VALÈNCIA. Las heridas se provocan, se infunden, se cierran, y se pueden volver a abrir, o se pueden no cerrar nunca, y que supure continuamente con la esperanza de que, aunque quede la cicatriz, desaparezca en algún momento. La de Ricardo Bastid es una herida provocada por la represión franquista que su familia y dos insistentes estudiosos llevan año intentando curar haciendo aquello que el valenciano no pudo hacer en vida: ver su producción artística llegar sin censura ni miedo al público.
La editorial Renacimiento publicó, hace cerca de un año, Los años enterrados, la metanarración con tres historias cruzadas de artistas en la posguerra, que hablan del poder y de la represión, pero que también se plantean el papel del arte desde el exilio y la memoria a la que compromete la historia. Ahora, la Diputación de València reedita la que fue su gran conexión con el público —por sus propias circunstancias, tal vez la única—, Puerta del Sol.
Poniéndolo en contexto, Bastid se une a las fuerzas republicanas y la guerra acaba con él escondido en varias casas de València durante años para evitar un fusilamiento. Cuando la causa contra él se enfría, se traslada a Madrid, donde se rodea de Luis Jiménez de Asúa, Nicolás Sánchez-Albornoz, Manuel Lamana, Antonio Buero Vallejo, o el también valenciano ricardo Muñoz Suay. Allí desarrolla su parte intelectual, también la militancia clandestina. Fue torturado en la Plaza del Sol, en la Dirección General de Seguridad. Huyó, advertido de que lo podían volver a encarcelar, a Buenos Aires, donde pasó sus últimos años de vida.
Es allí en Buenos Aires cuando escribe Puerta del Sol, un relato de la represión, de las torturas, de la sombra del franquismo que lo cubría todo. Lo hace a través de un monólogo interior, en muchos momentos lleno de metáforas. Y lo presentó al Concurso Internacional de Novelas de la Editorial Losada en 1958. No gana, pero sí le seleccionan para su publicación. Bastid arma en la novela unas memorias, o una autoficción; el testimonio de un represaliado, “pero señala que podría ser la historia de cualquier español”.
La puntualización es de Pablo Allepuz, que junto a Óscar Chaves han sido los principales apoyos de la familia de Bastid (en especial, su sobrina Milde Tomás) para sacar a la luz el legado artístico de su padre. Tal y como hicieron con Los años enterrados, los investigadores están, no solo promocionando la recuperación de la bibliografía de Bastid, sino que también las publicaciones se reeditan con un estudio hecho por ellos mismos de su obra y vida.
El guante de Puerta del Sol lo ha recogido la Diputación de València, a través del departamento de Memoria Democrática, que ha editado una edición que llegará a bibliotecas y otras instituciones públicas. Lo hará en una edición revisada y corregida por Allepuz y Chaves, ya que la versión original argentina contiene errores importantes de imprenta. “La edición se demoró mucho. Bastid quiso separar algunos párrafos con tres puntos, pero en la prueba de imprenta se multiplicaron y se descuadraron. A Bastid le supo mal hacer a la imprenta corregir todo el libro y se publicó así”, explica el investigador.
Saben todo eso porque, en ese acceso al cuidado legado de Bastid, la familia guarda una correspondencia en la que el escritor le cuenta a su padre y a su madre cómo está siendo el proceso de publicación del libro.
Puerta del Sol se editó y llegó a España a través de contadas copias clandestinas que enviaban desde Buenos Aires. Allepuz y Chaves han encontrado alguna copia en bibliotecas, y en colecciones personales, como la de Sánchez-Albornoz. La segunda mano cada año se va deteriorando y aumentando el precio, por eso esta reedición pone por primera vez de verdad a disposición del público la historia: “dice mucho también este proyecto de la situación en la que vivimos, del proceso de recuperación de la Memoria Histórica, de la apertura de fosas… Un esfuerzo colectivo que hemos decidido como país y cómo los recuerdos afectan el presente”.
Sobre la forma, Bastid toma como referencia a Ortega y Gasset y crea una maraña de metáforas para relatar las heridas abiertas de la tortura, la represión, del insilio y el exilio, de los escondites, y de la política… “de la vida como entierro”.