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‘Los amos del aire’: no hay queja sobre la serie, tampoco pasión

Spielberg y Tom Hanks, entre otros productores, firmaron las obras más brillantes del género bélico sobre la II Guerra Mundial de la era contemporánea. Además, en algunos casos, lo hicieron cuando ya nadie explotaba ese filón, que se consideraba agotado. Sin embargo, con ‘Los amos del aire’ han entregado una historia canónica y anodina que tiene poco que aportar a un periodo que, paradójicamente, todavía cuenta con filones inexplorados

11/05/2024 - 

VALÈNCIA. Cuando era crío recuerdo que le cine bélico sobre la II Guerra Mundial pertenecía al pasado. Obviamente, la mayor producción en Estados Unidos de películas sobre la contienda tuvo lugar en los años 50. Luego fue disminuyendo su número a medida que se iban incorporando otros conflictos a la oferta del género, como la guerra del Vietnam. Entre 1985 y 1995, la explotación del concepto Rambo, con diferentes sucedáneos, era lo que copaba los videoclubs. Mientras las joyas de la corona eran películas como Platoon, Aguilas de acero o Top Gun. Historias lejos de los nazis (con copyright). 

Solo recuerdo un cineasta que rompiera la pauta en esa época, Steven Spielberg con el Imperio del sol. Películas de ese escenario, el Pacífico, en la II Guerra Mundial veíamos decenas cada sábado por la tarde, cuando no echaban una de vaqueros, pero en el cine de estreno ya no había. Los 90 siguieron igual y, de nuevo, fue él quien vino con La lista de Schindler a tratar el Holocausto y, una vez más, en 1998, apareció con El soldado Ryan. Ese año fue especial, porque también se estrenó La delgada línea roja. 

Internet no tenía la difusión actual en ese momento todavía, pero recuerdo que entre mis amigos, fans del black metal y aficionados a los conflictos de los años 40, aquello fue un acontecimiento. Las discusiones sobre cuál de las dos era la buena nos alargaban los calimochos hasta altas horas. Yo no tengo mala opinión de la Terrence Malick, aunque con Sean Penn de por medio, mejor no volver a verla, no vaya a ser que la aborrezca. 

La cuestión es que solo Spielberg mantenía la llama. Luego hubo cierto boom, se me ocurre que por los videojuegos en primera persona, pero hasta entonces, durante mucho tiempo, las películas nuevas de la IIGM eran un bien escaso. Lo que no deja ninguna duda sobre la obsesión del director de E.T. con el tema. Se ve que es algo personal. 

Así llegamos a 2003, cuando Telecinco, la cadena amiga, estrenó de madrugada una serie producida por Tom Hanks y él.  La emitieron a las doce y media de la madrugada y se titulaba Hermanos de Sangre. A HBO nunca le ha ido muy bien en las generalistas. La Sexta echaba Los Soprano a la una y media de la madrugada. Y Divinity intentó dar Mad Men y la sacaron espantados a los cuatro días para centrarse en una programación psicotrópica equivalente al clickbait internetero vulgaris. 

Sin embargo, Hermanos de sangre no cayó en vano. Pronto rularon los capítulos en cederrones tostados y aquello era un antes y un después. La historia de la compañía Easy podría haber sido un relato ordinario más sobre la contienda, como tantas otros se habían filmado en los años 50 y 60, pero el formato coral, con cada capítulo dedicado a un personaje, fue una genialidad. El capítulo de Bastogne debería figurar como una de las cotas más altas del cine bélico. 

Desgraciadamente, a partir de ahí, Spielberg no volvió a sorprender. En The Pacific metieron mucho dinero, se decía que era la serie más cara de todos los tiempos, y se quedó en eso, un derroche de medios. Una serie de cartón piedra con poco desarrollo de otros aspectos más sutiles. Por esas fechas, Clint Eastwood también se había subido al carro y con la lata que se dio con su Iwo Jima el género, más que agotado, empezaba a parecer calcinado. Encima, la película que sí que le salió bien, Banderas de nuestros padres, fue denostada por el boyerismo internacional, que solo acepta un tipo de lenguaje cinematográfico y con muy pocos matices o variantes. 

Y ahora ha terminado el tríptico con Los amos del aire, prácticamente, cuando nadie esperaba ni reclamaba ya más desarrollo de los escenarios de la II Guerra Mundial. Eso no es porque el tema no dé más de sí, porque sub-tramas hay de sobra y vivencias escalofriantes sobran, de hecho, es uno de esos casos donde la realidad supera a la ficción con bastante facilidad. El problema es que esta serie no puede ser más canónica. 

Lo gracioso es que esta vez hay menos división de opiniones. Si con Hermanos de sangre todo el mundo estaba de acuerdo en que era una joya, con El Pacífico hubo muchas decepciones y muchos entusiasmos, ahora tenemos santo súbito. Es sublime, circulen. Nunca se había visto nada igual. 

Hay una faceta que está bien: la muerte. Los protagonistas caen y palman con frecuencia. Eso da una idea de la fragilidad de la vida en la guerra. Pero no caen todos, los más carismáticos (si eres un espectador de diez años) son derribados, pero acaban en un campo de concentración. También es cierto que se muestra la otra cara de la moneda de la guerra aérea en ese periodo, las bombas caían en ciudades donde vivía gente. Hay un tímido esfuerzo por mostrar la obviedad de que todos sufren en la guerra, también los malonchis.

El resto, es lo de siempre. Es el canon en su más puro esplendor. La pérdida del amigo, del entrañable, los nuevos, los veteranos, las mozas, los romances, el día de permiso para mirar el ocaso con el ceño fruncido después de echar una cana al aire y lo peor de todo, los vaciles de los tipos duros. Casi Top Gun. 

No llegaría a la crueldad de decir que la serie es una basura, porque me he entretenido viéndola y he llegado a gusto hasta el final, que ya es bastante, pero el día que le pidamos a la IA que nos dé una serie, no será muy distinto a esto. Todos los elementos canónicos uno detrás de otro y muy poca complejidad y contradicciones humanas detrás. 

Lo mejor es que cuando más se ha tendido al arquetipo, más contenta se ha puesto la crítica, que también parece a veces diseñada por IA, sobre todo con la oferta de las plataformas, en este caso Apple. La lengua más extendida en el mundo no es ni el inglés ni el español, sino el lenguaje del dinero. Parece mentira que con todas las posibilidades tecnológicas para una diversidad de oferta, aquí solo se escuche lo que tiene que decirnos el dinero y se glorifique por la crítica con una inercia pasmosa. Desde luego, la automatización de todos los procesos a través de IA no se notará nada en ciertos campos. 

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