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VALÈNCIA. Antonio Campos, Piero Falla, Gabriel Fariza, Isabel Requena, Paco Sanchis y José Soler han sido protagonistas de los escenarios valencianos y españoles en las últimas décadas. Sus nombres han aparecido en carteleras cinematográficas y teatrales, y también en programas de televisión, con luces de neón en salas de fiesta u ocultos tras las figuras de un payaso o un títere.
Estos seis veteranos de la interpretación han decidido abrir el cajón de sus recuerdos en distintos volúmenes autobiográficos que se presentarán el lunes 22 de octubre, a partir de las ocho de la tarde, en la Sala Russafa. El actor Paco Alegre, que ha coordinado los trabajos editoriales, ejercerá como maestro de ceremonias.
Los seis veteranos intérpretes integran la segunda edición valenciana del Taller de la Memoria, una iniciativa que no pisaba la ciudad desde 2009. Sus andanzas artísticas y vitales engrosan la singular colección editorial Memoria de la Escena Española, que viene publicando la Fundación AISGE desde 2007 y que con esta nueva tacada suma 103 entregas. Para celebrar que se hayan rebasado los 100 títulos, la colección estrena un nuevo diseño, más moderno y atractivo.
El Taller de la Memoria llega a su 16ª edición, si sumamos las ediciones promovidas desde las sedes de la entidad en Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla y Santiago de Compostela. La colección está contribuyendo durante todos estos años a que se conozcan más de cerca los entresijos del cine, el teatro y la televisión a través de los relatos de los actores y actrices que han protagonizado su historia.
Antonio Campos, nacido en 1948 en la localidad valenciana de Bétera, tuvo el arrojo juvenil para enfrentarse a una sociedad que rechazaba y reprimía las expresiones homosexuales y, lo más importante, salir triunfador del envite. En aquella España oscura, que comenzaba a salir de la dictadura y caminaba titubeante por la estrenada democracia, se atrevió a dar un paso adelante y convertirse en el que quizás haya sido el representante más importante del transformismo en la Comunidad Valenciana y uno de los grandes referentes en España.
Conocido por sus interpretaciones de Sara Montiel –quien lo admiraba-, supo crear un personaje ocurrente, fascinante, desvergonzado, deslenguado y divertido que triunfó en la noche: La Margot. En sus memorias recorre sin resentimiento una carrera que lo acercó al cine, al teatro (actuó para Bigas Luna), a la televisión y, sobre todo, a numerosas salas de fiesta, algunas ya desaparecidas: La Cetra, La Cabaña, Victor´s, Lupin, Saint-Tropez, El Jardín, El Bataclán, La Bohème, La Belle Époque, Claca, Canal, La Rambleta…
A lo largo de sus 43 años de actor profesional, Piero Falla ha pisado muchos escenarios. En teatro ha abarcado desde el drama y la tragedia a la comedia y el teatro social y de compromiso, interpretando a Lorca, Miguel Hernández, Dario Fo, Bertolt Brecht o Valle-Inclán; en cine ha trabajado con Luis G. Berlanga, Vicente Aranda, Eloy de la Iglesia o Fernando Fernán Gómez; en televisión se ha atrevido con algunas series (La banda de Pérez) y hasta con un programa infantil, El Duende del Globo.
Descubrió su vocación con seis años. Luego, con algunos años más, Lola Gaos lo descubrió actuando en Valladolid y se lo llevóa Madrid, donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera actoral. Piero Falla repasa sus hitos interpretativos, pero también recuerda la dificultad de dedicarse a la profesión de actor y cómo, en periodos de inactividad, hay que saber buscarse la vida.
Detrás del disfraz del popular payaso Bombalino, como miembro del legendario grupo Los Goliardos o en compañía de Juan Margallo y Petra Martínez, Gaby Fariza se ha considerado siempre un hombre de teatro, uno de esos pequeños dioses que, como afirma, “creamos universos en los que el espectador se sumerge y se empapa”. Antes de fundar junto a su mujer y dos hijos el Teatro de Marionetas La Estrella, en el barrio valenciano de El Cabanyal, al que han acudido desde 1995 miles de niños, a este titiritero confeso ya lo hemos visto paseando sus muñecos por el Rastro o el Retiro, en Madrid, participando activamente en las primeras huelgas de actores en España o levantando espectáculos de forma entusiasta en Salamanca. Aunque se dice anárquico por naturaleza, este farandulero nacido en 1950 en Navas del Madroño (Cáceres), que a los siete años montó una especie de cine-teatro en la carbonera de un cuartel de la Guardia Civil, ama las locuras creativas y se decanta, como proclama constantemente, por seguir siendo Rabiosamente jóvenes, agresivamente dinámicos.
La prosa de Isabel Requena se mueve voluntariamente entre la ficción y la realidad, como si la autora quisiera que el lector dudase y no supiera si se encuentra frente al guion de un largometraje o ante una novela iniciática y no ante lo que realmente es, un libro de memorias escritas sin tapujos por una actriz que juega literariamente con los recuerdos, que mira en el corazón y también en un pasado que es una selva de senderos cambiantes.
Ella ha atesorado experiencias, derrotas, desasosiegos, felicidad, dolor, risa, llanto y viaja por ese territorio que entre todos han tejido para contar que en 1976 fue protagonista de la fundación de la primera clínica de planificación familiar del territorio valenciano, que en la Cárcel Modelo de Valencia participó en el montaje de El corral de la mala suerte, de Jaime Carballo, con una compañía integrada exclusivamente por presos o que presidió durante largo tiempo la Asociación de Actores y Actrices Profesionales Valencianos, entre otras etapas de abundancia y miseria de una vida vivida con intensidad.
Paco Sanchis se declara Un actor de provincias, uno de esos intérpretes que, sin haber sido distinguidos con ningún galardón de renombre, siguen viviendo de su vocación y son necesarios para cualquier proyecto artístico.
En estas páginas recuerda su paso por París en los estertores del franquismo, su infructuosa estancia en Madrid a principio de los 70, sus estudios de Arte Dramático en El Micalet o sus inicios con Teatro Talía, pero también se detiene en su brillante trayectoria como presentador televisivo (Elles y Ells, Cita a las dos, Cap de setmana, La noche del cometa…), en sus intervenciones cinematográficas junto a Paul Naschy o en títulos como El rey del mambo y Un negro con un saxo, en su presencia en distintas series televisivas o en su faceta de doblador en Estudis Tabalet o de emprendedor en Radio Manises.
Al final de su carrera, da gracias por la posibilidad de hacer realidad el sueño de ser actor, de ser “ese envoltorio de todos los sentimientos que puede experimentar el ser humano”.
Las memorias de José Soler, nacido hace 70 años en el barrio de El Carmen, son también las del teatro y el cine valencianos, pues su vida, sus recuerdos y sus anécdotas se entrelazan con las de estas dos artes a las que se volcado con pasión durante décadas. Como si fuera un temerario, parece burlarse de la muerte desde el mismo título, pues, según insiste en las páginas de Al galope, Garicope (o un actor que muere una y otra vez), la ha sorteado en varias ocasiones en la ficción, pero también en la realidad.
Aunque sus inicios interpretativos se remontan a los tiempos escolares, no fue hasta 1984 cuando pudo debutar como actor profesional. Lo hizo en El jardín de los cerezos, de Antón Chéjov, de la mano del director Juli Leal. Antes, había actuado en Cuidado con las personas formales, del dramaturgo Agustín Navarro, o en los montajes del grupo Teatro Quimera, que fundó junto a Inma Ripollés. Profundamente tímido, se ha manejado con soltura en televisión, cine y publicidad.
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