lo ha sido Barcelona en 'La sombra del viento', de Carlos Ruiz Zafón, o en 'La Catedral del Mar', de Ildefonso Falcones. "También en València podemos aspirar a tener una identidad autoral en ese sentido", afirma Hernández (València, 1994), y asegura que si dentro de un tiempo 'La letra herida' se viera de esa manera, "sería un piropo enorme".
La novela narra un triángulo amoroso prohibido entre Miguel, un joven formado en literatura que regresa a València tras perder a su padre para trabajar en la construcción de la estación del Norte, y María, la mujer de su único y mejor amigo, y con la que comparte un profundo amor por los libros. Valiéndose de la construcción de esa céntrica estación, 'La letra herida' recrea una época repleta de cambios, donde la lucha sindical y la corrupción comienzan a aflorar en una ciudad, la València de principios del siglo XX, teñida por la venganza.
Y es que una extraña ola de asesinatos está terminando con los líderes sindicales de esta obra a solo un año de su inauguración, con todos los riesgos que eso entraña no solo para el proyecto sino también para la ciudad. "Al final, los asesinatos dentro de la obra no dejan de ser como una metáfora de esa lucha de clases que se vivió en la época", manifiesta Hernández, quien apunta que la novela tiene también guiños a personajes históricos como el escritor Vicente Blasco Ibáñez o Demetrio Ribes, el arquitecto de la estación.
Aunque la obra se mueve entre el género histórico, el thriller y la novela romántica, para Hernández es, por encima de todo, una novela romántica, entendiendo el romanticismo desde el punto de vista del movimiento surgido entre finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX en Europa. "Es una novela escrita con mucha pasión, con mucha emoción y donde la subjetividad está presente en todo momento", asegura, y destaca la relación que guarda con 'Madame Bovary', de Gustave Flaubert, por ser el libro que conecta a Miguel y María desde el primer momento y el que entronca de algún modo su relación.
Pero también porque es "una novela que habla acerca de los peligros de llevarnos por nuestros deseos". "Me interesa hablar de una cuestión más existencialista, como es el peligro de seguir nuestros propios deseos". "¿Qué pasa si realmente nos dejamos llevar por aquello que deseamos? ¿A dónde nos puede llevar?", se pregunta. "En el caso de Emma, la protagonista de 'Madame Bovary' le lleva la muerte". "Y en el caso de Miguel y de María, les llevará a un sitio concreto que el lector tendrá que descubrir", dice.
Ese amor por los libros, que está presente en toda la obra, le viene a Hernández de su padre, que fue librero durante muchísimos años y trasladó su pasión a casa, donde organizaba "un club de lectura clandestino debajo de la mesa camilla con una vela" para leer a autores como Mary Shelley, Lord Byron o Bram Stoker.
La obra aborda también el tema de la corrupción y, sobre todo, "la impunidad de los poderosos", que es algo que a Hernández le obsesiona mucho como autor y como lector, porque cree que cada gran obra faraónica que ha habido en las ciudades más importantes de Europa y del mundo siempre ha supuesto un peaje. "¿Qué peaje debemos pagar para modernizarnos?", plantea, y añade que es incluso "una cuestión moral: ¿qué tenemos que hacer para trascender, para intentar ser mejores? Evidentemente hay que pagar un peaje".
Así, aparece la estación del Norte como un personaje más y "como símbolo arquitectónico de una época y de una València que quiere modernizarse, antes incluso de lo que debería o de lo que podría", indica. Tras haber escrito varios libros de relatos y novelas gráficas, Sergio Hernández afirma haberse sentido "muy cómodo" con la novela, el género que siempre había querido escribir y, a su juicio, "el gran género literario".
"Es ahí hacia donde me gustaría encaminarme, porque también creo que utilizar la palabra sin ningún tipo de artefacto visual, como ocurre en el cómic o en el guión cinematográfico, es un género muy puro", señala, aunque reconoce que su profesión de guionista le ha aportado herramientas para estructurar la obra de una manera mucho más coherente. "Me gusta tener una escaleta donde sé perfectamente todo lo que va a pasar, hago un análisis pormenorizado de los personajes con un montón de información que luego no utilizo para absolutamente nada, pero que me ayuda a dibujarlos -explica-. Eso consigue que en todo momento sepa lo que va a pasar dentro de la novela", aunque luego pueda haber algunos cambios.