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TENDENCIAS ESCÉNICAS

Las Naves acoge una celebración a la mexicana del día de Todos los Santos

Bailando tus huesos conjura la muerte en una cantina con cuentos, canciones, tequila y guacamole

28/10/2015 - 

VALENCIA. Existe un refrán mexicano que bien merece su impresión en un sobre de azúcar, que reza: “La muerte está tan segura de alcanzarnos que nos da toda una vida de ventaja”. El 31 de octubre celebramos a los que ya han sido “pillados” por la parca, la flaca, la pelona o como quiera llamársela.

De un tiempo a esta parte, Halloween le ha ganado el pulso a la sobria y funesta festividad española de Todos los Santos. Y la contrición cristiana propia de la víspera de la visita al cementerio se ha trocado por un marasmo morado y naranja de disfraces, trucos, tratos y guirnaldas de brujas y calabazas. Paradojas de la globalización, EE.UU., el país que ha colonizado nuestro culto a los difuntos con su fiesta pagana, está asimilando a su vez una tradición foránea. Los casi 40 millones de mexicanos que habitan el país de las barras y estrellas han hibridado la Noche de Brujas con las jocosas calaveritas, las catrinas y los altares de su Día de Muertos. Todo se andará en España. Un primer paso en esa senda alternativa la marca en Valencia, este próximo fin de semana, el centro cultural Las Naves con la propuesta de Teatro en el Aire Bailando tus huesos, una cena sensorial en una cantina mexicana.

“Hemos creado un ritual cercano y transformador, del que salir reconciliado con algo inevitable que nos va a pasar a todos, que es que el reloj se nos va a detener. Se trata de un juego escénico que celebra la vida y la muerte, y aunque serio, no deja de ser lúdico”, avanza la dramaturga chilena Lidia Rodríguez, coautora junto a Rocío Herrera, y directora del montaje.

1.000 maneras de morir

Los integrantes de la compañía proceden de Argentina, Bulgaria, Chile, Cuba, España, Francia, Holanda y Venezuela, e imprimen su personalidad multicultural a todas sus creaciones. Para este caso, invirtieron un año en la investigación de los festejos internacionales en torno a laseñora de la guadaña. A partir de este pretexto escénico, en 2009, visitaron Ciudad de México, donde asistieron a la celebración del Día de Muertos en diversos cementerios, y pasaron al interior de las casas para curiosear en los salones los altares a los fallecidos.


“Los cristianos y la sociedad española tienen mucho que aprender de la aceptación de la pérdida en México. Aquí no queremos hablar del tema, pero en cambio, allí, forma parte de la realidad habitual del ser humano, lo cual es muy liberador, porque pone la muerte en un estado de cotidianeidad. Los niños, por ejemplo, compran unos dulces llamados calaveritas que llevan su nombre, así que es como si jugaran con la muerte, porque se comen su propio esqueleto,”, comparte Rodríguez, quien también actúa en el montaje.

Para terminar el proceso, los integrantes de Teatro en el Aire estuvieron en la India y en Nepal, frecuentando los templos y espacios que se hacen servir en los ritos mortuorios. Entre las paradas de su ruta, les impactó la ciudad sagrada de Benarés, donde las cenizas se tiran al río tras la cremación de los cadáveres a fin de renacer.
Una vez finalizado el periplo, la compañía inició una serie de talleres de improvisación en torno a la muerte y los procesos de transformación. Surgió la forma de afrontarlo en Holanda, en Santiago de Chile, en Castilla La Mancha, en Cuba…

Larga vida a la muerte

“La pieza resultante invita a la reconciliación con un trance que nos angustia. En la medida en que seamos más conscientes de que vamos a morir, estamos más conscientes de que hemos de disfrutar la vida”, resume la directora.

Y para gozarlo, se brinda con tequila y sangrita, se erotiza la escucha con música y narraciones, y olfato y gusto son estimulados con especialidades de la gastronomía mexicana, donde no pueden faltar burritos, guacamole, nachos, chiles y tortillas. “En todas nuestras propuestas hay un especial empeño por que el público salga reconfortado a través de la percepción sensorial. En esta en concreto, se redescubre el cuerpo”, avanza la dramaturga chilena, instalada en Madrid desde 1992.

Los 20 comensales de cada función se sientan descalzos a una larga mesa cubierta con un mantel donde las calaveras se enredan, juguetonas y coloridas, en mapas del tesoro, prados de flores, arco iris, libélulas y espinas de pescado. En el transcurso de este convite donde se abraza la vida, las tres actrices protagonistas ejercen de cantineras, titiriteras, cantantes y médiums con las presencias del más allá.

“Tal y como lo viví, los mexicanos tienen una idea muy sanadora, en la que sienten que sus muertitos están siempre con ellos y nos dejan herencias: la sonrisa, el saber estar, una buena comida, una mirada. En la medida que los recordemos, estarán vivos porque habitarán en la memoria. Estarán ahí por siempre”.

La compañía radicada en Madrid pretende, precisamente, que esta propuesta hedonista y, al tiempo, reflexiva, perdure a lo largo del año y no ser flor del día de difuntos: “Nuestra intención es cantarle a la vida, disfrutar de nuestro cuerpo, somos gozadores, disfrutadores, ¡dejémonos de jodas! Y no se puede celebrar sólo el día de Halloween. No vamos a esperar a mañana para decir: “Te amo, mamá” o “Te amo, hijo”.

La joven compañía de danza valenciano-berlinesa Irene Cortina también invita a una cena escénica, pero no para compartir cubierto, sino para observar la asunción del duelo por parte de sus comensales, en su pieza Polvo y tierra, o formas de lidiar con la muerte ajena. Esta combinación de danza, música en directo y acción sienta a la mesa a una pareja que regresa de un funeral y a una escultura, obra de Ximo Ortega, que representa el recuerdo del ser querido. El montaje se encuentra de gira y los días 30 y 31 de octubre se representará en Santander. Al término de una función en Madrid este pasado fin de semana, un señor se acercó para comentar a la pareja protagonista, Irene Cortina y el músico alemán Paul Dill, que la pieza no trataba sobre la pérdida, porque el principal protagonista era la vida. “Nos halagó escucharlo, porque nuestra intención era mostrar la vida de los otros, los que nos quedamos con ese pequeño vacío”, secunda la bailarina y coreógrafa.

Otras propuestas teatrales que toman como percha la fiesta de la muerte estos días son las visitas teatralidades al cementerio de Tarragona y una experiencia interactiva del juego de mesa Cluedo en la sala madrileña Nave 73. Pero si hay una obra patria por excelencia en estas fechas esa es Don Juan Tenorio. La razón radica en que el segundo acto transcurre en un camposanto donde los muertos cobran vida. En Alcalá de Henares ha sido declarada Fiesta de Interés Turístico Regional y se celebra el 31 de octubre en la Huerta del Palacio Arzobispal, y en el Teatro Español de Madrid se representa una versión erótica y contemporaneizada, con presencia de micrófonos y cámaras de vídeo. La pieza es una revisión de El burlador de Sevila, y supone el debut en el teatro de la actriz Manuela Vellés. “Es una celebración de los sentidos lleno de sensualidad, erotismo, literatura, música y teatro. Un espectáculo lleno de todas aquellas cosas que nos dan placer”, sintetiza su director de escena, Darío Facal. De nuevo, el hedonismo para encarar la muerte.

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