MADRID, (EFE). Un sello, incontables ganancias. Las Fallas de València que acabarán mañana son el último ejemplo de cómo una etiqueta puede favorecer que se llene una ciudad entera, así que no es extraño que las autonomías pujen con interés por tener la declaración de Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.
Primer aspecto a tener en cuenta: ser Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, como las Fallas desde noviembre del año pasado, no supone ayudas económicas directas. Es un reconocimiento, un "sello de calidad", un espaldarazo, "un chute de autoestima", resumen en la Agència Valenciana del Turisme. Segundo aspecto: ese sello, un logotipo, va a permitir que València reciba estos días a medio millón de turistas más que el año pasado y que la ocupación hotelera, si no en el cien por cien, se quede muy cerca.
Va a permitir, en suma, que una ciudad posicionada en el competitivo mundo del turismo y bien conectada (el aeropuerto de Manises ha ampliado el número de rutas) cuente con un factor que otros no tienen: la marca UNESCO. No hay tantas estrategias de publicidad tan efectivas. Las Fallas son, en definitiva, la última demostración de la buena salud de España en la promoción de su riqueza cultural, y en cómo sacarle rendimiento.
Ser Patrimonio Cultural Inmaterial significa ser parte de la llamada Lista Representativa, una de las tres que la UNESCO ofrece para la conservación y difusión de lo que denomina "conjunto de tradiciones y expresiones vivas heredadas de antepasados". Las otras dos son la lista de bienes para la salvaguarda (los que están en franco riesgo de desaparecer) y el Registro de Buenas Prácticas.
España tiene 13 bienes en la Representativa (además de Las Fallas, el Misterio de Elche, el silbo gomero, el flamenco o el canto de la sibila de Mallorca, entre otras) y tres en la de Buenas Prácticas, lo que la convierte en el cuarto país del mundo. El silbo gomero, por ejemplo, suma ya ocho años como Patrimonio Inmaterial. Un portavoz del Cabildo de La Gomera subraya a Efe en qué se ha traducido esta declaración casi una década después.
Para empezar, ha permitido diversificar la oferta cultural de la isla, de modo que los turistas no buscan sólo recrearse en el Parque de Garajonay (Patrimonio Mundial, por cierto, de la UNESCO), sino que también buscan conocer qué es esa práctica que se remonta a los aborígenes canarios. Televisiones internacionales han aterrizado en La Gomera buscando información. El silbo, además, es de enseñanza obligatoria en las escuelas locales, lo que refleja el interés del Gobierno insular en no perder uno de sus patrimonios etnográficos. Diez personas lo imparten.
El Parque de Garajonay, citado antes, conduce a la otra gran lista de la UNESCO: la del Patrimonio Mundial. La forman "lugares de valor universal excepcional", según la denominación del organismo, como la Alhambra de Granada, el Monasterio de El Escorial (Madrid), la ciudad histórica de Toledo o la ciudad vieja de Cáceres; parajes naturales como los parques nacionales del Teide o las Médulas (León), o el Camino de Santiago o el sitio arqueológico de Atapuerca. El último "lugar" en incorporarse han sido los Dólmenes de Antequera, en Málaga.
El director general de Turismo Costa del Sol, Carlos Arturo Bernal, estuvo en Estambul en julio del año pasado cuando los Dólmenes obtuvieron la declaración de la UNESCO; aún escucha los disparos que provocó aquella noche el fallido golpe de Estado. Enumera algunas de las ventajas que significa tener semejante reconocimiento: el Sitio de los Dólmenes acabó 2016 con récord de visitas, unas 184.000; Antequera es una de las dos ciudades españolas (la otra es Madrid) que hay que visitar este año, según la lista de The New York Times; y su nombre ha disfrutado de espacio propio en la reciente Feria de Berlín.
Pero estos números enseñan una parte del paisaje: Antequera ya no es la ciudad de "excursión del día", sino que la gente, tras ver los Dólmenes, almuerza en la ciudad, pernocta en uno de sus hoteles y compra en algunas de sus tiendas. El dinero circula.
Bernal da con la clave: aunque los efectos de la declaración como Patrimonio están por llegar, dice, en Antequera ya se notan las ventajas que supone tener "una marca más potente", la de la UNESCO.
Ahora que se sabe lo que supone el sello de este organismo de Naciones Unidas, ¿cómo se consigue?
El proceso suele durar dos años y arranca con la propuesta de una o varias comunidades autónomas, que se dirigen al Ministerio de Educación para que mantenga interlocución con los órganos de la UNESCO encargados de confeccionar las listas patrimoniales. Tras varias correcciones e intercambio de profusa documentación (es importante presentar bien las candidaturas), el Ministerio defiende ante la UNESCO una propuesta.
La entidad que asume la coordinación con las autonomías es el Consejo Nacional de Patrimonio, que se reunió por última vez hace una semana en Las Palmas para dar el pistoletazo de salida a un nuevo ciclo de candidaturas. Se decidió por unanimidad la promoción de las tamborradas para Patrimonio Cultural Inmaterial.
Un nuevo "chute de autoestima" se mete en el juego de las declaraciones de la UNESCO. A algo así, a los beneficios que genera luego, no hay comunidad que renuncie.