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MEMORIAS DE ANTICUARIO

La ruta valenciana por los "neo"

13/03/2022 - 

VALÈNCIA. Los “neos” son cosas de otros tiempos. Desde que los motivos decorativos prácticamente han desaparecido de la arquitectura de nuestras ciudades, a partir de la década de los treinta, ya no podemos referirnos a la presencia de estilos del pasado en las nuevas construcciones. Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XIX y hasta mediados del XX Valencia, como otras muchas ciudades, vivió cierta efervescencia “neo” levantándose o completándose edificios ya existentes (como sucede con la ampliación del Palau de la Generalitat o del palacio Marqués de Dos Aguas), que evocaban con cierta nostalgia estilos y épocas pasadas. Esta mirada hacia atrás “competía” con los nuevos estilos decorativos y arquitectónicos que llegaban con aires de modernidad y renovación (Modernismo, Art Decó o Racionalismo) o, incluso, se fusionaba con ellos pudiendo hallar en algunos casos elementos novedosos propios de las nuevas tendencias junto a evocaciones de estilos históricos.

Una mirada desprejuiciada y admirativa, desde el neogriego, el neobizantino al neogótico, neorrenacimiento o incluso neobarroco. Lo que indica que no existían normas ni preponderancia de unos sobre otros. Quizás el medievalismo imperante en el siglo XIX victoriano y francés llevó al “extrarradio” europeo un gusto por el gótico por encima de otros.  Vamos a obviar en esta pequeña ruta el estilo Neoclásico, posiblemente el principio de todo, con algunos ejemplos interesantes en la ciudad como la iglesia del Temple o la antigua tabacalera, que mira al pasado desde una declinación clasicista, influjo que realmente, si lo pensamos, siempre está presente desde la Baja Edad Media, pasando, como no, por la arquitectura renacentista, pero también en el Barroco (hay clasicismo en la puerta de los apóstoles, como lo hay en la de los hierros). 

La arquitectura de los “neos” siempre la he visto como una expresión eminentemente estética que, con independencia de la calidad constructiva, lo que prevalecía es un fuerte carácter lúdico y fantasioso, sin pretensiones innovadoras. Una arquitectura hedonista que puedo ver, sin duda, en el la fachada de la casa del Dragón al inicio de la calle Jorge Juan, en la exuberancia de la capilla de la Beneficencia o en la desbordante fantasía sin complejos de la casa judía en la calle Castellón. 

Balneario de las Arenas

Vamos a fijar la mirada algunos ejemplos de hitos “neo” de esta ciudad que, aunque en algún caso ya no recorta la silueta en el cielo, sin embargo, todavía permanecen en el imaginario de muchos de aquellos que los vieron o, quienes no tuvimos la suerte, al menos los ubicamos a través de la pintura o fotografía de la época. Dentro de los neo, encontraríamos aquellos que mimetizan la arquitectura con pretensiones de “engañar al ojo” y que el observador, en ocasiones, no pueda distinguir si se halla ante una arquitectura de época, de lo que hablaremos la próxima semana, y aquellas otras edificaciones que no ocultan su intención de reinterpretar fantasiosamente estilos de la antigüedad a través de motivos más o menos delirantes en el mejor de los sentidos.

Una pequeña ruta “neo” 

El Castillo de Ripalda, obra de 1868 ideada por Joaquín Arnau Marimón es una evocación del pasado medieval sin reparos. Hoy tristemente desaparecido, permanece en la memoria de quienes todavía lo vieron erguirse no exento de misterio tras la arboleda que lo circundaba en el Pla del Real exactamente en el espacio que hoy ocupa el edificio conocido como La Pagoda. Promovida por la condesa Dª Josefa Paulín de la Peña, deseaba un palacete con torre y mansarda, sin duda fue la construcción que mejor encarnaba el revival medieval que se extendía por europa que tuvo su momento más floreciente la segunda mitad del siglo XIX. Simboliza algo que nunca debió suceder-su desaparición- por pura y dura especulación urbanística, y en la actualidad, por su especial ubicación y el encanto de su torre circular sería uno de los edificios más queridos por los valencianos. 

