DISEÑO PARA EL PENSAMIENTO

Las vacaciones (del diseñador) y las cosas horribles

De aberraciones en diseño y el mito de las vacaciones del diseñador

20/08/2018 - 

VALÈNCIA. Visualicemos el menú del chiringuito, el anuncio de los platos combinados del paseo marítimo, el surtido de toallas y colchonetas o la ergonomía de la silla de playa. Que el verano da pie a lo peorcito en diseño no es nada nuevo, seguramente porque la tregua estival que nos concedemos nos afecta a todos los sentidos para poder descansar mejor. Lo perdonamos casi todo.

La canción del verano es al diseño de mobiliario esa hamaca plegable de cuestionable estampado y dudosa funcionalidad, igual que la hostelería registra los peores crímenes cometidos a lo largo del año o la publicidad se llena de aberraciones y llamadas al mal gusto. Y encontramos excepciones e hitos, desde el hinchable del verano (precursores aquellos diseños ochenteros de las valencianas Sandra Figuerola y Marisa Gallén) al mobiliario de piscina que lucha contra el mal gusto (valgan como ejemplo colecciones de las empresas Gandia Blasco, Vondom o Point, también valencianas), pero nuestro imaginario veraniego lo forjarán las deshilachadas y descoloridas sombrillas a pie de playa, los rótulos de las aperturas estivales de las discotecas del pueblo, los anuncios de las orquestas Panorama y Delirio o esa tumbona plegable que ni es tumbona ni es plegable.

Es el precio que hay que pagar por el verano, tal vez porque quien sigue trabajando se venga del resto, y es que muchos diseñadores sufren un estado que se tarda más o menos años en advertir que es la ausencia voluntaria aunque inconsciente de vacaciones, mal de algunas profesiones en las que los autónomos copan muchas plazas y que por sobreesfuerzo y no premeditadamente deciden que no tienen tiempo para vacaciones. Más horrible es eso que la Comic Sans en la composición tipográfica del chiringuito.

Esto de la ausencia voluntaria e inconsciente de vacaciones se complementa a veces con el mantra de “ya me las cogeré en septiembre”, animal mitológico que convive con los unicornios allá donde termina el arcoiris, parte de esta mentira autoinculcada por tantos freelances que se queman así, a lo bonzo, temporada tras temporada, y suelen coincidir con los que están arrancando en la profesión. De hecho, según las encuestas de la asociación norteamericana de diseñadores AIGA, más de la mitad de los gráficos estadounidenses en activo llevan menos de diez años en la profesión, de los cuales un destacado porcentaje trabajan por cuenta propia, dos datos que desvelan parte del problema de las no-vacaciones por la necesidad de seguir trabajando para consolidarse, una estrategia que se vuelve contraproducente cuando esa obsesión no permite ver con claridad la verdadera naturaleza del imprescindible parón largo anual por vacaciones, y es que además se da a veces que hay clientes que no siempre entienden el descanso del autónomo, por esa otra falacia del “ya si eso me cojo vacaciones cuando quiera”, y sumando sumando, ese sucedáneo de workalcoholismo se convierte en currar sin parar cinco años seguidos hasta reventar.

Si ya al autónomo le cuesta lidiar con mantener un horario laboral decente, flaco favor le hace el cliente que sin planificación previa se quiere dejar los deberes hechos la última semana de julio para tener el resultado sobre la mesa el 1 de septiembre sin haber dado tiempo antes a organizar el trabajo a semanas vista. Y esto ocurre, cada año, y en un país que sigue poniéndose en punto muerto en agosto tampoco se adelanta realmente tanto, y son más valiosas para la salud las jornadas de descanso que seguir al pie del cañón de un mar generalmente calmado y bastante previsible.

Cuando toca estar trabajando en vacaciones (una paradoja que no entenderá el trabajador por cuenta ajena), muchos asumen ser “los pringados” y deben repetirse a sí mismos eso de que el trabajo dignifica para darle la vuelta a la tortilla y lucir insignia de currante incesante. De ahí también se sale, uno de esos clicks en el cerebro que hay que hacer antes de terminar odiando la profesión, y que sí, que el autónomo puede cogerse un día libre sin dar explicaciones a nadie, pero eso de poder encadenar más de un par de semanas al año es un lujo preciso y forzoso que hay que poder y saber permitirse.

Diseñador, coge la toalla (por horrible que sea), liátela a la cabeza y sal de vacaciones, que aún estás a tiempo.

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