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Y así sin más

Laura Ponte, la alopecia areata y el apego a lo superficial

9/04/2023 - 

ALICANTE. Hay un señor que me llama calvo cada vez que me ve. Debe de pensar que no tengo espejo. O que los calvos es que siempre han hecho mucha gracia. Debe de ser algo así como los chistes raciales, sobre mujeres o de Lepe, que mientras algunos lloran de la risa que les produce lo banal, otros sentimos como la sangre hierve por dentro. Un profesor de educación física me dijo que me pusiera un peluquín cuando empezó a caérseme el pelo en círculos. No le contesté. Hoy lo hubiera hecho, porque no dejo que nadie se meta conmigo o con mi forma de trabajar, pero la vida no te da armas para defenderte cuando eres un niño; te las da cuando ya es demasiado tarde.

Sé perfectamente cuándo sobro en la vida de alguien. Sé cuándo no quiero a alguien cerca. He aprendido a desaparecer como un ninja, silencioso, entre la sombra. Sé muchas más cosas de las que finjo no saber. Me hago muchísimo el tonto a pesar de que, como dijo Giorgio Armani, eso sea un signo de poca elegancia. Se vive mejor así; menos preocupaciones. Son las heridas que deja el tiempo, supongo que todos tenemos alguna.

“A nada te acostumbres para que nada te haga falta”, me dijo alguien que me importa demasiado como para no hacerle caso. “Porque en este mundo, cuando estás arriba, estás muy arriba, pero cuando vas cayendo te sientes cuesta abajo y sin frenos”, me añadió un icono nacional completando a la otra persona –sin conocerse de nada–. No pude decir nada, tan solo asentir y callar.

El otro día vi una de las muchísimas publicaciones de Instagram que no me importan nada y me sorprendió muchísimo, porque suele ser así. Cuando algo te importa poco, que te impacte es sorprendente. Es increíble la cantidad de contenido que generamos diariamente. Era una niña llorando porque le habían cortado demasiado el pelo en un corte bob que, personalmente, a mí me vuelve loco. 

Lloraba y lloraba, sin parar. Lo mismo vi cuando pasé por delante de una peluquería. Otro chico, este más mayor, lloraba. Y no paraba. Y yo, que perdí el pelo con dieciséis años por la alopecia areata que arrastro –una enfermedad que provoca la caída del pelo, ya que el sistema inmunitario ataca los folículos pilosos–, no llegaba a entender nada. ¿Le daban ellas un valor a su melena que yo, al final, no había podido llegar a entender? ¿Era la excepción?

“A mí Valentino me rapó las patillas hasta media cabeza para una campaña”, me dijo Laura Ponte en una conversación de una mañana, “y antes me lo había hecho Juan Gatti para unas fotos, pero con cera”, añadió. “Nunca me importó. No le veo el problema. Otras no le hubieran dejado. El pelo crece. ¿Qué más da?”, argumentó. Y con el testimonio de Laura descubrí que la importancia a lo banal se la daba poca gente, pero que hacía muchísimo ruido. Alguien nos inculcó que para estar completos debíamos de tener una cabellera larga, bonita, brillante. Que, sin ella, no habría felicidad, porque era imposible.

Pasé mi adolescencia sin mirarme al espejo más de lo estrictamente necesario. Porque era la excepción y al final, con las miradas condescendientes de los que me encontraba por las calles, las bromas de algunos y las ignorancias de otros, fui creando una personalidad entorno a mi enfermedad. Porque mientras los demás se quedaban en mis calvas, manchas de pelo y erupciones por los tratamientos, yo buscaba en su psicología. Descubría que si decido llamar raro al diferente es porque no me quiero ver

Que el pelo caiga es natural. No podemos ir contracorriente. Tampoco podemos pretender que no nos afecte. Es irremediable que el paso de los años nos duela. Pero es necesario que la belleza de lo diferente cale de la pasarela a la calle. Porque cada generación reinventa la moda. 

Tan solo tenemos que ver la presencia de Winnie Harlow en las pasarelas y campañas desde que debutó en 2014 como la primera modelo con vitíligo de la historia. O Pino Montedeosca, que a sus sesenta años nos da una lección cada vez que se sube a la pasarela y vemos en ella una belleza indiscutible que se mantiene y conserva conforme avanza la vida. Porque visualizar ayuda a normalizar.

Así que desde aquí pido a directores de casting, agencias de modelos, diseñadores y todo aquel que tenga una voz en la moda que igual que han encontrado la belleza en tantos sitios que son indiscutibles, que lo busquen también en la alopecia. Porque afecta mucho más de lo que pensamos.Y así, sin más, aprendí que las pieles cambian. Se operan. El pelo crece. Se corta. Se alarga. La apariencia física no es nada.

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