VALÈNCIA. La historia de la humanidad se podría explicar en gran medida preguntándonos qué se ha querido controlar en cada época. Y aquí entran los espacios físicos, las sensibilidades, las comunidades o expresiones culturales. Control de territorio, control de relato. Control, siempre. Pero donde hay intentos de control también hay resistencia. Sobre estas dos caras de una misma moneda versa el trabajo de la artista Carolina Caycedo. Nacida en Londres y con residencia actual en California, es en realidad en Colombia donde ha crecido y ha desarrollado gran parte de su trabajo creativo, una producción que hilvana las prácticas artísticas con los movimientos sociales tanto en su resultado como en sus proceso de investigación y acompañamiento.
“Desde cualquier disciplina podemos aplicar cambios, ser críticos. Me interesa comprometerme con las ideas”, reflexiona Caycedo, quien, en todo caso, puntualiza: “No me considero activista política, soy artista [...] En países como el mío los activistas los matan y yo nunca he recibido una amenaza de muerte por el trabajo que hago, entonces estoy muy lejos de esas líneas de frente. Sí acompaño y siento que estoy muy cerca de ellas, pero nunca he sentido y he estado en peligro por hablar y decir lo que pienso”. En estos términos se expresó la creadora este miércoles, durante la presentación de su nuevo proyecto expositivo, el primero que protagoniza en Europa.
La artista desembarca en el Institut Valencià d’Art Modern (IVAM) con Tierra de los amigos, una exposición producida en colaboración con el Artium Museoa de Vitoria-Gasteiz que repasa más de una década de producción artística en torno a los movimientos sociales y organizaciones comunitarias que se oponen a la construcción de infraestructuras energética en diferentes lugares del mundo. “Nos desafía a entender la naturaleza no como un recurso a explotar sino como un ente vivo del que formamos parte. Reivindica la naturaleza como sujeto político con derechos”, subrayó por su parte la directora adjunta del IVAM, Sonia Martínez, quien presentó la muestra de la mano de Catalina Lozano, comisaria de la muestra junto a Irene Aristizábal; Pilar Tébar, directora general de Patrimonio Cultural, y la propia artista.
La reflexión sobre la justicia ambiental y la explotación de los bienes comunes marca el ritmo de un proyecto que reúne esculturas colgantes, fotografías, collage o vídeos. El título de la muestra recoge el significado del nombre del Río Yuma, uno de los cuerpos de agua más importantes de Colombia, que históricamente ha permitido el flujo de personas y mercancías. El punto de partida del relato se fija en el impacto de la construcción de la represa de El Quimbo sobre el río, un control del agua que la artista relaciona con el intento de control de los movimientos sociales. En este sentido, durante la inauguración de este jueves se llevará a cabo la performance Más allá del control, en colaboración con la Colectiva de Mujeres Refugiadas, Exiliadas y Migradas, en la que explorará esa idea de represar desde distintos puntos.
El rol de las mujeres es clave en un relato que las homenajea de forma explícita con una lona en la que se retrata a 150 activistas medioambientales, mujeres que, “sobre todo aquellas de identidades indígenas, afrodescendientes, mestizas o transgénero”, sufren las peores consecuencias de la degradación ambiental, la desposesión y las economías extractivas. También con una suerte de carpa, bautizada el nombre de Caminemos juntas, diseñada con prendas de ropa donadas y cosidas por habitantes de la ciudad de León.
Si bien sus procesos de investigación bucean en lo local, estos relatos encuentran refleja en distintas comunidades a nivel global, un juego de espejos que conecta luchas a través del mundo. “Los extremos climáticos los estamos viviendo a nivel mundial. Esa urgencia de abordar estos temas, de pensarnos y de dirigir nuestras miradas hacia procesos comunitarios de resistencia territorial es algo que traspasa los contextos”.