VALÈNCIA. El IVAM presenta la que será su gran apuesta expositiva del verano, una muestra que trae a València algunos de los tesoros del museo italiano MAXXI, fruto de una colaboración que hace un año llevó algunas de las principales piezas de la colección valenciana a Roma. La relación se completa hoy con la inauguración de la exposición ¿Cuál es nuestro hogar?, un proyecto que indaga en la idea de espacio habitado, aunque no por ello se refiere de manera única a la casa. Esa, por cierto, que ha adquirido nuevos significados durante el confinamiento. En este caso se trata de la idea de cobijo, sí, pero también de un hogar que es emocional y social, que va más allá de los muros de un piso o chalé, que tiene que ver con la relación con quiénes nos rodean y, también, con la soledad. “La exposición habla de espacios físicos pero sobre todo de espacios mentales o psicológicos, de alguna manera los espacios no son nada en sí”, explicó durante la presentación José Miguel G. Cortés, director del museo y comisario de la obra, quien destacó que "por primera vez el IVAM tiene una relación de igual a igual con un museo como el MAXXI".
La exposición, que se podrá ver hasta enero de 2021, hace un recorrido por una decena de grandes instalaciones que enfrentan a la sociedad contemporánea con algunos de sus demonios, un recorrido planteado hace años pero que ahora se presenta más que actual. “¿Quién podía imaginar hace dos años que íbamos a vivir lo que estamos viviendo ahora?”, se preguntó Cortés. Lo hizo frente a una de las pocas piezas de la colección del IVAM que conviven con las instalaciones del MAXXI, una selección de fotografías de Gabriele Basilico en las que retratas ciudades como Roma, Berlín o la misma València vacías, sin la presencia de ningún ser humano, casi como si hubiera sido tomadas durante el confinamiento. Ciudades que existen, sí, pero que no son habitadas, gigantes de hormigón que se levantan sin público y que plantean esa extraña postal que, años después de que la captara Basilico, se han hecho realidad.
También la cuestión racial tiene espacio en la exposición, con piezas que adquieren una mayor potencia bajo el paraguas del movimiento Black Lives Matter. Así, la artista norteamericana Kara Walker muestra la vídeo instalación For the Benefit of All the Races of Mankind, que presenta una imagen con estética aparentemente dulce en la que dos siluetas negras pasean por un campo, dos figuras que portan una suerte de yugo en sus cuellos que acaba con una campanilla que delata constantemente su posición, una referencia a la esclavitud y al control ejercido por los opresores. No es la única pieza que reflexiona sobre esta temática, también William Kentrige dibuja los tópicos instaurados por el colonialismo a través de Preparing de Flute, un pequeño teatro que acoge una curiosa representación de La flauta mágica de Mozart. Pero, ¿por qué esta pieza? Fue poco antes de las campañas napoleónicas en Egipto que fue compuesta, un referente cultural que ahora Kentrige utiliza para poner en duda la historia de la humanidad.
Y es que la idea de hogar que plantea la muestra no es tanto la de un refugio que nos aísla del exterior, sino la de la comunicación entre ambos espacios, también el físico y mental, una relación que da forma a una idea de hogar que no es en ningún caso estanca. Son estos espacios mentales en los que se adentran algunas de las instalaciones más imponentes de la muestra, como Infinite Cell, de Alfredo Jaar, una celda que sirve como metáfora de las barreras que pone la sociedad al pensamiento crítico, o los iglús acristalados de Mario Merz, que también hacen referencia al control al que estamos sometidos en la actualidad. Esta última idea es el centro de las obras del Atelier Van Lieshout, que hablan de un planeta sometido a un régimen distópico en el que cualquier acción está organizada, un planeta en el que no cabe la libertad.
De esta forma, la exposición no solo plantea cuál es nuestro hogar sino cómo es, qué sociedad construimos y cuáles son las partes que, aunque a veces queramos ocultar, forman parte de ella. De manera explícita se muestra en la obra de Francis Alÿs, que presenta una serie de fotografías tomadas en México D.F. que muestras a vendedores ambulantes o mendigos. Si el recorrido se antoja como una consecución de preguntas -las respuestas corren a cargo del visitante-, la última sala vuelve la mirada al propio sistema del arte. La pareja formada por Ilya and Emilia Kabakov presentan Where is our place?, una instalación que vuelve al visitante en un minúsculo espectador en comparación con los gigantes que presenta. La pieza recoge tres épocas diferentes en el mismo espacio, por un lado un Salón de Arte del siglo XIX, donde se ubican los enormes visitantes; por otra parte la contemporaneidad de la mano de una serie de pequeñas fotos en blanco y negros y, como tercera pata, unos paneles que hacen referencia al arte del futuro. Porque se trata del hogar que habitamos, sí, pero, ¿y el que queremos habitar?