Vamos al mar: las Arenas fue un recinto termal inaugurado en 1838, con ocasión del desarrollo económico que experimentó la ciudad, mucho antes de que en las primeras décadas del siglo XX se levantaran dos edificios gemelos de hechuras grandiosas (decástilos, es decir, con diez columnas en su lado más largo), no exentos de pretensiones, con clara referencias a los templos griegos con frontón y techumbres a dos aguas. Fueron proyectados por el arquitecto Francisco Iranzo, y desde su inauguración pasaron del esplendor al más incomprensible abandono. Hace algo menos de veinte años fueron recuperados en un proyecto más bien anodino y con algunas intervenciones discutibles, para completar las instalaciones del actual hotel balneario Las Arenas.

Palacio de la Exposición

Al prestigioso arquitecto Francisco Mora se debe el proyecto del Palacio de la Exposición se levantó en el año 1909 en un tiempo récord de tres meses, con ocasión de la Exposición regional. Situado junto a la Casa de Lactancia, Tabacalera y el edificio de la Lanera, afortunadamente no fue derribado al finalizar el evento, como sí sucedió con otros edificios. Se trata de un edificio de inspiración gótica no sólo en sus elementos externos sino en muchos detalles de su interior como el mosaico de Nolla, las lámparas de evocación medieval, aunque con motivos de carácter regional, trabajos en forja y artesonados en madera o vidrieras. El edificio tiene referencias a otros como como la Lonja o el Micalet y es un buen ejemplo de la influencia que la escuela de Arquitectura de Barcelona de fuerte impronta medievalista, a la que se le deben numerosas intervenciones en la Ciutat Vella de la Ciudad Condal.

Respecto del Palacio Arzobispal, no puedo evitar que me duelan a la vista esas persianas en color marrón instaladas en todos y cada una de sus numerosas ventanas, que repelen cualquier evocación barroca que se pretenda en este importante edificio. Por mucho que con el color haya un intento de mimetizar con la arquitectura, evidencian una falta de gusto propia de muchas construcciones de la iglesia desde mediados del siglo XX hasta hoy. Se trata de una construcción que no puede esconder ciertos delirios de grandeza dieciochesca, cogiendo elementos “de aquí y de allá”, pero que cumple de forma más que aceptable con un cometido dignificador de la institución eclesiástica y más en una plaza que tiene varios puntos de vista verdaderamente magníficos como la puerta románica de la Seu, el cimborrio gótico que emerge sobre la mole de la catedral, el palacio de los condes de Berbedel al fondo de uno de los extremos de la plaza, o la casa de Punt de Gantxo de un interesante Modernismo local. El ladrillo visto ayuda al entorno y la calidad en la ejecución es notable, propia de otros tiempos y no de la década de los cuarenta, salvándose los muebles más que aceptablemente lo que podría haber sido una catástrofe visual.

 Casa Judía

No es un aleatorio que este edificio caprichoso y exótico, conocido popularmente como la Casa Judía, situado en la calle Castellón, nos reciba con una estrella de David sobre el dintel de entrada puesto que su promotor muy posiblemente tenía origen judío, pues siendo de nombre José su apellido era Salom. en Parece ser, además, que en dicho edificio, la pequeña comunidad hebrea de la ciudad, tenía frecuentes y discretos encuentros. Fue proyectada en un estilo Art Decó fantasioso, llevado hasta sus últimas consecuencias, por el arquitecto de Sueca Juan Guardiola en 1930 y no sabemos si la imaginación cromática y formal exacerbada que irradia su fachada de estética entre neoegipcia y neohindú se debe a un ejercicio de libertad del arquitecto o a los designios de quien pagaba, el Sr Salom. 

Acabamos en uno de los extremos de la ciudad antigua, al inicio de la calle Corona. Allí se encuentra la espectacular capilla de la Beneficencia de estilo neobizantino situada en el patio interior del complejo museístico. Debemos su arquitectura a Joaquín María Belda quien la levanta en 1883 y en su techo las pinturas de ángeles y santos se deben al gran pintor Antonio Cortina. Como nota al margen me gustaría decir que he asistido a varios conciertos en la preciosa sala, un lugar que debería ser destinado para estos menesteres, pero para lo que sería necesario recubrir, sin dañar, el suelo con algún material fonoabsorbente pues la acústica tiene una excesiva reverberación. Finalizamos muy cerca, en la plaza Vicente Iborra con su iglesia de Nuestra Señora del Puig, también neobizantina aunque también con elementos neorrománicos sin dejar a un lado la esbelta cúpula recubierta en teja vidriada azul. Es el resultado de un ambicioso proyecto llevado a cabo con destreza por Joaquín María Calvo en 1872 y hasta 1875. 

Capilla de la Beneficencia

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