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UNA RETROSPECTIVA CON MILES DE OJOS

Las moscas de Eduardo Arroyo sobrevuelan Fundación Bancaja

23/02/2024 - 

VALÈNCIA. Un zumbido resuena entre las paredes de la Fundación Bancaja… mientras los visitantes pasean, algunas moscas amarillas les observan desde los muros de la sala con sus miles de ojos. Estas moscas mantienen su pose en forma de escultura y algunas de ellas se cuelan en los cuadros de Eduardo Arroyo (Madrid, 1937 - 2018) para contar todo tipo de historias: desde batallas sobre el exilio hasta un relato de las obsesiones personales del artista. Las moscas estorban también a personajes mundialmente conocidos como Mickey Mouse, Vincent Van Gogh y hasta El Bufón el primo. 

Todas ellas vuelan a sus anchas en la exposición Eduardo Arroyo, la primera muestra retrospectiva que se realiza en España del artista tras su fallecimiento, en el año 2018. Tal y como lo explica el presidente de la Fundación Bancaja, Rafael Alcón, esta muestra supone un adentramiento en el Arroyo más personal y crítico y que se cuenta a través de sus cuadros: “Con Arroyo lo tenemos fácil para trabajar una retrospectiva. Pinta sobre lo que le rodea y lo que piensa, por lo que compone su propio relato autobiográfico. Era un artista único y su historia ahora puede contarse a través de su arte”.

'El buque fantasma' (Foto: FUNDACIÓN BANCAJA)

Gracias a donaciones de coleccionistas particulares y de museos como el de Bellas Artes de Bilbao, el de Arte Contemporáneo de Madrid o el IVAM la exposición repasa su obra desde la década de los 60 hasta su última composición: El buque fantasma (2018) en la que la comisaria de la exposición, Marisa Oropesa, explica que vemos al Arroyo más reflexivo: “Comprendo que ve que se acerca el final de su vida y decide pintar sobre ello, lo hace con una composición única en la que muestra de alguna manera su miedo”. Y aún así tinta la que es su última obra del color amarillo que tanto le caracteriza y de los personajes sin rostro, que podrían representar a cualquiera dentro de su relato universal. 

La muestra cuenta la vida de Arroyo a través de ochenta obras -entre pinturas, esculturas y collages- y a través de tres fases: durante su exilio a París (1958-1976), tras la muerte de Franco y después del exilio (1976-2018). También analiza el perfil del artista a través de sus obsesiones, que tal y como las define su viuda, Isabel Azcárate, eran las que movían su obra: “Él pinta sobre lo que le rodea y lo que consume. Era un lector empedernido y le encantaba ver películas, tenía también una amplia colección de más de 5000 volúmenes sobre boxeo. Creaba sobre las cosas que le inquietaban, era un pintor que escribía con sus cuadros”. Para comprender su obra solo hay que saber leer entre marcos, entre líneas y dejar que “la obra hable”, tal y como lo explica Oropesa, tan solo de esa manera el visitante puede adentrarse en el Arroyo más crítico y personal, y conocer a un artista que creaba de una forma de lo más atípica. 

Su viuda desvela que muchas veces pensaba primero el título de la obra y luego sobre lo que quería pintar: “A veces pensaba sobre lo que quería pintar y se arrancaba a través del título, era lo que le inquietara en ese momento. Daba por finalizada su creación cuando ponía el nombre de la obra en el reverso del cuadro, en ese momento le daba la vuelta y el cuadro ya no le pertenecía”. A esta anécdota añade que el pintor siempre reflejaba en sus obras todo tipo de elementos que le conectaban con lo actual, aunque de alguna manera despreciaba a quienes se hacían llamar “artistas del pop”: “Él incluía su imaginario en su obra porque es lo que le rodeaba y lo que pintaba, pero no le gustaba aquellos que se consideraban artistas pop. Sus cuadros eran un reflejo de su vida en ese momento”. 

Su visión, como la de una mosca, se dividía en mil para abarcarlo todo. Muestra de ello es el estudio del Cordero Místico, por primera vez expuesto en València, la interpretación personalísima del políptico de los hermanos Hubert y Van Eyck en el que Arroyo se permite incluir personalidades como Buñuel y María Callas. Bajo esta obra de gran magnitud se encuentra una filera de moscas que sobrevuelan las interpretaciones del artista, y que para Oropesa representan aquello que sobrevuela su mente: “La mosca está presente en gran parte de su obra, se puede interpretar como algo que está presente constantemente o tal vez como un elemento que molesta. También es una interpretación de sus inquietudes y sus aficiones”. 

Foto: FUNDACIÓN BANCAJA

Estos insectos, pertenecientes al orden de los dípteros, también se posan sobre algunos de los textos de sala en los que el propio artista se autodefine, y a través de los que el visitante puede conocerle. El propio Arroyo consideraba que la pintura en sí era una ‘autobiografía pintada’: “Estás pintando constantemente tu vida. Es el resultado de tu evolución. La mía es una pintura muy autobiográfica, con curiosidades, si quieres, exteriores, que son miradas producidas por la cotidianidad en un cierto sentido: la lectura de un libro, un paseo por la ciudad… todas tienen una relación muy estrecha con la vida de uno”.

Con este relato personalísimo, el anecdotario que despliega su viuda y la cuidada mirada de Oropesa, sobre su obra, se le conoce a través de su pintura que resulta una carta de presentación excelente. La muestra resulta un adentramiento en el diario del pintor a lo largo de ochenta obras con todo tipo de técnicas e historias. Algunas de ellas, tras su mordaz crítica, esconden también las cotidianidades del pintor, que según reza uno de los textos de sala se nutría constantemente de sus referentes para pintar, hasta sin quererlo.

“Para mi es imposible pintar sin pensar en Goya”, declara uno de los vinilos firmado por Arroyo, quien solía visitar el Prado acompañado de amigos y como si fuera una especie de juego. Oropesa añade una anécdota final para acabar de conocer a este excelente pintor contemporáneo: “Visitaba el Prado con sus amigos en busca de elementos claves en los cuadros: animales, personajes… era una especie de juego. Cuando se demoraba más tiempo decía a sus acompañantes que le esperaran en el bar, que él ya acudiría”, añade la comisaria.

Quien se introduzca en Eduardo Arroyo encontrará en su muestra este mismo reto. Entre sus cuadros personajes sin cara, escenas de películas, símbolos del dólar, gatos, moscas, perros y artistas reconocidos observan cara a cara al visitante que busca adentrarse en el universo amarillo del pintor. Una muestra para disfrutar con mil ojos y para sobrevolar con calma. 

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